«Ahora el público no está preparado, pero dentro de unos años será un éxito», pensó García Lorca, en palabras de Álex Rigola, en los años 30 cuando escribió El Público, que el director teatral catalán estrenó el pasado año y que este sábado llega al Teatro Romea de Murcia.

Una coproducción entre el Teatre Nacional de Catalunya (TNC) y el coliseo madrileño, con la que Álex Rigola (Barcelona, 1969) asume el reto de renovar el montaje icónico que en 1987 puso por primera vez en escena en España Lluis Pascual. «Lluis Pascual impactó a todos los que lo pudimos ver y dejó una huella muy profunda en el teatro español», reconoce Rigola, que invita al espectador a «viajar a la cabeza de Lorca, entrar y dejarse llevar». «Lorca propone un encuentro con el momento de crisis que vive tanto a nivel personal como artístico y pone en cuestión su honestidad -resume- se pregunta hasta qué punto está siendo sincero con su circunstancia amorosa, su homosexualidad, y hasta qué punto está haciendo el teatro que quería hacer».

Una cortina de papel plateado cubre las paredes en este montaje, como metáfora de un espejo en el que se refleja ese público al que Lorca dedica el título y gran parte del contenido de un texto que guardó «en un cajón» tras el disgusto de sus amigos cuando se la mostró en 1930 y 1936. «Ahora el público no está preparado, pero dentro de unos años será un éxito», dijo.

Lorca denuncia en ella, en cierto modo, al público convencional, «a la burguesía frívola y materializada, que no quiere que se les haga pensar sobre ningún tema moral», apunta Rigola.

El poeta, dramaturgo y escritor granadino plantea en "El Público" el dilema interior que mantuvo a lo largo de toda su vida artística entre escribir a gusto de los espectadores, o «romperlo todo para que los dogmas se purifiquen y las normas tengan nuevo temblor». El texto también habla del deseo a través de un juego de máscaras en el que se superponen ficción y realidad.

Un viaje poético a la cabeza del autor en el que aparecen las tensiones sexuales, los caballos, sus alter egos, sus vestuarios, las prolongaciones de su ser, su miedo al amor y a la muerte artística y personal, a través del movimiento corporal de los catorce actores, entre los que se encuentran Nao Albet, David Boceta e Irene Escolar.