Varios y decisivos cambios: nueva dirección (el festival ha salido a licitación pública), nuevo emplazamiento, un presupuesto desahogado. Lejos quedaron aquellos B-Sides con grupos como Happy Mondays, The Charlatans, Echo and The Bunnymen, Heavy Trash…, que sorpresivamente nos encontrábamos en el cartel. Su lugar fue ocupado por los dinosaurios mainstream que tocaban en todas partes y consumían mucho presupuesto.

Pero, ¿por qué el empeño de tener cada localidad su festival indie? ¿Por qué indie y no ska o blues? Al final el B-Side siempre me ha parecido más un apéndice de las fiestas de Molina que un festival indie, pero que nunca terminaba de romper y entusiasmar a la gente de fuera. Nunca entendí muy bien su sentido. Me cuesta entender lo de la batucada y lo del plástico cubriendo el césped artificial, y resulta difícil de aceptar las colas (kilométricas en los aseos). Ya desde la entrada, una sola taquilla hacía presagiar lo que ocurriría en el interior.

El caso es que uno va a los festivales a divertirse, y no se fija mucho en lo demás, pero, pese a haber diseñado un cartel atractivo, el B-side no superó la barrera de los cinco mil asistentes, y no alcanzó ese clímax de magia que haga recordarlo en el futuro. Habrá que mejorar para el siguiente.

Un concierto de Los Planetas es siempre motivo de expectación. Había sed de Planetas. Que Los Planetas son el mejor y más exitoso grupo de la independencia española es algo que todo el mundo sabe; lo que sólo los iniciados conocen es la ilimitada capacidad de estos granadinos para tocar la fibra sensible. Sus seguidores son la prueba más palpable de que Los Planetas son fondo y forma; y tienen calidad y credibilidad de sobra. El resto es cuestión de gustos, y sobre todo de fidelidad.

Introdujeron su concierto con una versión orquestal de Había una vez un circo, seguida por el saludo de J («¿cómo están ustedes?»), que pudo sonar provocador. Dieron un concierto de repertorio ‘corto’, de festival; una actuación, sin embargo, intensa, que permitió rememorar algunas viejas grandes canciones del grupo y disfrutar de algunos momentos especiales. Su repertorio daría para hacer un concierto lleno de himnos coreados por todos, pero los Planetas nunca han sido un grupo complaciente.

Extender una paleta de sonidos

Por otro lado, se agradece que un grupo que lo tiene todo tan a tiro se dedique a expandir su paleta de sonidos con tonos nuevos, crescendos épicos, fandangos escalofriantes. Tocaron algunas canciones de su último disco, Zona temporalmente autónoma (Islamabad -de lejos lo más interesante de su reciente nuevo trabajo-, Espíritu olímpico), y las miradas al pasado llegaron con Segundo Premio, David y Claudia, Santos que yo te pinte, Corrientes circulares o De Viaje, con la que se despidieron, dejando fuera Un buen día o Pesadilla en el Parque de Atracciones. También se sumergieron en su producción más experimental sin apenas concesiones a estribillos populares (Alegrías del incendio). La comunión era total. Lejos ha quedado su ‘currorromerismo’.

Los Planetas han logrado una capacidad de síntesis envidiable, ajustando al máximo sus dos facetas más interesantes: la experimental y la pop, sin perderse. La bruma que envuelve sus canciones está trazada con pulso por estos arquitectos del clímax, que terminan alcanzando el estado de ingravidez e invitan a viajar al público (casi teletransportado). Todo encaja en su universo: la música (ensoñador y rítmico pop psicodélico) y la actitud. J domina el escenario casi sin moverse, y no sólo han acabado con la reputación de grupo de excesos y actuaciones desastrosas, sino que además cuentan con un buen puñado de canciones clásicas que hablan de experiencias semejantes a las proporcionadas por esos sueños extraños de los que a veces uno despierta involuntariamente. El público asistió a una sesión de narcosis psicodélica y no se liberó hasta la vibrante recta final.

Los Planetas son lo mejor si te gustan Los Planetas . Están los que los aman y quienes se cansaron de ellos, quienes los veneran y los que quitaron las velitas de su altar. Están los que no los entienden y quienes no los conocen. Me cuesta entender que haya quien aún juzgue la voz de J comparándola con la de un Bisbal. Ni la voz es la misma y menos la actitud. Conservan la rebeldía, el desamor, la emoción, la desazón, la transgresión, el inconformismo, la rabia, la frustración… Quizá han tensado ese ímpetu sonoro cuando apelan a su lado más ‘jondo’, pero sus letras siguen mordiendo el corazón y pegando bocados a las creencias de la sociedad actual.

Un paso por delante

Su directo no dejará de tener detractores, pero están un paso por delante, y sospecho que cuando falten algún día, todos les echaremos de menos. Se fueron De Viaje en su cohete espacial, pero siendo cabeza de cartel podrían haber tocado más tiempo. Habrá que verlos de nuevo en sala.

Precedieron a los Planetas Cala Vento, el dúo catalán que aún con poco público hicieron una actuación plena de sinceridad. Los pocos seguidores les despidieron coreando su nombre. Siguieron Neuman, que en unos días publican nuevo disco, Crashpad, tras estar tres años sin parar de girar con If, su tercer disco largo. La prensa especializada cataloga a Neuman como grupo de shoegaze y post-rock, pero el sonido en los discos que han publicado ahora es diferente: están más en un pop rock del que brotan sentimientos que van a la nostalgia y al amor.

Neuman arrancaron con Still on time; siguió Tell You, con un sonido espectacular, y sin mediar palabra enlazaron Hell y By Fear/Hi Love. La voz y las guitarras sonaban con tal nitidez, y ese teclado le da tal intensidad a las canciones que era imposible no sucumbir a sus encantos. A su hija Ingrid dedicó Paco Román, cantante y líder, su tema favorito de If: Too Pretty, y por fin estrenaron un único tema del nuevo disco, All that matters, puro Neuman. Sil Fono estremeció, y Turn it lanzó las campanas al vuelo.

Ofrecieron un concierto entre la distorsión de las guitarras, la voz honda de Paco y multitud de registros sonoros, que crearon una atmósfera especial, una sensación que lo envolvía todo. Uno de los mejores directos de la actualidad. También habrá que esperar a la presentación del nuevo disco, pero todo hace sospechar que Neuman no va a parar esta temporada. Y nos alegramos por ello.

La cuota internacional

Monarchy (el dúo londinense formado por Ra Black y Andrew Amstrong) representaban la cuota internacional, pero si los comparamos con The Ting Things, que pasaron por la VI edición, su synth-pop con melodías pretendidamente sexys y adictivas queda un tanto inocuo. Mejor situados en el cartel que en otros festivales donde han participado, no cesaron de repetir que eran Monarchy para que su heterogénea audiencia recordara el nombre, mientras hacían unas paradas insoportables que cortaban el ritmo de su espectáculo. Pop electrónico con ramalazos de funk ochentero, pero para nada unos Pet Shop Boys. Ya quisieran.

Salvado el trámite del rollo electrónico, llegaban Sidonie, ‘el peor grupo del mundo’. La verdad, no es para tanto, hay grupos peores. Pero al personal le encantó y se lo bailaron y corearon. Es la gira de EPGM, un trabajo del que han recibido buenas críticas y aceptación del público, pero no sería justo limitarse a este último trabajo. A Sidonie les gusta lo que hacen y su público disfruta de ello. Canciones de discos anteriores se mezclaban con las de su último trabajo en un set list perfectamente escogido, aunque con ausencias notables (lo propio de un festival).

Hubo momentos para todo, momentos amorosos, tiernos, románticos… , momentos tan divertidos como No sé dibujar un perro con ese guiño a Subterranean homesick blues de Bob Dylan, y letreros para que la gente no se perdiese y la cantase. Quien acude a un concierto de Sidonie espera, además de música, show, provocación, descaro… Además, sus directos tienen un carácter espontáneo que en los discos tan solo puede intuirse. Ellos se muestran seductores, canallas y a la vez entrañables. Y es indudable que disfrutan con lo que hacen.

La cosa estaba clara. Sidonie tiene ese directo carismático, de los que, por mucho que veas, siempre tiene algo que te sorprende, que te engancha (a otros le repele) y que acabe siendo especial. Pero echamos de menos concesiones al alma de Sidonie, a esa psicodelia (en inglés o en español) a lo Kula Shaker, aunque de pronto salgan con Iron Butterfly y una cita de su In a gadda da vida.

Muchos buenos conciertos

Abandonar la seguridad de una carrera cimentada sobre sus discos anteriores y muchos buenos conciertos para cruzar el puente hacia los árboles de mandarinas y los cielos de mermelada mereció la pena: suenan renovados y con ganas de (más) fiesta. Y es que si algo caracteriza a la banda barcelonesa es esa facilidad que tienen de divertir al público y su afán de hacer pasar un buen rato.

Pasar un buen rato fue lo que se propusieron, y consiguieron, Alien Tango con su ‘drone electrolatino’. El pop rock indefinible y ecléctico del proyecto comandado por el murciano Aitite no solo está captando la atención de prensa y público nacional, sino que, también, varios medios internacionales les tienen en el punto de mira. Aitite salió a escena maquillado como un mimo jugando con ritmos disco entre samples caóticos, sintes espaciales y falsetes. Divertidos y originales. El cierre lo pondría Rafa Don Fluor con una sesión trituradora y descacharrante, de esas que enloquecen y ponen a bailar a todo el mundo.