El periodista y crítico de arquitectura Llàtzer Moix ha puesto en evidencia las operaciones que han realizado muchas ciudades para relanzarse y atraer turismo, tratando de copiar el modelo Guggenheim de Bilbao. "Creyeron que podría ser de gran utilidad encargar una obra, ya sea un museo, estadio..., a un arquitecto de fama, pensando que era la llave del éxito, cuando muchas de estas operaciones han sido un fracaso", ha asegurado Moix.

El autor de los libros 'Queríamos un Calatrava' o 'Arquitectura milagrosa' ha participado este martes en una conferencia organizada por el Colegio de Arquitectos de la Región de Murcia titulada 'Viajes arquitectónicos por la seducción y el repudio'. En ella ha tratado de dar respuesta al porqué de la caída en desgracia de arquitectos de renombre, muy demandados hace décadas y ahora denostados, según informaron fuentes de Portavoz en un comunicado.

Durante la misma, ha repasado el viaje por 15 países en los que ha entrevistado a personas o responsables de entidades que encargaron obras emblemáticas, técnicos, usuarios... y cuyo común denominador son respuestas coincidentes en la mayor parte de los casos: sobrecostes en la construcción, importante endeudamiento de las arcas públicas y un alto gasto en el mantenimiento de dichas edificaciones.

"Debido a la naturaleza singular de dichos edificios, que no tienen precedentes o que no se construyen siguiendo los modelos estandarizados, dan muchos problemas en las fases de construcción, con los consiguientes sobrecostes", ha señalado Moix.

Como ejemplo, ha citado algunas obras del arquitecto Calatrava, como es la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, en la que se han invertido 1.300 millones de euros y que arrastra un déficit de explotación de 700 millones. "Sí es cierto que ha reportado una nueva postal a la ciudad, pero ha llegado el momento de cuestionarse si la importante inversión ha tenido el retorno o rentabilidad social adecuada. Y yo diría que no", ha aseverado.

También ha mantenido que muchos políticos han pretendido, sacándose de la manga un edificio de este tipo, cambiar el modelo de progreso, cuando deberían haber aglutinado a la sociedad en torno a un proyecto de futuro más eficiente y sostenible.

Por último, ha hecho hincapié en que "muchos políticos, pensando en distinguirse, lo que hacían era contratar al mismo arquitecto que construía un edificio singular en ciudades vecinas. Por lo que no se conseguía el objetivo perseguido".