«La primera detonación les pilló desprevenidos, y Berta comprendió que jamás olvidaría aquel momento». Santiago Álvarez debió de rememorar alguno de los primeros estallidos de marzo cuando evocó una 'mascletá' para introducir su novela. Álvarez es un murciano atrapado en Valencia, entre otras cosas, por un festival y por un personaje. Codirector de Valencia Negra -el certamen de literatura criminal que cumplirá en 2017 su quinta edición-, hace unos años que decidió pasar de la periferia del género negro a inscribirse en su catálogo de autores. Así es como nació el detective Mejías, un nuevo antihéroe listo para acumular casos y páginas a sus espaldas. «Siempre tuve claro que quería cuatro episodios. En cada novela tiene que evolucionar y no se puede evolucionar infinitas veces», reflexiona .

Mejías fue el protagonista de La ciudad de la memoria (Almuzara, 2015) y ahora vuelve a la calle con El jardín de cartón. Ambas, como en toda la saga que Álvarez (Murcia, 1973) prevé para su detective, tienen como escenario de fondo Valencia, ciudad recreada por un escritor que la conoce bien pero en quien permanece la capacidad de sorpresa del que nació fuera. Ese asombro es mayor cuando, como en esta novela, se describe la ciudad en pleno mes de marzo, asediada por las Fallas.

«En mis novelas quería que confluyeran tres parámetros: Valencia; que el pasado siempre acude al presente; y lo contemporáneo. Todo eso me llevaba inevitablemente a las Fallas», introduce el escritor, reseñando el impacto que causa la fiesta en el recién llegado: «Para mí son como un gran teatro, en el que se ve a los habitantes humildes viviendo la fiesta con mucho sentido de barrio, pero también se ven los excesos», comenta Álvarez.

El argumento de la novela presenta a un detective con graves problemas económicos para mantener su agencia abierta cuando se le presenta un caso: encontrar el único whisky producido en tierras valencianas, dos siglos atrás. El cronómetro para cobrar la recompensa que acabará con todos sus males se enciende justo después de la primera mascletá de marzo. Valencia, de nuevo, se despliega como el paisaje por el que se moverá Mejías y Berta, su inseparable ayudante: «Estoy en contra de calcar la realidad porque la ficción tiene reglas distintas. No pretendía hacer un retrato de Valencia sino de la Valencia de Mejías», apunta el escritor.

También se ha 'desenganchado' de la actualidad política del levante español en busca de un objetivo más ambicioso: «Si hoy hubiera escrito sobre algún consejero corrupto quizás hubiera tenido más interés en el momento, pero mi idea es darle a la novela un sabor especial, crear algo propio».

Álvarez presenta la novela hoy en el centro Ramón Alonso Luzzy en Cartagena, a las ocho de la tarde, y estará acompañado por los directores de Cartagena Negra, Francisco Marín y Antonio Parra.