Tras un periodo de ejecución en papel, José Antonio Torregrosa García 'Torregar' (1978) retoma los grandes formatos en madera que caracterizaron gran parte de su producción anterior. El pintor ceutiense, ecléctico y con un estilo en constante evolución, nos cuenta en una visita a su taller -a escasos minutos a pie del Centro de Arte La Conservera, en su ciudad natal- que tiene previsto realizar dos exposiciones individuales en la Región en los próximos meses: en el Museo Regional de Arte Moderno (Muram), de Cartagena, y en las Casas Consistoriales de Mazarrón, y que está preparando una instalación que podrá visitarse en la Capilla del Rectorado de la Universidad de Murcia, donde es profesor.

En la entrada, unas cajas de cartón cobijan unos soportes de grandes dimensiones y, frente a nosotros, majestuoso, el retrato de su abuela Victoriana y una gran despensa donde guarda, de manera minuciosa, multitud de pigmentos.

Su despensa es muy interesante.

En ocasiones, elaboro mis propias pinturas, que mezclo con tinta china, aceites, barnices o nogalina.

Es un inventor.

[Ríe] Forma parte del proceso. Me gusta experimentar con la materia, pero hay que minimizar los riesgos. Con los barridos ocurre que te la juegas; te juegas el resultado final del cuadro en los últimos cinco minutos.

¿Qué significado tiene el color?

Es un elemento muy importante porque admiro a los impresionistas y postimpresionistas. La pincelada es el todo -la mínima expresión- y a través del pincel se produce esa unión del artista con la obra. Además, para hacer una valoración tonal no me circunscribo a una misma escala de grises: más claro, más blanco; más oscuro, más negro. Eso es una visión reduccionista de la pintura.

Entonces, ¿cómo establece las luces y las sombras?

A través de parámetros como colores complementarios, fríos, cálidos, luminosidad o saturación. Juego con esa idea para crear volumen.

¿Puede hablarme del concepto de identidad en sus colecciones?

Guarda relación con el retrato. Investigué el binomio individuo e identidad: cómo van asociados y, en ocasiones, se disocian. Inicié un proceso de aproximación al ser humano a través de retratos de cuerpo entero. Después acoté lo representado y lo centré en el rostro. Por último, prescindí de la piel o la nariz para hacer cuadros en los que solo aparece una boca.

¿Y qué aporta esa descontextualización?

Es un juego con el espectador, una metáfora visual. Aplicamos una figura literaria como es la sinécdoque [la parte por el todo]. Siempre asumimos que el retrato está representado por la totalidad del rostro, pero puede ser una parte -una boca o un ojo-. Reconocemos a la persona únicamente por uno de sus rasgos.

Concibe también el retrato a través de la máscara.

Volvemos a la cuestión de la identidad, aunque la máscara en este caso representa un concepto vacío. Me cautivó el relato de Borges El espejo y la máscara. Tiene que ver con la imagen que intentamos proyectar a los demás. Supongo que va implícita mi pasión por estos objetos.

¿Cómo se enfrenta al cuadro?

Soy muy caótico, no sigo un criterio. Intento trabajar las obras por series para limitarme porque entiendo el arte como un proceso continuo de experimentación a nivel procedimental. Hago un ejercicio de contención para que mi obra tenga cierta coherencia. A veces la idea no surge de la reflexión, sino de una atracción momentánea, de una intuición. Y un solo cuadro te lleva a realizar un gran proyecto que incluye varias colecciones.

¿Series como Infernum ?

Sí, porque tuve la necesidad de captar algo que es mutable e intangible. Infernum es una extensa investigación sobre la simbología del fuego, convertida en un gran proyecto sobre los cuatro elementos de la naturaleza en el que sigo trabajando.

¿Cómo conecta con la obra?

A veces lo único que se interpone entre el artista y el cuadro es el pincel, pero hay un momento en que no quieres que haya nada entre tú y la pintura [Señala un soporte de la serie del fuego pintado con los dedos]. En ocasiones, tengo que concentrarme y retomar un poco esa idea de lucha. Me encanta pintar, pero me marco unos objetivos y cuando no soy capaz de cumplirlos es frustrante. Unas veces te vuelves triunfante a casa, pero otras el cuadro puede contigo.

¿Qué le inspira para pintar?

La inspiración surge de la observación, aunque tiene que existir una base de Historia del Arte. Siempre me ha gustado el arte clásico, los escultores griegos y romanos, el Barroco o artistas contemporáneos como Anselm Kiefer, Nicola Samori o Bernardí Roig, por citar algunos. En ocasiones, la inspiración es consecuencia de los libros que leo o la música que escucho.

¿Sus obras tienen mensaje?

Hay intencionalidad y a nivel conceptual existe un punto de partida, pero es el espectador quién tiene que interpretar las obras como considere oportuno. Quien está dispuesto a exhibir una obra de arte se expone a sí mismo. Proyectas tus sentimientos, lo que eres; es difícil disociar una cosa de la otra.

¿Qué vamos a encontrar en próximas exposiciones?

Una revisión de dos elementos, el fuego y el mar. También figuras clásicas, que muestran preocupación por el paso del tiempo y, en cierto modo, por la conservación. Por último, estoy preparando una instalación.