La línea entre el sufrimiento y el sosiego en la Liga ACB es tan delgada que una victoria o una derrota te lleva de un bando o otro en un santiamén. Es lo bonito que tiene el baloncesto, donde los empates no valen. El CB Murcia cayó ayer en casa frente al Lagun Aro -antiguo Bruesa- y por ello se ha metido en un jardín con espinas. A los de Moncho Fernández les condenó el tiro exterior y la inconsistencia defensiva en varias fases del choque. Por ello han caído en el bando donde nadie quiere entrar, en el que la agonía y la ansiedad se convierten en peligrosas compañeras de viaje.

A partir de ahora no sólo entran en juego factores físicos y técnicos para ganar los partidos; también van a adquirir un gran protagonismo los psicológicos y, sobre todo, la capacidad de recuperación de un grupo que tiene ahora que afrontar dos encuentros consecutivos fuera de casa.

Los mejores equipos son los que se levantan antes después de un mazazo. Los murcianistas tienen en su plantilla jugadores con carácter, acostumbrados a mil y una batallas al límite. Ellos serán los que ahora tendrán que sacar a relucir su clase, las virtudes que les han llevado a fichar por un club de la ACB. Lo mismo ocurre con su entrenador, un debutante en la categoría al que aún le queda trabajo para dar su auténtico sello al equipo. Ahora se enfrenta a su primera prueba de fuego: levantar el espíritu de unos jugadores que ayer acabaron con la moral resquebrajada.

Pero quizás el gran pecado que cometió ayer el conjunto murcianista fue jugar en función del rival, olvidando sus señas de identidad.

El dúo de los Balcanes (Vujanic-Scepanovic), que está llamado a tirar del carro en los momentos comprometidos, y los tiros libres sostuvieron a los locales en un mal primer cuarto. Su defensa, en muchos aspectos, dejó que desear, sobre todo en el perímetro, donde los visitantes encontraron tiros cómodos, hecho que les permitió anotar cuatro triples. Otro aspecto negativo fue que Prestes cometió dos faltas personales en apenas cinco minutos. Y el problema es que ya se está convirtiendo en una costumbre para el talentoso pívot brasileño, al que los árbitros está claro que aún no respetan.

El criterio de los colegiados cambió en la señalización de las faltas en el segundo cuarto. Por ello Moncasi se fue al banco con tres, lo que unido a las dos de Prestes y a la baja de Faverani, provocó una situación muy comprometida que Moncho Fernández salvó reinventando a Powell. El estadounidense tuvo que jugar de cuatro; apretó los dientes en defensa con el veterano Bernard Hopkins y sacó algunas ventajas en ataque que permitieron al CB Murcia recomponerse después de un 31-38, para irse al descanso con cuatro puntos de desventaja (40-44).

Todos los elementos terminaron por ponérsele en contra al CB Murcia en el tercer cuarto. El tiro exterior no entró y Barbour, un jugador que la temporada pasada anotó 50 puntos en un partido de la LEB, destrozó a los murcianistas. Sólo la lucha y el control del rebote impidieron que la sangría fuera mayor, logrando el Lagun Aro diferencias de 13 puntos en dos ocasiones, la última de ellas al final del cuarto (52-65).

El último cuarto fue un querer y no poder. Tiros que se salían de dentro, rebotes que se escapaban de las manos... Es decir, casi todos los astros en contra. Vujanic trató de tirar del carro, pero se encontró solo y bajó los brazos. Chris Moss derrochó sus últimas gotas de sudor, pero también le pasó lo mismo.

Al final, derrota por asfixia, aunque siempre manteniendo la cara, sin perder la compostura, aunque no deja de ser una paso atrás después de ganar al Manresa y de ofrecer una buena imagen frente al Real Madrid. Ahora llegan dos encuentros fuera de casa, el sábado en la pista del Unicaja y el domingo siguiente frente al Alicante. ¿Quién dijo que el CB Murcia iba a tener esta temporada un camino de rosas? Pues se equivocó.