Un artista es novel solo una vez. En 2013 apareció de la nada Benjamin Clementine, aparentemente una estrella con un don único y sorprendente: su habilidad sobre las teclas solo era comparable con su peculiar vibrato -comparado en multitud de ocasiones a nivel vocal con Nina Simone-; y su figura sobre el escenario, regia, elegante, y con los pies desnudos, todavía era más enigmática cuando conocías su historia personal.

La afirmación inicial no estaba lejos de la verdad para un joven anteriormente sin techo, guiado por su afán de cantar y actuar; pero a pesar de que solo se pueda ser un artista nuevo una vez, hay algunos que se inclinan fuertemente a no jugar seguro, a no repetirse, prefiriendo renovarse a través del trabajo. Clementine es un claro ejemplo de esta especie; especie única, brillante, y que esta noche despliega sus alas sobre las tablas del Teatro Circo de Murcia en el que probablemente sea el concierto más emocionante de la temporada a orillas del Segura.

Esta es la razón -aunque no es la única- de que el segundo álbum de Clementine, To tell a fly, no sea una mera secuela de su primer trabajo del 2015 ( At least for now), galardonado con un premio Mercury. Ese disco no podría haberse confundido como obra de ningún otro, pero el nuevo álbum tampoco. Aunque difiere radicalmente del anterior, no es menos extraño ni emocionante, ni menos personal. Pero mientras que el primero era una mirada al interior y al pasado, a la historia extraordinaria y corta de la formación del artista, este nuevo trabajo mira hacia adelante y hacia fuera. La experiencia y la personalidad de Clementine no son el tema principal, sino el prisma a través del que ver lo que le rodea.

El primer álbum estaba compuesto por una serie de baladas al piano con estructuras heterodoxas que se desplegaban paso a paso; el segundo persigue otros experimentos a través de una ruta sonora distinguida, hacia un destino similar: donde no se compromete en función del otro la audacia ni la accesibilidad. Es peculiar y emotivo, fascinante. Eso es lo que hace Clementine; eso es lo que hará esta noche en Murcia con los pies descalzos.

Al contrario que la mayoría de los artistas, Clementine se puso a actuar antes incluso de tener una vaga noción de lo que pretendía con su música. Simplemente intentaba sobrevivir. Sostiene que ese atrevimiento artístico le permitió -siendo un joven tímido y de voz suave- cantar y tocar, construyéndose una audiencia con sus actuaciones en vez de recurrir a las apariciones televisivas y a las ceremonias de entrega de premios. Aun así -o por ello- la crítica le adora, el público le ama y él, simplemente, toca, recita. Vive.