Gregory Porter, con su increíble timbre de barítono, mostró todas sus cartas: buen gusto en la elección del repertorio (la mayor parte de su autoría, lo que no es muy habitual en otros 'crooners') y de los acompañantes (entre los que ha habido algún cambio), y una formidable técnica vocal. Domina la velocidad, tiene un arsenal de fraseos en acelerado estilo bebop, y conforme avanzaba el concierto siguió sorprendiendo con demostraciones de finura y un toque magistralmente liviano.

El pianista Chip Crawford, el contrabajista Jahmal Nichols y el batería Emanuel Harrold mostraron cada uno sus influencias. Crawford estuvo muy activo con los solos y variaba también mucho el estilo. Su solo durante 1960 What?, dedicada a los disturbios raciales, fue uno de los grandes momentos. Su mano derecha desarrollaba un ritmo de acordes rotos, mientras la izquierda rebuscaba notas.

Harrold también brilló en un par de solos con su batería básica, pero destacó por su selección de platillos perforados. Las líneas de bajo de Nichols proporcionaban una base estable a las canciones que les permitía a los demás ser más libres (impresionante su riff al contrabajo de Smoke On The Water). El nuevo saxofonista es el pequeño (de tamaño) Tivon Pennicott, que rompía moldes cual Ornette Coleman.

Porter es un cantante con carácter y personalidad propios, tan escasos hoy día. Modula con facilidad, y sus sostenidos no dejan indiferente a nadie. Es capaz de arrastrar al personal como una locomotora empujándolo a hacer palmas o chasquear los dedos, de emocionar y de poner la piel de gallina en los pasajes más líricos y provocar en el público un frenético movimiento de pies. Exquisito en registros graves y agudos, su voz tiene intención y decisión, y su presencia escénica es envidiable. Demostró un notable sentido de la dirección y la distancia para crear con precisión el tono y la intensidad deseados (hasta se permite el lujo de alejarse del micro para proyectar su potente chorro de voz).

Además demostró que no le asusta aventurarse en métodos y estilos que podrían considerarse tabú entre muchos vocalistas, como enfatizar y mantener algunos sonidos y quebrar la voz por un instante. Este camaleón del jazz conoce muchas formas de seducir al público.

Desde jóvenes fiesteros que lo han escuchado con Disclosure (abrió su concierto con Holding On) a fans de la vieja escuela del r&b, la capacidad de Porter para gustar a un amplio sector atestigua sólidamente el atractivo de su soul.

La clave de este atractivo es su materia prima. Muchos músicos de jazz han olvidado cómo se escribe un tema decente, pero las canciones sencillas y directas de Porter tienen peso emocional, y sabe reinventar constantemente sus melodías: en canciones nuevas, como Don't Lose Your Steam, se lo monta de predicador lanzando sermones. Pero el componente jazzístico sigue existiendo, y su grupo tiene espacio para respirar. El pianista y director musical Chip Crawford pasa de los solos extasiantes a la colaboración decidida, mientras el saxofonista alcanza las cotas más insospechadas.

Quizás Porter se exceda un poco invocando una edad de oro y debería mirar más hacia el futuro. Canciones como Musical Genocide son lamentos por la pérdida de una supuesta cultura negra, así como los guiños líricos constantes a James Brown, Nat King Cole, Sammy Davis Jr. o Stevie Wonder , y las versiones de Papa Was a Rolling Stone, de los Temptations, o Work Song, de Nat Adderley, que es un fijo en su repertorio.

Una estrella de 'mainstream'

Gregory Porter va más allá de ser un mero cantante de jazz; se ha convertido en una estrella 'mainstream', con su ya característica imagen de sempiterno gorro de piel y elegantes trajes, tan fácilmente reconocible como su meloso timbre vocal. La combinación de esa voz y el tono emocional de sus canciones es irresistible; se nota su esfuerzo por querer situarse en el lado jazz.

Sonaron canciones de álbumes anteriores y una selección del último, casi siempre con ese tono de desarmante honestidad. En Don't be a Fool, donde la banda desapareció dejándole solo con el pianista, la melodía es candorosamente simple, pero el riesgo de sensiblería Porter lo aleja con la gravedad de su voz. Reapareció en los bises para hacer Free -medley con Thank You (Falettinme Be Mice Elf Agin) de Sly and Family Stone incluido-, que aspira a ser un himno funky a la libertad, y la balada No Love Dying, generando calidez emocional con la inestimable ayuda de su banda y del público (nos hizo cantar There will be no love dying here).

Entre el jazz, el blues y el soul, también deja espacio para el lado más funky: hizo Don't Lose Your Steam. Ahí armó revuelo con la banda, impulsado por el saxo y la batería.

Como suele ser habitual, Porter fue el primero en abandonar el escenario, seguido de sus músicos poco a poco y de uno en uno, con espacio para sus solos respectivos (Nichols, al bajo eléctrico, aún tuvo tiempo de marcarse un restallante y acelerado Come together). No hay duda posible, Porter tiene un gran talento; ojalá resista la tentación del 'mainstream'.