La Raíz son la gran banda revelación española. La publicación y gira de presentación de su álbum Entre poetas y presos ha sido todo un éxito para los valencianos, hasta el punto de que el pasado 17 de febrero iniciaron una segunda vuelta -esta vez bajo el nombre La hoguera de los continentes- que tendrá, como primera fecha en España, Murcia (esta noche en el Auditorio Parque Fofó).

Hace once años que La Raíz inició su actividad en Gandía como una aventura musical entre amigos. Ahora, el grupo es el número uno de la escena mestiza y comprometida. Basan su éxito en un tremendo directo, capitaneado por sus cuatro cantantes, y una contundente a la vez que festiva base musical que sus siete instrumentistas despliegan con firmeza: rock, ska, reggae y hip-hop para hacer de la ´guerra al silencio´ su mejor y más contagioso lema. Pablo Sánchez Pardines, alma máter del conjunto gandiense, responde.

La Raíz mezcla estilos: ska, rock, reggae€ ¿Se podría decir que es un grupo multicultural?

Hay gente que dice que sí. Hay un interés muy intenso en poner etiquetas. Hace años que nos etiquetaron como rockstizaje y nos gustó, dentro de lo peligroso que es eso de aceptar una etiqueta... Pero en la procedencia de los integrantes sí somos multiculturales, y en el intento de tratar varios estilos de música también.

¿Qué nos podemos encontrar en Entre poetas y presos?

Es un disco en el que prima esa variedad de estilos, en el que hay mucha raíz y en el que se puede apreciar madurez, tanto del grupo como de nosotros mismos como personas. Los años pasan como banda y se ha notado en este último disco. Estamos muy muy contentos con el resultado y nos sentimos muy orgullosos de Entre poetas y presos.

¿De qué habla la canción que le dio el título a este último disco?

Es un grito de necesidad en una encrucijada. Es a los que hicieron de la cárcel y de los barrotes una poesía y un grito a la victoria. Un canto a la pertenencia, a la memoria histórica, a la dignidad, la esperanza, el optimismo, y la alegría.

¿Os declaráis simpatizantes de algún movimiento político?

Nosotros somos amigos de la infancia, hemos sido compañeros de la escuela pública, y hemos visto lo difícil que eran las cosas. Hemos sufrido los problemas con visados de algunos de nuestros integrantes que son de fuera de la comunidad europea, y hemos crecido en entornos que han tejido organizaciones en contra de muchas de las injusticias que afectaban a nuestro entorno. Nosotros no somos un ejército ideológico, pero si tenemos puntos en común a la hora de pensar, y así lo hemos reflejado un poco estos años, no solo en nuestras letras, que expresan lo que pensamos, o donde hemos tocado gratis y donde no, o con quién hemos colaborado, sino que hacemos las cosas como creemos que deben ser en cada momento. A partir de ahí cada uno en su casa que piense.

En un grupo tan numeroso tiene que haber un nexo que os una.

La amistad, ser amigos, pasarlo bien y disfrutar juntos sobre y bajo. La Raíz se ha convertido en una familia con todo lo que ello implica. Estar ahí en los buenos y los malos momentos, ayudarnos, adaptarnos a las circunstancias€, pero siempre con respeto y queriendo cuidarnos entre todos. Somos una familia, esa es la verdad.

¿Es vuestro objetivo principal remover conciencias?

No lo es. Nosotros somos músicos y hacemos arte, queremos pasarlo bien en el escenario y que la gente lo pase bien abajo. Siempre fue así. Aún así, tenemos la suerte de tener un altavoz que mucha gente escucha y no podemos renunciar a ese privilegio. Hay que expresar lo que sentimos y hay que aprovechar el escenario para dar voz a los que no la tienen.

¿Confiáis en la música como un elemento de cambio?

La música es un elemento para todo. La música es la banda sonora de la vida, y si da en el punto cierto puede ser un elemento más de cambio.

Vuestro último concierto de la gira fue en Chile y aprovechasteis para visitar la tumba de Víctor Jara. ¿Qué sentisteis?

El cementerio de Recoleta en Santiago de Chile tiene el tamaño de una ciudad, y hay una descampado de túmulos de gente que murió durante la dictadura. En mitad de cientos de tumbas estaba la de Víctor Jara. Sentimos suerte por poder haber llegado hasta allí y allí le dimos las gracias. Él es uno de los que nos enseñó la necesidad de expresar lo que se siente sin tener miedo. Hablar de Víctor es una cosa muy seria. Pero Víctor Jara es la prueba viva de lo necesaria que es la canción en todo momento. Él hizo que ese amargo cementerio de Santiago de Chile sea un lugar de esperanza, él ha sido capaz de hacer que de entre los muertos suene eternamente su canción. Así será.

¿El arte es un arma política?

Todo en la vida es política. La canción del verano habla de un baile sensual, pero también reproduce el patrón de un hombre dominando a una mujer o de una mujer vistiéndose bonita para él. Vuestro periódico cuando se centra en un estilo de noticias o en dar cobertura a determinados eventos y no a otros también tiene una línea política. Y el arte es una herramienta política, claro que sí, solo que los que bailan y componen al son y al ritmo de la política imperante pueden permitirse el lujo de decir que son apolíticos, pero no es verdad.

El final de gira es en el Palacio de Vistalegre de Madrid, con grabación de DVD. ¿Qué significa para la banda este show?

Significa hacer un recuerdo para el público y para nosotros. Son más de diez años en los escenarios, diez años de furgonetas y carretera y muchos años de dormir en sofás de casas de amigos cuando íbamos a tocar a sus ciudades. Este concierto es llegar a un punto de conexión con el público que habíamos soñado, llegar a llenar un espacio enorme en Madrid con capacidad para nueve mil personas y hacerlo nosotros solos. Cualquier músico de nuestro estilo sabe lo difícil que es llegar ahí sin ayudas. Nosotros no somos el grupo del hijo de Bárcenas, al que se le han abierto las puertas sin ni siquiera llamar a ellas. Nosotros estamos aquí porque el público ha decidido que estemos, y no hemos renunciado ni un ápice a La Raíz. Madrid será un punto y aparte, algo para toda la vida.

¿Existen en España espacios para la difusión de la música?

Es una pregunta difícil de responder€ En el estado español hay mucha música y muy buenos músicos. Hay una cultura que creció de aquella respuesta musical vasca a una situación social muy agitada en los ochenta y los noventa. De aquello mamamos muchos que crecíamos buscando un ritmo que fuera transgresor. En nuestro caso, crecimos también muy condicionados por la lucha de los colectivos culturales valencianos que pretendían hacerse un hueco en una sociedad llena de macarras, coches tuning, pelo al cenicero y banderas de España. No sabíamos muy bien lo que queríamos, pero sabíamos que no queríamos eso. Decimos esto porque no ha habido apoyos, y hay un gobierno de los 40 principales y Máxima FM que consiguen moldear los gustos musicales de gran parte de la sociedad, pero ante esto ha habido una respuesta en garajes, festivales y comisiones alternativas de fiestas que han apoyado esta música. Ahora hay una infraestructura y habría que cuidarla para que no caiga en manos de unos pocos.

¿Creéis que algunos medios os ignoran por vuestro discurso?

Hombre, claro que se nos ha ignorado. Nosotros no soñamos con salir en televisión, no es nuestra meta, pero la presentación del disco tuvo diez mil personas de público y entradas agotadas con más de una semana de antelación. Ni el alcalde de la ciudad donde tocamos aquella noche se ha enterado de quién somos. Hemos hecho giras de carácter internacional y pocos medios nos han dado cobertura.

Vuestro lema es «hacer la guerra al silencio». ¿Qué significa?

Nos enseñaron a callar, a no contestar dentro ni fuera de casa. Nos enseñaron a copiar muchas veces la misma frase en el colegio. Crecimos viendo cómo el profesor se ponía el dedo en la boca haciendo el gesto del silencio y cuando un niño conseguía contener el grito era sinónimo de buen comportamiento. Para nosotros la guerra al silencio es soltar esa represión que tiene un niño dentro, es ese grito que libera cuando sale al patio y corre y sonríe. Hacer la guerra al silencio es una bandera que nos devuelve a lo que queremos ser de niños, un grito sin complejos, vivir sin el miedo a que dirán de nosotros los mayores.