Olvídense ya de Mickey Mouse. Y de Goofy, Donald, Blancanieves y Simba. Disney, en esta ocasión, es un concepto, una idea; un ecosistema mágico e irreal en el que más de uno anda perdido. «En 2015 me hice una pregunta: '¿Vive la gente en Walt Disney?'. A raíz de eso empecé a escribir», explica el joven director teatral Emilio Manzano, en una charla con esta Redacción. Él es el principal responsable de La culpa de todo la tiene War Disne,y?, última producción de la compañía murciana Trama Teatro, que tendrá su estreno absoluto este jueves en el Teatro Circo.

Ese 'mundo' surge de la fusión entre la realidad física y la realidad fantásica -ya les avisamos de que no estamos ante una obra al uso-; de nuestro 'yo' real con nuestro 'yo' proyectado. «¿Sabes esa gente que juega a juegos de rol y, cuando apaga el ordenador, se cree que sigue siendo el personaje que controlaba en la pantalla? Pues algo así, lo que ocurre es que yo en este caso lo extrapolo a cómo tú -o cualquiera- te preoyectas, a qué imagen estás dando en las redes sociales y qué es lo que realmente pasa luego con tu cuerpo cuando no te veo», explica Manzano, quien se sirve de una idea del Jean Baudrillard que denomina como 'demostración extensa de la fantasía'.

La culpa de todo la tiene War Disne,y? utiliza este teoría del filósofo francés en relación con el imperio mediático y el sistema de valores implantado por Disney y cómo el uso de las nuevas tecnologías en el mundo occidental ha alterado nuestra manera de comportarnos, proyectarnos y comunicarnos en la realidad física.

«Los principes, las princesas; qué entendemos por el bien y mal; cómo performatizamos los colores -el azul para los chicos, el rosa para las chicas-, los objetos..., o lo que se establece socialmente como lo que tienes que hacer. Siguiendo esta idea, los personajes de La culpa de todo la tiene War Disne,y? están como 'desencaminados' en esa estructura social», explica el joven creador. Por ejemplo, uno de los personajes de esta pieza es una mujer que ya supera los 50 años y que no ha conseguido casarse ni tener hijos, «y ella está mal porque siente como que ha fracasado al no haber entrado en ese patrón que se establece en nuestra sociedad y al que si han accedido sus amigas».

Sin embargo, advierte, «no existe línea argumental. Estamos dentro de una pieza de nuevos lenguajes. Hay una fundamentación, un estudio muy exhaustivo detrás -tanto a nivel filosófico como de esos valores Disney-, pero no es una obra al uso. Son nuevos lenguajes donde convergen distintas disciplinas artísticas y se trabaja para la imagen. Todo lo que te llega como público son estados, cuadros en movimiento». Y no hay un mensaje único. «El objetivo es cuestionarnos dónde estamos y qué estamos haciendo», dice; y cada uno, «en función de sus vivencias», completará la pieza. Porque -una vez más- no estamos ante una obra al uso, y su autor es consciente de ello: «La gente tiene una idea del teatro contemporáneo bastante pesimista, como raro, como que no me va a gustar, que no lo entiendo... Y no hay que entenderlo todo; hay que sentarte en la butaca y disfrutar, ver a dónde nos lleva».

Desde luego, es un riesgo, ¿pero en qué consiste el arte si no en arriesgar? También lo hacen en el apartado técnico, asegura; y con creadores todos «100% murcianos». Proyecciones, sonido, vestuario, iluminación... Y todos trabajan en conjunto para la imagen. «Es una obra total. No se pone en valor únicamente la interpretación del actor; todo está en equilibrio para dar sentido a esos 'cuadros'», asegura. Pero, de verdad, no esperéis ver a Mickey en ninguno.