Tras su polémico ensayo Arden las redes (2017), el periodista aguileño regresa a las librerías de todo el país con Crímenes del futuro

Juan Soto Ivars (Águilas, 1985) es un tipo que no se anda con medias tintas; no en vano, se le atribuye el término 'poscensura' -aquella que genera miedo a decir ciertas cosas que pueden acarrear linchamientos en las redes sociales- y en su haber acumula episodios sonados como el de aquel artículo en el suplemento Tentaciones de El País en el que escondió un mensaje cifrado en acróstico -''(Juan Luis) Cebrián es un tirano como Calígula''- que le valió su despido fulminante. Sin embargo, y pese a que en los últimos años se ha movido más entre el ensayo político y social -Un abuelo rojo y otro abuelo facha (2016) o Arden las redes (2017)- y los artículos de opinión, sus inicios hay que buscarlos en lo novelístico. Un género al que regresa cinco años después -tras Ajedrez para un detective novato (2013)- con Crímenes del futuro (Candaya, 2018), un libro que es ''hijo de su tiempo'' y que presenta un futuro poco halagüeño para nuestro país. Lo ha estado presentado en los últimos días en Cieza, Murcia y Cartagena con muy buena acogida, y hemos tenido la oportunidad de hablar con él.

Con Crímenes del futuro

Crímenes del futuro es un proyecto de muchos años de trabajo, así que no he parado mientras iba saliendo todo lo demás. Llegó a convertirse en una adicción, una obsesión y casi un tic. Quería que esta novela la escribiera un escritor mejor que yo, así que tuve que aprender y volver a empezar muchas veces. De las cosas que gustan no hace falta oxigenarse, pero tenía miedo de no saber ponerle el punto final.

De todas formas, este libro, pese a ser ficción, no está exento de crítica social y, en cierto modo, pegado a la actualidad.

Bueno, no creo que este libro esté pegado a la actualidad, aunque sí es hijo de su tiempo: el nuestro, el tiempo del retroceso, de sentir que nuestros hijos vivirán peor que nosotros. La novela, de alguna manera, es una respuesta a esa sensación derrotista que tanto se ha extendido últimamente.

¿Qué se va a encontrar el lector entre sus páginas -en cuanto a la trama, me refiero-?

La historia de tres mujeres de distinta clase social que son atropelladas por el expreso de la Historia, como nos pasa siempre a las personas que no salimos en los libros pero que soportamos el peso de la Historia sobre las espaldas. La historia del país se resigue a través de los amores, las tareas y la incertidumbre de esos tres personajes, ubicados en un futuro que no he querido que pareciera lejano, sino muy próximo.

Decía que Crímenes del futuro

La crisis fue responsable de que me pusiera a escribir esto. Toda la novela nace de una pregunta que trae la crisis; o, más bien, de las soluciones que se están dando. ¿Cómo vivirán nuestros nietos si esto sigue así?

Por lo que podemos leer, no se le ve convencido de lo que está por venir... ¿El que presenta en su libro es el futuro que cree que nos espera?

Es un futuro posible. Llevamos muchos años de progreso y se nos olvida que las civilizaciones entran en declive y desaparecen. Se lee más claro el futuro en las ruinas de Roma que en las proclamas triunfales de los políticos.

El tema de la memoria histórica también está muy presente en este título, y da la sensación de que está dando un aviso: o nos ponemos con este tema pronto o nos podemos arrepentir.

Sí, es así. Para llegar a esta sociedad, con derechos y servicios públicos, mucha gente se dejó los cuernos. Tengo la impresión de que nosotros no estamos esforzándonos; que somos fatalistas, que decimos: ''Psé, si no podemos hacer nada...''. Bien, pues cuando una sociedad cree que no puede mejorar, se derrumba. Es cuestión de tiempo.

No sé si cree que esta cuestión es un tema imperioso que España, como sociedad, debe tratar de inmediato, pero, lo sea o no, ¿hay alguna otra cuestión que usted considere urgente?

La memoria histórica parte en dos el país. Yo creo que lo más urgente que tenemos que solucionar es esta polarización que nos paraliza. Pero eso no se puede hacer sin que hayamos curado nuestra memoria. Sin una memoria común, un país está condenado al odio africano.

Lo siento, pero no puedo despedirme sin preguntarle por las redes sociales. El mismo que un día le hace rt, al día siguiente le mete un rtunfollow

Las críticas las llevo muy bien, pero en Internet hay más insultos que críticas, y más aplausos babosos que elogios merecidos. Tengo espíritu disidente, así que estoy genial fuera de todos los equipos. En esta tierra solitaria te cruzas con los individuos más admirables.