JOSÉ CRIADO. LA OPINIÓN DE MÁLAGA

Cuando Vicente Del Bosque llamó hace unos días a Jesús Navas para los dos próximos encuentros de la selección española se cerró el círculo de una historia llena de proezas y de sinsabores, de malos momentos y de magníficos recuerdos, pero sobre todo, de un ejemplo de superación para salir de la oscuridad en la que su ansiedad le tenía atrapado.

La enfermedad que privaba a los españoles de ver correr por la banda a Jesús Navas con 'La Roja' es silenciosa y muy traicionera. Le atacó por vez primera en la concentración de la selección sub-21 para acudir al Mundial de Holanda en el verano del 2005. Ahí se pudo esfumar la carrera de una de las mayores promesas del panorama internacional.

El sevillano no pudo soportar la ansiedad de estar tan lejos y tanto tiempo apartado del calor de su familia y se perdió aquella cita internacional. Era la antesala de una carrera prometedora, que se vería también truncada meses después en la concentración de Cartaya con el Sevilla de Juande Ramos.

La cabeza de Navas dijo 'basta' y el chaval tuvo que abandonar el 'stage' de pretemporada. Un año después ni siquiera viajó a la concentración de Marbella.

Pero para conocer la enfermedad de Navas es preciso conocer a Jesús como persona. Tímido hasta el límite -siempre tuvo mucho miedo a las entrevistas-, tiene un marcado carácter familiar. En su pueblo natal, Los Palacios, vive aún junto a sus padres y sus amigos, aquellos a los que tanto añora cuando se siente lejos de casa.

Ya a los nueve años destacaba en el equipo de su pueblo. Regateaba a rivales mucho más altos que él y el cariño entre todos era mutuo. "Los chicos del equipo le metieron una vez en el macuto y nos reímos mucho", cuenta Pedro Murube, uno de sus entrenadores que recuerda al 'pequeñito' con mucho cariño. Pero fue Pablo Blanco, el coordinador de la cantera del Sevilla, el que lo encontró por casualidad en los campos de albero tras ver un partido de la Unión Deportiva Los Palacios que jugaba contra el equipo del portero al que ellos seguían.

Pero las estrellas brillan por sí solas. Su llegada al Sevilla cadetes fue inmediata y a partir de ahí cumplió todos los plazos hasta subir al primer equipo. En el filial coincidió con su hermano, Marco Navas. Ambos se repartían las bandas del Sevilla Atlético, pero sólo Jesús llegó a la élite. Sin embargo, no pasa ni un día sin que ambos hablen por teléfono como mínimo un par de veces.

Debutó en Primera en un Espanyol-Sevilla (1-0) el 23 de noviembre de 2003. Desde entonces, ni la ansiedad ni los rivales han conseguido evitar su progresión. Los psicólogos y su familia han jugado un papel fundamental en cimentar las bases para que Navas pueda superar sus miedos. "Estamos contentos y satisfechos por que Jesús acuda a la selección. Lo hemos apoyado mucho entre todos", afirma su padre, que fue una pieza clave en poner en orden el rompecabezas que Navas tenía en su cabeza.

Atrás quedan aquellos intentos fallidos de debutar con la vigente campeona de Europa. Luis Aragonés lo llamó sin acierto, pero ahora acude a la selección española con la sensación de haberse ganado el puesto con mucho sufrimiento detrás y con la oportunidad de recuperar en Sudáfrica todo el tiempo perdido estos años con 'La Roja'.