Ramón Serrano obtuvo un triunfo memorable en su debut con picadores. El escenario (la Plaza de Murcia, el marco de sus entrenamientos), la fecha (Feria de Septiembre), el resultado (tres orejas) y las dificultades (dos novillos muy exigentes y una lesión de muñeca de la que apenas está recuperado).

Ramón sorprendió a quien no lo tuviera visto y confirmó a quienes sí sus grandes posibilidades. Por concepto, por estilo y, sobre todo, por valor. Desde un punto de vista formal tiene muchas cosas de Manzanares, y aunque su trazo debe ganar en longitud, la base sobre la que tiene que crecer está: el corazón que bombea y permite respirar y pensar delante del toro.

La novillada de El Parralejo no fue sencilla. Tuvo temperamento y no siempre claridad. Hubo un gran primer novillo, un castaño que embistió incansable a la muleta de Toñete que, a pesar de tener oficio, tuvo que emplearse a fondo para que no lo desbordara. El cuarto tuvo genio y poco fondo y, cuando Toñete le pudo, le dejó meterse con él en corto en un arrimón meritorio. El segundo tuvo tanta calidad como poquita fuerza y Fran Ferrer le pegó muletazos buenos, pero el novillo perdió las manos demasiado y la faena, bien tirada, no pudo coger vuelo. El sobrero que salió en quinto lugar dio la sensación de embestir con la vista cruzada. Fuertes las hechuras, seriedad en los pitones y una forma de embestir viva para revolverse. Fran, que hizo un esfuerzo, solventó la papeleta por encima de lo que se podía prever dadas las complicaciones del novillo.

Toñete, que había perdido una oreja del primero de la tarde con el descabello, puso en serio peligro por el mismo motivo la que terminó paseando del cuarto. Y Fran Ferrer se dejó con el estoque de cruceta en el quinto lo que había ganado merced a una estocada muy defectuosa en el segundo.

Así las cosas, Ramón Serrano iba a acaparar al final de festejo todos los elogios. Sorprendió ya queriendo hacer un variado saludo al novillo del debut, que casi lo arrolla al echarse el capote a la espalda; le hizo un quite por caleserinas a ese mismo novillo; y se quedó más quieto que un poste en el inicio por estatuarios, en el que el novillo le pasó rozando la taleguilla dos veces. Enfribrado Ramón, explotando el pitón bueno del novillo, que fue el derecho. Y arriesgando al entrar a matar recibiendo.

Pero si las sensaciones habían sido buenas en ese, su primer turno, con el sexto iba a convencer definitivamente. Bronco de salida, manso en el caballo, doliéndose en banderillas y arreando fuerte, cuando Ramón cogió la muleta todo pintaba bastante feo. Pero el maestro Liria le aconsejó que se fuera a los medios a buscarlo y que confiara, que el novillo quería romper (esas fueron sus palabras). Y Ramón, que tiene oídos para escuchar y corazón para ejecutar, le puso la muleta por delante con la mano derecha y el del El Parralejo, con mucho carácter, como enfadado al principio pero por abajo, la cogió y repitió. Y en la primera tanda ya tenía Ramón Serrano un lío formado. La faena tuvo la virtud de la firmeza, expresión de buen torero y la tensión de la ligazón forzada, del aguante. Hubo emoción. Y hubo jaleo serio en los tendidos. La faena, además, tuvo la medida justa. Ni una tanda de más ni una de menos. Y una estocada efectiva de espectacular efecto que desató un clamor en el tendido, como de haber descubierto a un torero.