Fue Jelly Roll Morton quien dijo: «si no consigues poner aderezos españoles en las melodías, nunca tendrás el aliño adecuado para el jazz». Ese célebre «toque español» es lo que Corea redefinió años más tarde como 'spanish heart', y su latido se escuchó nuevamente con placer.

A sus 76 años, Chick Corea no ha perdido su entusiasmo por la música, siempre dispuesto a tocar, a colaborar, ya sea en nuevos proyectos o en reuniones con viejos amigos. El batería Steve Gadd tocó con él en Return To Forever, y fue parte de muchos de los proyectos más importantes del pianista en los 70. Ahora juntos han formado la Chick Corea/Steve Gadd Band, para la que han reunido un soberbio grupo: el americano Steve Wilson a la flauta y saxos, el africano Lionel Loueke a la guitarra (uno de los artistas más originales y versátiles del momento, capaz de entablar con Corea los diálogos musicales más frenéticos y perfectos), el cubano Carlitos Del Puerto al bajo, y el venezolano Luisito Quintero a la percusión; y han grabado un nuevo álbum, Chinese Butterfly. Ante una sala repleta, el tecladista y el baterista cumplieron con lo que siempre se espera de una banda de Corea: un grupo ajustado y exuberante, con un material musical que incluyó nuevas canciones, viejas canciones y hasta una versión nueva de una vieja canción

El Batel estaba repleto: una cola nos sorprendió para entrar, motivada por un retraso en las pruebas de sonido. Y una gran ovación recibió a Corea y su equipo, que, con las luces de la platea encendidas, comenzaron con Night Streets, del álbum My Spanish Heart (1976), empapado de latinidad. Abrió Corea, al piano eléctrico, tocando un solo sobre el ritmo ágil de la sección rítmica, antes de entablar un diálogo con el saxo soprano de Wilson. Gadd y Quintero crearon inexorables cánticos percusivos, complementados por Del Puerto y Loueke, cambiando los ritmos mientras avanzaban los solos„primero Corea, melódico al teclado; luego Wilson con un vertiginoso solo de soprano; Loueke con mucha distorsión; luego Corea recapitulando algo más moderado, antes de agarrar un cencerro para acompañar al final, con la sección rítmica entrando en combustión.

Serenity, balada al estilo de Bill Evans del nuevo álbum de Corea/Gadd donde el compositor se cambió al piano acústico. era más meditativa, como sugiere el titulo. La apertura fue un lucimiento de Corea tocando rápido, inventivo y maravillosamente melódico, mientras Gadd con las escobillas y Quintero con artefactos variados pintaban una delicada samba adornada con la flauta de Wilson, la voz de Loueke y un solo de Del Puerto.

También del nuevo álbum tocaron una pieza de John McLaughlin, Chick's Chums; Gadd, al ir a presentarla, se adelantó, y por error introdujo Return to ferever, que vendría luego. Con un redoble montó un ritmo de desfile neorleanesco para enmarcar el funky de Corea al teclado, cada golpe tan claramente articulado que podrías fijarte solo en él si quisieras, con un feroz duo a cargo de Loueke y Gadd.

Ya en el tramo final tocaron Spanish Song, que incluye una sonata para piano a lo Scarlatti, en la que Corea expuso toda su musicalidad, sostenido por un estilizado tempo de bolero. Entretenida, melódicamente lineal y con un exuberante solo del bajista.

«¿Queréis salir a estirar las piernas, tomar algo...», bromeó Corea, antes de una larga versión nueva de -ahora sí- Return to Forever, la canción que compuso en 1971 para su influyente banda del mismo nombre. Empezó como una serie de sonidos apenas insinuados para luego tomar impulso y adquirir un centelleo psicodélico o progresivo antes de desacelerar. Corea hizo una intro con el sintetizador que sonaba a ciencia ficción inquietante, complementada por Loueke y Wilson a la flauta, ritmos abstractos expresionistas de Quintero y susurros con las escobillas de Gadd, un dechado de imaginación y precisión, que viró al funk en cuanto Corea inició una animada improvisación. Loueke también cantó, haciendo que su voz se convirtiera en otro instrumento. Siguió más algarabía, y luego un luminoso solo de soprano impulsado por las interpolaciones de estilo Monk de Corea, que se marcó un dinámico solo de teclado, alimentado con la energía del incansable Gadd. Sonaba como una charla entre viejos amigos musicales. Loueke a menudo utilizaba efectos electrónicos procesados con su guitarra, que sonaba como un sintetizador vintage. Y cuando él y Corea tocaban juntos, parecían dos teclados. Corea fue un amable anfitrión durante toda la velada, y en el bis, Spain, con la habitual intro del Concierto de Aranjuez al piano, Gadd (con escobillas) y Quintero establecieron un ambiente de samba, mientras Corea desarrollaba una apertura abstracta al piano, insinuándola gradualmente antes de asegurar el tema. Wilson estuvo pletórico en su solo al saxo alto, intercambió ideas con Loueke, y luego dieron paso a los co-líderes. Tras unos momentos de llamada-respuesta con el público, la velada llegó a su final.

Una lección urgente y sucinta de jazz puro, con generosos capítulos dedicados al relato improvisado. Chick Corea, con ese aspecto de reportero de la guía Pilot, nos despertó los sentidos fibrosos del jazz.