Presentan ya el cuarto volumen de Yo fui a EGB...

Cada libro es un trabajo que nos lleva todo el año, porque cuidamos cada detalle, lo mimamos mucho, y eso nos impide poner en marcha otros proyectos. Pero antes de dejar Yo fui a EGB en stand by, queríamos ´cerrar´ el ciclo, y lo hacemos con el color amarillo, después del azul, rojo y verde, en recuerdo de Parchís. Por eso hemos incluido un tablero desplegable y hay un recortable con los cantantes de Parchís, que son las fichas. Es también un guiño a esos juegos de mesa que nos reunían y que hoy parece algo impensable, porque vivimos demasiado deprisa.

¿Se esperaban el éxito que ha tenido cuando comenzaron con el proyecto?

Nos dijeron hace poco que ha salido la segunda edición de esta cuarta parte y que se encuentra en las listas de los más vendidos. Al principio no nos lo esperábamos. Se nos ocurrió una noche, porque estamos enamorados de aquella época; pertenecer a EGB es pertenecer a una especie de banda que nos une. Comenzamos en Facebook y desde el principio tuvo muy buena acogida. Poco después se hizo viral y estamos a punto de conseguir 1.200.000 seguidores. Dimos el salto al blog, porque ambos somos blogueros profesionales y podíamos desarrollar las historias y las anécdotas sin la limitación de las redes. Ganamos los premios Bitácoras al mejor blog personal y el premio del público en 2012, y hasta ahora.

Entonces no existían, pero en su caso las redes sociales han sido fundamentales, ¿no?

Claro, surgimos ahí. Es curioso porque nosotros nacimos en lo digital y dimos el salto al analógico. Queríamos hacer un homenaje al libro de papel, ahora que dicen que van a desaparecer, algo a lo que nosotros nos negamos. Necesitábamos publicar un libro que se pudiera oler, tocar y, por supuesto, leer.

En esta ocasión, dedican un capítulo a los ´padres´, ¿cómo lo describen?

Era ese hombre que nunca estaba en casa, siempre estaba trabajando, y las madres lo utilizaban como amenaza con la típica frase de ´ya verás cuando se entere o llegue tu padre´, pero luego eran pedazos de pan. Es curioso porque ahora los ves jugando con sus nietos, algo que jamás hicieron con sus hijos. También aprovechamos para recordar los bigotes, porque fueron unas décadas en las que no puedes pensar en personajes como José Luis López Vázquez, José María Íñigo o Paco Lobatón sin su bigote. Y, como ellos, muchos anónimos. También los coches, los niños éramos expertos en coches porque había unas fichas en las que venía la velocidad, las cilindradas... Soñábamos con tener un Opel Manta y, por supuesto, un Ferrari Testarrosa.

Y, por fin, un capítulo dedicado a la peseta...

Es que merecía un capítulo, aunque quizá sea el más dramático de todo el libro cuando ves las diferencias... Recuperamos los precios de varios productos de 1982 y los trasladamos a euros. Por ejemplo, una barra de pan valía 18 pesetas (10 céntimos), y una final del Mundial ´82, 800 pesetas (4,80 euros). Uno de nuestros seguidores tenía un ticket de su abuela del supermercado, por lo que hemos podido poner lo que costaba cada producto, aunque lo más curioso es que de entonces tenga la tinta intacta.

Recuerdan muchas frases que escribían en carpetas los escolares y una frase ya casi también en desuso: «¿Quieres salir conmigo»? ¿Las relaciones ´analógicas´ eran más cursis?

Éramos más inocentes, mucho más pardillos a la hora de ligar. Y eso se ve en las frases de las carpetas, sí.

En su diccionario aparecen términos como ´cantidubi´, ´dabuten´ y ´flis-flis´... ¿qué era el ´flis-flis´?

´Flis-flis´ era lo que usaban las madres para todo. Cuando utilizaban matamoscas o ambientador decían «voy a echar ´flis-flis´», por ejemplo. Muchos tenemos en la cabeza esas palabras, pero hemos puesto un diccionario EGB-castellano, castellano-EGB con términos que los jóvenes ya no entienden. Como otros ´tecnológicos´, porque hoy le dices a un niño que tire de la cadena o que rebobine y no sabe lo que quieres decir, cuando son expresiones que nosotros tenemos grabadas en la memoria.

Dicen que hoy sería difícil reunir lo que une a una generación, porque sus iconos son mucho más efímeros, ¿por qué?

Lo bonito de esa época es el sentimiento de unión. Éramos muy parecidos y teníamos referencias que nos unían a todos, desde el 1, 2, 3 a las marcas, porque sólo había dos. Todos queríamos los mismos vaqueros, las mismas zapatillas. Ahora es más difícil reconocer iconos que marquen a toda una generación como nos pasó a nosotros.