Soledad Morente, más conocida como Soleá, es cantante y licenciada en Filología Hispánica. Siendo como es hija del cantautor Enrique Morente su primera colaboración musical fue muy precoz: en un disco de su padre, junto a su hermana, cuando tan solo tenía seis años. Solo tras la muerte del cantaor, Soleá inicia una carrera en solitario que cristaliza en 2015 con la publicación del que hasta ahora es su primer y único disco, Tendrá que haber un camino, donde combina la música pop y flamenca. Hoy, su música y su arte se mostrarán en la Cumbre Flamenca de Murcia, con una actuación en el Teatro Circo (a las nueve de la noche) en la que no estará sola. A su lado, sobre el escenario, estará su hermano Kiki Morente, con el que ha orquestado Dos corazones a un tiempo, un proyecto en el que los dos hermanos inician un paseo por el concepto de «la tradición - traducción».

¿Cuánta presión se siente por ser hija de quién es?

No hay presión, hay responsabilidad y ganas de hacer las cosas muy bien. Mi padre y mi hermana Estrella son un ejemplo a seguir, ya que han creído en sí mismos y han puesto toda su fe en su sueño, que es hacer música. Mi padre era muy fiel a lo que sentía y eso a mí me anima a seguir.

¿Qué tal le está yendo con su disco, Tendrá que haber un camino?

Estoy feliz, disfrutándolo mucho. Me gusta juntarme con mis compañeros, hacer música y compartirla con la gente. Tengo mucha ilusión y ganas de tocar, que es lo que nos mueve a los músicos, ese momento de compartir el trabajo con el público nos motiva.

En los últimos años también ha destapado su faceta como actriz. ¿Cómo lleva lo de actuar?

Me encanta, me lo paso muy bien. Hay algo en el teatro que me apasiona y me hace encontrarme conmigo misma, definirme y conocer una parte de mí que no sabía que tenía.

¿Qué diferencia encuentra entre cuando se sube a un escenario para cantar y cuando lo hace para representar una obra teatral?

Cantar y actuar al fin y al cabo es lo mismo, pues tienes que creer en lo que estás haciendo y ser tú mismo. Es lo que tiene el arte que alberga muchas cosas.

Su primera aparición musical fue en el año 1991, en el disco de su padre Misa flamenca. ¿Cómo fue ese momento para usted?

Era chiquitita, creo que tenía seis años. Recuerdo que fui a escuchar a mi padre al estudio, porque siempre nos llevaba a la familia. Entonces dijo: «Bueno ahora van a hacer este coro mis niñas». La verdad es que fue la primera vez que me puse los cascos en un estudio, estaba impresionada y no paraba de mirar y seguir a mi hermana cantando. Es un recuerdo maravilloso, no lo olvidaré nunca.

¿Le costó mucho seguir cantando tras la muerte de su padre?

No. Hacer música es la mejor terapia que he descubierto y al revés, creo que me ha ayudado mucho para afrontar la vida y canalizar la energía y lo que siento.

¿Tiene pensado seguir con el disco que estaba haciendo con su padre cuando él falleció?

Sí, por supuesto. Lo tengo ahí en mente y estoy en ello, pero bueno ya empecé con Tendrá que haber un camino y con la gira. Me haría mucha ilusión retomarlo y sacarlo algún día a la luz, pero no me pongo fecha, ni día, ni hora.

¿Canta pop flamenco porque es más difícil el flamenco?

No me planteo qué es más fácil o difícil sino lo que me apetece, siento y se me da bien hacer. Yo en mi casa he escuchado flamenco toda la vida, pero también tengo otras influencias.