El continente africano es diferente. Sí, todo lo ajeno no es distinto a aquello a lo que estamos acostumbrados a ver, pero el trozo de tierra que se levanta más allá del Estrecho no es como los demás pedazos de tierra; tiene algo mágico, ritual, algo que atrapa y te seduce pese a la crudeza de sus imágenes. Algo así debió sentir Manolo Belzunce cuando lo visitó por primera vez. Desde entonces -y hace ya varias décadas de aquello-, el pintor lorquino no ha hecho más que regresar allí, unas veces en persona, en físico, y otras en pintura, en alma.

En alguna ocasión ha reconocido que le da «miedo» poder repetirse, pero da la sensación de que el magnetismo que África ejerce sobre él es más potente que cualquier qué dirán. Y lo cierto es que, cada vez que Belzunce nos 'muestra' sobre un lienzo sus recuerdos del continente negro, su pincel ofrece nuevos matices al espectador.

En esta ocasión, Belzunce ha preparado para el Palacio Consistorial de Cartagena una exposición que recoge algunas de las obras que ha ido realizando tras sus viajes, y el nombre que le ha dado a esta colección no deja lugar a dudas sobre esa fascinación de la que hablábamos y que hoy vuelve a trasladar a quien le interese: África forever.

«Pasear por África de la mano de Manolo Belzunce es un privilegio para los sentidos. El pintor lorquino, uno de los máximos exponentes del arte en nuestra Región, no deja de sorprendernos con su constante renovación, y esta exposición no es una excepción», explicó Ana Belén Castejón, la alcaldesa de la ciudad portuaria, a la que Belzunce ha vuelto a impregnar con el olor, el sabor y el color de un mundo que se antoja casi irreal, pero que casi se puede divisar si alzamos un poco la mirada.

Cada una de las piezas expuesta refleja la pasión por la vida que allí reina y que Belzunce se ha traído de sus viajes como el mejor de los regalos. Una vitalidad que muestra a través de los gestos que recrea, la composición de los cuadros y el color -merece la pena insistir en este pintor-, en los que están impregnadas las sensaciones que vivió allí. Ocres, amarillos, verdes..., pero también azules, de aguas cristalinas, de mares de pescadores, de ríos.

Y es que Belzunce muestra esa África y aquella; la que imaginamos, la que intuimos y la que no, la que hay que descubrir, la que hay que vivir como él la ha vivido, la que marca. Afortunadamente, el lorquino tiene la capacidad para hacernos llegar una pequeña parte de esa otra parte.

La muestra se podrá visitar hasta el 18 de febrero de 2018, pero no duden de que Belzunce volverá -ya sea en físico o en óleo-, porque Belzunce, a África, siempre vuelve.