Compromiso. Con sus ideas, con el teatro y con su público. Sin miedo, y siempre desde el humor, pero dejando clara su postura, posicionándose, e intentado ofrecerle a sus espectadores algo más que «media hora de diversión». Sobre estas bases se asienta Los caciques, la nueva obra de Alquibla Teatro, que este jueves regresa «a casa», al Romea.

«Teníamos muchísimas ganas de volver. Hemos crecido en este teatro, hemos madurado, hemos envejecido incluso sobre las tablas de este escenario», recuerda Antonio Saura, director artístico de Alquibla y uno de los principales responsables de este nuevo espectáculo de la compañía murciana, que permanecerá en el Romea hasta el próximo domingo.

En esta ocasión, Alquibla lleva a escena una versión -a cargo de César Oliva- de «uno de los grandes textos del siglo XX», según Saura: Los caciques (1920), de Carlos Arniches, una obra sobre la que pesan casi un centenar de años pero que, sin embargo -y tristemente...-, se acomoda a la perfección con los tiempos convulsos que atraviesa nuestro país. La acción transcurre en un pequeño pueblo llamado Villalgancio, localidad que don Acisclo y sus secuaces -instaurados como la única autoridad desde hace años- dirigen a placer, manejando la economía local como si fuese doméstica y dejando tras de sí un reguero de corrupción y cohecho con todo tipo de sobornos a sus espaldas. Solo la inminente visita de un delegado del Gobierno -que debe inspeccionar las cuentas del municipio-será capaz de alterar el caciquismo imperante en Villalgancio y el modus vivendi de Acisclo y compañía. Y aquí llega el desmadre: la casualidad querrá que Pepe Ojeda y su sobrino Alfredo, que llegan al pueblo por cuestiones de faldas, sean confundidos por los gobernantes con los emisarios nacionales, lo que originará todo tipo de confusiones y situaciones «delirantes, muy cómicas y divertidas».

«Más allá del humor, el trasfondo profundo que mantiene esta obra nos lleva a la denuncia de este mal sistémico, la corrupción, que está instaurado en todas las instancias de este país desde hace cien años y que la gente empieza a ver con normalidad. Nosotros -continúa Saura-, desde la intención cómica que tiene el espectáculo, que tiene el texto, hemos trabajado con la idea de que lo grotesco es un tipo de humor mucho más profundo, ideal para tratar un tema serio y de candente actualidad como este».

Alquibla, que, a diferencia del original -ambientado en los primeros años veinte, tiempos de la monarquía de Alfonso XIII-, desarrolla su espectáculo en 1932, en plena Segunda República -con el objetivo de ubicarlo en un «espacio puramente democrático»-, tiene como objeto dotar a aquellos que acudan al Romea de la capacidad de «posicionarse políticamente» ante esta lacra, independientemente de la cuerda ideológica, como hizo su autor: «Arniches demuestra un sentido del compromiso inusual para un hombre como él, que era moderado, pero que criticaba de forma incisiva ese caciquismo corrupto».

Además, esta obra guarda para Saura un componente nostálgico. «Allá por el ‘82, en Algezares, participé en una representación de Los Caciques, interpretando precisamente a don Acisclo. Tendría 17 años, porque no me recuerdo con carnet de conducir. Por aquel entonces Alquibla ni existía, y yo todavía no me dedicaba profesionalmente a esto. Sin embargo, es una obra que se ha quedado grabada y señalada en toda mi trayectoria, y necesitaba volver a ella, echar la vista atrás y recordar cómo empezó todo, esta pasión, esta locura por el teatro», recuerda.

Esta vez lo hace arropado por Alquibla y en coproducción con el propio Teatro Romea, pero, sobre todo, con un equipo sin igual, con Manuel Llamas como don Acisclo, Julio Navarro y Alberto García Tormo como Pepe Ojeda y Alfredo y Esperanza Clares como Eduarda, entre otros: «Estoy absolutamente entregado y rindo mi más profunda admiración al pedazo de reparto con el que hemos contado para este espectáculo, con su nivel de compromiso, de entrega, y su preparación. Es una suerte tenerlos, y los buenos resultados llegarán seguro gracias a su trabajo». De hecho, Saura es ambicioso, y cree que, en vistas del buen ritmo de venta de entradas, agotarán localidades en sus cuatro funciones.

No es para menos, pues el camino recorrido por la compañía para llegar en buenas condiciones a este estreno absoluto no ha sido fácil: seis horas diarias de ensayo durante cinco días a la semana desde el pasado 11 de septiembre y que en los últimos quince días se han llevado a cabo en el Auditorio Municipal Miguel Ángel Clares de Algezares, donde se han perfilado los últimos detalles para que la obra llegue mañana al Romea «muy terminada, muy redonda».

Políticos y escenario de cartón

Los caciques respeta una de las máximas de Alquibla, un estilo y un lenguaje propio que forma parte de la compañía desde su fundación en 1984. «Siempre nos hemos movido a caballo entre la innovación y la tradición: nos apoyamos en elementos contemporáneos, pero hay un respeto absoluto a las claves más tradicionales del teatro. Ni somos radicalmente clásicos ni modernos, sino que nos movemos en un equilibrio difícil, porque imbricar todo esto a veces cuesta mucho trabajo y es un esfuerzo extra en cuanto al tratamiento de los personajes o la puesta en escena», señala Saura.

Esta vez, el vestuario, de época, se da la mano con un espacio escénico «absolutamente contemporáneo; y no chirría, sino que se fusionan y participan el uno del otro perfectamente». Saura habla del trabajo de Fernando Caride, quien juega con elementos construidos en cartón como metáfora de la falsedad y el engaño. Todo esto, acompañado de una banda sonora movida al ritmo de los pasodobles de Salvador Martínez.