«Como ya no me amas, voy a irme lejos, donde ya nadie mencione tu nombre ni sepa quién soy. Voy a irme sola, sin decirle a nadie. Para qué molestias, si hasta a mis amigos lástima les doy. Como ya no me amas, ahí te dejo el mundo, para ti solito, haz lo que tú quieras, porque yo me voy. Ojalá me olvides y jamás me busques, porque yo te juro que tú no darás conmigo desde el día de hoy».

Es una de las estrofas que declamaba este viernes por la noche, teatral y diva, la enorme Isabel Pantoja en el recital que daba en el coso de La Condomina, en Murcia. Un concierto con alma épica en el que la folclórica hizo repaso de los temas que se sabe toda España y presentó nuevas canciones que hablan de supervivencia y resurrección. La suya y la de todas las mujeres del mundo.

Las mujeres que salen en las coplas de la Pantoja son de tres tipos: féminas heridas de desamor, amantes valientes y silenciosas que se esconden en las esquinas o señoras de cabeza muy alta que afrontan la traición con un ´si te vas, no vuelvas´. Como todas las letras tienen un mensaje clarito, el espectáculo se convierte en una gran dedicatoria musical. La que todas y cada una de las presentes pueden brindarle (en secreto o mandando audios por el WhatsApp de las canciones) a su ex. Al que decirle ´aún te quiero´ o decirle mejor, como cantaba anoche la Pantoja, el «ya no te amo, me he enamorado de un ser divino».

A unas horas de arrancar el show ya había movimiento en la puerta de la Plaza de Toros. Desde la organización dijeron que se habían vendido el 97% por ciento de las entradas. Desde París y hasta de Miami vinieron algunos incondicionales de la viuda de Paquirri. Entró el actor Máximo Valverde, allegado de la artista y antaño relacionado sentimentalmente con ella. O eso ponían las revistas del corazón.

La artista comenzó el recital con el mismo tema con el que abrió en Sevilla: el de Del olvido al no me acuerdo. También puede valer para un ex: «Vivo de los recuerdos / y estoy en desacuerdo / en que hay que olvidar / lo que no hace bien / lo que hace mal / aunque el amor / eterno es como el mar». Pisó fuerte el escenario, vestida de negro y entre gritos de «guapa» y «ole». Se metió a la gente en el bolsillo enseguida, principalmente porque ya la tenía de antemano.

De negro cantó Buenos días, tristeza y trozos de Marinero de luces, Pensando en ti (donde, como hace en los últimos años, cambió ligeramente la letra para soltar un «y nadie me pidió perdón»), Era mi vida él y Hoy quiero confesar. También modificó aquí la letra, para hacer un guiño a sus nietos: el «he cantado bajito alguna nana» se convirtió en un «pero sigo cantando muchas nanas». Entonces la artista mutó en abuela e hizo el gesto de acunar a un bebé en sus brazos. Actualmente, su primogénito, Kiko Rivera, está esperando el que será está su tercer hijo, cuarto nieto para la cantante.

Cuando hablaba con su público, la andaluza les explicó, por ejemplo, por qué la incipiente tormenta había respetado su concierto. «Hemos tenido la gran suerte de que ha dejado de llover porque ahí hay unos angelitos que no me sueltan de su mano», contó, mirando al cielo.

Chorro de voz al viento, también cantó ese ya clásico dedicado a su madre («yo la tengo en el móvil cuando me llama la mía», contaba a sus amigas una señora del público) y Así fue (la de «perdona si te hago llorar, perdona si te hago sufrir»), con la que una pareja se levantó a bailar agarradita en la arena.

Aseguró la intérprete estar encantada de estar en «Murcia, para mí una tierra a la que siempre he querido. Sois maravillosos». «Me da mucha alegría que hayáis venido. Este maravilloso espectáculo este año se acaba. Volveré, pero con otro. Pero Murcia no se podía quedar sin ver esta grandiosidad», dijo, orgullosa, de su show.

La gira se llama Hasta que se apague el sol, y lleva el sello del fallecido Juan Gabriel, «mi compadre de mi alma», suspiró la artista.

«Pero él está, allí porque era de Luna. A el le gustaba la Luna, y ha salido la Luna para vernos», clamó la Pantoja, señalando al satélite, sobre su difunto amigo. El mexicano «me escribió este tema cuando yo iba a tener mi primer nieto, Francisco. Ahora voy a tener otro más, ya son cuatro». Y a los cuatro les dedicó la interpretación: «A mí Francisco chico, a mi Alberto de mi vida, a mí Ana, que esta ´sembrá la jodía´ y al que viene».

Escoltada por la coral Discantus y la orquesta dirigida por el maestro Carlos Checa, hizo explotar de arte y devoción el escenario con unos de sus temazos: Se me enamora el alma.

Y primer cambio de ropa. Tras unos minutos ausente, la tonadillera volvió de flamenca pura, con peineta y traje rojo y negro, con escotazo. Y a cantar copla. Desde el público le regalan un abanico. «Dámelo por favor, me voy a deshidratar», comenta, sonriente. Y regala al respetable Ojos verdes y Callejuela sin salida, entre otras.

Hizo luego otro cambio de vestido. Bata de cola de colores (amarillo, azul, rosa, negra y blanca) y una flor grande en el pelo. Dijo que tocaba el flamenco, aunque se entregó a la marcha de El moreno baila (delirio de danzas entre el público, maravilloso) y Por la calle de Alcalá, nardos en ristre.

Una mujer se desgañitó durante las más de dos horas que duró el concierto pidiéndole que cantase Garlochí. «No la canto desde que la grabé con quince años», dijo. Se referiría a los recitales en directo, porque la hemeroteca le quita la razón. Explicó a quien no lo supiese que ´garlochí´ «en caló significa ´corazón´». Y la cantó, claro, medio a capella, medio acompañada por el cuadro flamenco que la había acompañado en los últimos temas.

«Viva Murcia, os quiero con toda mi alma. Habéis visto lo que no ha visto nadie na´ más que ustedes», subrayó en su ´hasta luego´.

Los devotos de Maribel y las cámaras de Sálvame se agolpaban en la puerta de detrás de la Plaza de Toros, con la esperanza de que la tonadillera hiciese declaraciones al salir con el coche. Salió Máximo Valverde y lo hizo cabreado. No había podido saludar a la artista en el camerino, contó ante las cámaras. Dado el disgusto, llegó a decir que «no merecía la pena» ni valorar el espectáculo.

El fervor ´pantojil´ y la locura colectiva ante el tesoro que esa mujer tiene en la garganta se refleja en la frase que salía de la boca de una señora del público, ya saliendo del coso: «Ahora entiendo que fuera la gente a aplaudirla a la cárcel».