Los dos extremos de la vida, la vejez y la juventud, se retratan en la nueva obra de Víctor del Árbol, Por encima de la lluvia, que presentará esta tarde, a partir de las ocho, en la Biblioteca Salvador García Aguilar de Molina de Segura con motivo de la tercera jornada del ciclo 'Escritores en su tinta'. El autor catalán, recientemente nombrado Caballero de las Artes y las Letras de la Academia francesa, hablará en esta nueva sesión sobre el último viaje de sus protagonistas, Miguel y Helena, y sobre Yasmina, una joven marroquí atrapada entre el rechazo familiar y el social. También charlará con los lectores sobre su trayectoria en el mundo de la novela, al que llegó tras ejercer como mosso de escuadra y en el que ya se ha impuesto con numerosos reconocimientos, entre ellos el Premio Nadal con La víspera de casi todo (2016).

Nunca comienza a escribir si no tiene el título, ¿cómo llegó a usted ese Por encima de la lluvia ?

Tenía muy claro que quería escribir una novela sobre cómo nos transforma el viaje, y precisamente en uno se me sentó al lado en el avión un señor que podía ser perfectamente el protagonista de la novela, Miguel. Cuando empezábamos a descender hacia el aeropuerto de Barcelona, atravesando las nubes, me dijo: «Fíjese usted, estamos volando por encima de la lluvia». Y era verdad. Me pareció una metáfora muy bonita de la vejez, de cuando uno ha vivido mucho.

¿Se llega en algún momento a haberlo vivido todo?

Yo creo que no, y la idea de la novela es esa. Mientras uno tiene ganas siempre nos podemos sorprender a nosotros mismos y sacar algo que ha estado escondido.

¿Por qué escogió la vejez como protagonista?

Me parecía muy interesante explicar la vida desde el punto de vista de personas que han vivido y tienen una visión del mundo y de sí mismos. Es un aprendizaje que muchas veces dejamos de lado en la sociedad en la que vivimos. De todas formas, no es una novela que trate solo de la vejez. En la otra parte del arco está Yasmina, una chica joven que espera lo mejor de la vida, no desde la experiencia, sino desde la ilusión. Es necesario ese equilibrio para entender lo que es la vida.

Con Yasmina trata el tema de la xenofobia. Lo hace, curiosamente, en Suecia, uno de los países considerados los más felices del mundo.

Es que, como escritor y como persona, me lo paso muy bien desmontando prejuicios. Tenemos esa idea de que los países nórdicos son el paradigma de la felicidad, pero todos los movimientos de extrema derecha nos están viniendo del norte de Europa. En Suecia hay un problema muy grande con el auge del nacionalismo, y es por el miedo a perder esa sociedad que ellos creen que tienen, de bienestar. Y la verdad es que, en un mundo globalizado, no se le pueden poner muros al aire. Hay que aceptar al extranjero.

Son movimientos que también están teniendo repercusiones en España.

Es el reflejo de ese miedo. Todos los nacionalismos nacen de un prejuicio. Y el prejuicio es que yo soy mejor que los otros y lo que me pasa de malo es culpa de los demás. Vivimos en el siglo de la demagogia, y un escritor que se considere a sí mismo un hombre del mundo no puede estar a favor.

Usted nunca renuncia a contar historias incómodas.

Es que yo creo que ese es el papel de la literatura. Para entender el mundo y para cambiarlo hay que verlo tal cual es. Por eso he elegido siempre el dolor como raíz de mis novelas.

Me habla de cambiar. ¿Le transformó esta novela?

Sí, muchísimo. Esta novela es un viaje metafórico, pero para mí ha sido un viaje personal muy importante. Me ha ayudado a proyectarme a mí mismo en mi propia vejez.

¿Y cómo le gustaría ser a Víctor del Árbol a los 70?

Como Miguel. Cerrar ese círculo vital donde decir: «Mira, con todas las derrotas que he sufrido, nunca me rendí. Todo lo que llevo dentro intenté vivirlo con pasión». Muchas veces nos equivocamos pensando que el objetivo es llegar a alguna parte. No lo es. El objetivo es vivir intensamente. Como decía mi abuelo: «No le tienes que tener miedo a la muerte, le tienes que tener miedo a no vivir».