En los momentos más duros, más extremos, más crueles, más brutales, más penosos, el ser humano encuentra una fuente de conciencia social y humanitaria que se escapa de toda razón. Entran en juego los sentimientos más internos y amables de las personas, y aparecen una vez más las muestras más solidarias que se muestran en las situaciones más adversas que nos pone la vida ante nosotros.

Ya sea en atentados terroristas o en catástrofes naturales -como las que están sucediendo estas últimas semanas en Norte y Centroamérica-, nos nace sacar algo que llevamos muy dentro y que realza de una manera sobrenatural el valor de las personas.

Es maravilloso sentir y ver cómo se movilizan los pueblos, las ciudades y los países con sus vecinos y conciudadanos cuando algo tan terrorífico como lo que está sucediendo muestra su cara. El ser humano apoya, comprende, colabora, participa y ayuda en situaciones extremas; se involucra y se vuelve generoso sin medir ni pedir nada a cambio. Socorrer y acompañar a los más necesitados en estos casos es algo que llevamos dentro.

Nuestro país es un ejemplo increíble de solidaridad; nos ponemos la camiseta de la protección a los más débiles sin pensar. Nuestra historia más reciente nos lo demuestra, y es algo que siempre debemos elogiar y resaltar.

Sigamos siendo así y seámoslo en los detalles del día a día. Cada uno de nosotros, en la medida que podemos, siempre implicamos a nuestra actitud para desarrollar un aspecto de conciencia social que olvidamos cada vez que todo se normaliza. Los rencores, las envidias, los odios, las rivalidades, etc., deberían taparse; sin embargo, también están muy al acecho.

Desde este humilde púlpito, me sumo a las muestras de solidaridad para todas aquellas personas que necesitan ayuda hoy y mañana.