La fotografía de Juan Manuel Díaz Burgos (Cartagena, 1951) ha prestado siempre especial atención a Iberoamérica y su obra se ha expuesto en multitud de países. Recientemente, ha clausurado en Madrid, en la Sala Canal de Isabel II, Dios iberoamericano, una muestra formada por 70 dípticos narrativos y documentales y diez murales, un ensayo fotográfico diseñado como una confrontación de imágenes de contenido religioso, ritual y simbólico, donde se aprecian similitudes y diferencias entre las manifestaciones culturales de España y Latinoamérica, situando al espectador en el dilema de «desvelar su propio significado». Un proyecto que abarca fotografías realizadas durante 35 años y que ha quedado recogido en un libro del mismo nombre. Además, hasta el próximo 11 de marzo, apadrina en la Fundación Casa Pintada de Mula junto al gaditano Jesús Micó el trabajo de los doce artistas beneficiarios de las becas de investigación fotográfica AliBaBa; una muestra que ofrece ocho miradas enfocadas hacia el cuerpo y otras seis hacia la huerta y que se realizaron durante una residencia entre octubre y noviembre del año pasado en La Postiza.

Díaz Burgos, que ha recibido el premio Bartolomé Ros del Festival PHotoEspaña 2017 y ha participado en el positivado de la obra del fotógrafo peruano Martín Chambi, junto a Juan M. Castro Prieto, entre otros muchos proyectos, interrumpe su atareada agenda para charlar con nosotros antes de volver a emprender otro viaje con el que llenará su mochila «de nuevas experiencias».

P Hábleme de su proyecto Dios iberoamericano.

R Era importantísimo transmitir que no se trataba de una exposición de 150 fotografías donde solamente se muestran aspectos de la religiosidad. Estuve muchos años con este proyecto porque he recopilado fotografías que van desde 1982 hasta 2017. En un momento determinado me di cuenta de los vínculos que reflejaban y relacionaban unas fotos con otras.

P ¿Qué pretende contar?

R He querido enfrentar dos peculiaridades que, en algunos casos, son tan exactas y, en otros, tan diferentes o, incluso, parecidas. Es decir, reflejar la cultura portada de la vieja metrópolis -del Viejo Mundo-, exportada y representada en Europa, y más concretamente en España, y llevada al Nuevo Mundo, representada en América Latina. Mostrar ese mestizaje y esa riqueza que se ha ido transformando o manteniendo como dos gotas de agua.

P ¿Cómo narra esta historia?

R A través de 70 dípticos donde se muestran dos imágenes enfrentadas: una fotografía siempre realizada en España con otra en América Latina, en cualquiera de los espacios donde he trabajado, a lo largo de 35 años que, en concreto en este libro, han sido ocho: México, Cuba, Panamá, República Dominicana, Perú, Guatemala, Colombia y Brasil. Es la observación de mi archivo.

P ¿Puede decirme cómo se plantea este proyecto?

R Muchas veces iniciamos proyectos a través de una idea ya concebida y la vas desarrollando, pero en este caso ha sido a la inversa: una idea puesta al servicio de un trabajo ya prácticamente realizado. No se trata de fotos sueltas, sino de dos imágenes que hablan, entre las que hay un diálogo. Y en este ensayo fotográfico -narrativo y documental- a través de la composición de los dípticos, intento situar al espectador en un dilema, que es el de desvelar su propio significado. Solo rompen esta dualidad los murales, que pretenden dar un descanso visual.

P ¿Cómo definiría su fotografía?

R La fotografía tiene mil herramientas, mil recursos para tener un lenguaje propio y un documento. Me tengo por un documentalista y mi fotografía es humanista, pero no desde la vertiente de ir fotografiando fríamente todo lo que el hombre ha hecho, sino quizá desde una crítica hacia el propio ser humano, buena o mala, positiva o negativa, pero que no me deje impasible.

P ¿Refleja la realidad?

R Evidentemente como fotógrafo transformas la realidad, porque, quieras o no, la fotografía es subjetiva. La podemos cambiar incluso con los pies de foto, por eso nunca pongo más información que el lugar y el año de la toma. Mis fotos siempre las documento así. Lo demás queda a criterio del espectador.

P ¿Y qué pretende provocar en él?

R Trato de que se emocione, para bien o para mal, pero que saque una conclusión de la propuesta que le hago. Si la gente que entra a ver mi fotografía sale de la sala sin entender nada de lo que ha visto y absolutamente fría, evidentemente he fracasado. Digo lo que a mí me emociona y tomo la fotografía como una manifestación de emociones. Trato de transmitir eso; y digo trato porque significa que puede lo consiga o no, para eso está la gente que es espectadora y se puede formar su propia opinión y decirte si está o no conseguido. No busco la belleza. Creo que buscar la belleza en los aspectos de la fotografía que hago es ya arcaico.

P Sus trabajos también tienen un componente irónico.

R Se hace más evidente en trabajos como Historias de playa. En Dios iberoamericano la hay, pero no en todas las fotos. Por supuesto, nunca trato de faltar al respeto -siempre desde el máximo respeto a todas las creencias-. Esa ironía se observa en ejemplos como la escena de unas mujeres guatemaltecas portando el trono de la Virgen y, al fondo, se ve el cartel de Pollo Rey, una cadena de restaurantes de comida barata que había en 1992 en Guatemala; o en la foto de Moratalla, en la que aparecen una serie de personajes donde se aprecian los símbolos más patrios, como la cabeza de un toro disecado o la bota de vino y posan detrás de la barra de un bar. Todas tienen una connotación.

P Pero dice que en sus fotografías no busca la belleza.

R Esos guiños son los que yo aprecio en mi fotografía. Puede haber una foto bella desde el punto de vista fotográfico en cuanto a luz o ambiente. Ese capirote de Úbeda tirando incienso por la calle pero observado desde la reja de un convento de monjas; dos caras asomadas en ese ambiente oscuro. Es una foto bella en lo que se refiere a la elaboración, pero siempre quiero dar un paso más allá porque seguramente si en la foto no estuvieran las caras de esas novicias entre esas rejas, para mí hubiera carecido de valor. Son maneras de mirar y esa es la mía.

P ¿Por qué fotografía en blanco y negro?

R Porque entendía en su momento que el color no aportaba nada nuevo, incluso que restaba a la fuerza intrínseca de lo que estaba queriendo decir. En este caso, ¿tú realmente crees que el color hubiera aportado algo a esa foto que acabo de narrarte? No hubiera tenido la fuerza dramática que tiene en blanco y negro.

P Y en la actualidad, ¿utiliza el color?

R Ahora veo la justificación del color para ciertos trabajos. Te puedo decir que en mi cartera hay unos cinco proyectos que estoy elaborando, de los cuales tres son en color. Creo que es una herramienta más que hay que tocarla, pero siempre con una justificación.

P ¿Qué proyectos tiene previstos en América Latina?

R Hay muchos países, pero hay cuatro que conforman el eje vertebrador de mi obra fotográfica: Perú, al que le debo una exposición -tengo cuatro o cinco viajes y es uno de mis proyectos pendientes, que espero acabar de aquí a un par de años-; México, otro país al que quiero muchísimo y del que tengo un par de cosas muy interesantes; y, sobre todo, El Caribe, República Dominicana y Cuba, especialmente La Habana.

P ¿Qué es lo que le mueve a salir a fotografiar y a volver año tras año?

R La posibilidad de emocionarme. Tengo que decir: «Voy a salir a fotografiar» y sentirme fotógrafo. Si no disfrutara de mis fotos no las haría. Utilizo la fotografía como una redención, pero de la alegría, de reencontrarme con la vida a través de mis semejantes, de lo bueno, de lo malo, de lo que ellos me vayan ofreciendo.

P ¿Nunca sabe qué va a fotografiar?

R En trabajos más conceptuales como Trópico de Cáncer puedes salir con una idea y hay una complicidad. Cuando salgo a fotografiar voy con un montón de fotos ya en mi cartera, no parto de cero. Voy a hacer fotos a algo concreto, pero no sé lo que me voy a encontrar, porque la fotografía que hago en la calle no la puedo manipular ni preparar. Cuando realizaba el proyecto Deseo iba por La Habana buscando parejas en actitud amorosa; una mirada furtiva, un beso, un abrazo. Eso hay que salir a buscarlo. En la más reciente ocurre igual: son fotos que he ido haciendo a lo largo de mi vida en Perú, en Murcia, en Sevilla, en Panamá, en Úbeda o en México, entre otros.

P ¿Cuándo da por finalizado un proyecto?

R El día que vaya y no haga más fotos diré: «Aquí he acabado»; así acabo todos los proyectos. En Malecón de La Habana -que hice en dos o tres años-, llegó un momento en el que, tras doce horas paseando, me quedé ciego; ya no veía nada nuevo y ese es el momento de terminar un trabajo.

P ¿Cuáles son sus referentes?

R En América Latina puedo hablar de la Escuela de Cuzco y, en concreto, de Martín Chambi y Casasola, que han sido verdaderas fuentes de inspiración y lo siguen siendo. La fotografía mexicana, hoy en día, ha dado gente maravillosa y muy buena. En España, la Escuela de Madrid y todos los que participaron de ella. Para mí cabe destacar a Francesc Català Roca, el gran fotógrafo que ha tenido este país -y ha tenido muchos y muy grandes-. Otra persona que ha hecho mucho por nuestra fotografía es Publio López Mondéjar, fotohistoriador. La historia de la fotografía en España ha dado excelentes fotógrafos. Nada más empieces a investigar ya te sale un Fernando Navarro en Totana, entre otros.

P ¿Y cómo ha experimentado el cambio del analógico al digital?

R No ha sido difícil adaptarme al digital. No hay más remedio que hacerlo, porque no va a ir uno a contracorriente, lo que no quiere decir que no siga utilizando todavía negativo, pero cada vez con menos agilidad.

P ¿Cómo es su exposición soñada?

R [Suspira] Cualquiera de las que hago con el mismo cariño. Esta última ha representado mucho por el lugar donde se ha realizado. Exponer en el Canal de Isabel II es un sueño y no es fácil de conseguir. También hice un trabajo sobre mi calle, mi infancia y adolescencia. Estuve varios años viendo cómo dar forma a esos recuerdos de una manera fotográfica; fue muy emotivo [En alusión a la exposición Calle del Ángel. 1951-1964, exhibida en el Muram y en el Palacio Molina de Cartagena a principios del 2017]. Cada uno de mis trabajos está concebido de manera diferente.

P ¿Cuál es esa fotografía que nunca ha hecho?

R No me preocupa. Al principio sí perseguía eso, pero cuando superas esa etapa y sales a fotografiar con tu propia mirada, estás expectante a lo que te pueda regalar el momento, una casualidad, ese instante mágico.