El Sur, rincón mítico de la ciudad de Murcia, cuna y lugar de encuentro de artistas y escritores del lugar desde 1987, cumple 30 años. Por la barra y mesas del bar de la calle Montijo han pasado creadores de toda índole, especialmente durante aquellos años finales de los ochenta y la década de los noventa, y ahora, con motivo de esta efeméride, Israel Flores, actual propietario del local, ha querido rendir homenaje a aquellos que «se criaron» allí; y ellos, a El Sur.

Así, firmas como las de José María Párraga, Elisa Séiquer y su sobrina Pilar, Ramón Garza, Rafael Rosillo, Pepe Planes, Lola Arcas, Manolo Belzunce, Ángel Haro, Miguel Fructuoso, Lucas Brox, Ángel Fernández Saura, Paco Salinas o Tomy Ceballos copan durante todo el mes las paredes del local.

«Por la historia de El Sur que ahora cumple 30 años han pasado miles de historias personales e intransferibles. Para cualquier persona del mundillo de la cultura que llegará a Murcia era un lugar de visita obligada y cualquier artista famoso siempre acababa capuzándose, al calor de la noche, en las copas de El Sur», escribe el novelista Patricio Peñalver sobre este especial cumpleaños en un texto facilitado por el bar. «Entre una especial tribu urbana de jóvenes inquietos -continúa-, se arremolinaban pintores, escritores, fotógrafos cinéfilos, periodistas, dramaturgos, poetas, junto a empresarios, notarios o arquitectos, en perfecta armonía. Nadie se sentía extraño al llegar a los procelosos mares de El Sur». Tampoco lo hacen ahora, tres décadas después, cuando sus cuadros o esculturas cuelgan de sus muros mientras los parroquianos habituales beben y charlan al cobijo de El Sur, en comunión indisociable pese al peso de los años.

Esta exposición colectiva es lo que queda de una semana cultural concebida por Flores y compañía donde tuvieron cabida tanto recitales de poesía o música clásica, como espectáculos de microteatro o conciertos; aunque, como El Sur, sus más ilustres clientes siempre «regresan», y regresarán. «En El Sur se siguen cociendo nuevas historias que cada uno guardará en su memoria cuando la brújula lo lleve en otra orientación. Aunque a El Sur siempre se acaba por regresar. Ahí, uno se siente como en su casa, ante la misma barra de madera, con sus azulejos, bajo el techo de los planetas de cristal soplado de Flippy, que nos observan, mientras navegamos», asegura Peñalver.