Un vendedor de seguros despierta una mañana en una extraña casa en la que viven un hombre y una mujer. Él es un funcionario-francotirador y su esposa, neurocirujana con párkinson. Entre ellos se desarrolla una relación basada, sobre todo, en la incomunicación, no sólo entre ellos, sino con respecto al mundo, de los que los separa una ventana. Este es un breve resumen de El vendedor, obra del dramaturgo murciano y profesor Fulgencio Martínez Lax que la compañía La Trama estrena mañana en el Teatro Romea de Murcia. Javier Mula, Laura Miralles y Pedro Santomera -todos licenciados en la ESAD- protagonizan esta tragicomedia que, como define Pepa Castillo, «parte del teatro del absurdo pero desde la línea de la realidad».

Asegura la codirectora de El vendedor -junto con Emilio Manzano-, que se enamoró del texto de Martínez Lax cuando precisamente buscaba una obra «que no fuera convencionalmente realista». «Es profunda y a la vez muy cómica que habla de algo que ha ocurrido, ocurre y ocurrirá, porque los gobiernos lo permiten y nosotros lo permitimos», explica Castillo, licenciada en Interpretación y Dirección de Escena también por la Escuela de Arte Dramático de Murcia. «Hubo francotiradores en Serbia -explica-, pero también somos nosotros francotiradores cuando dejamos que las pateras se hundan en el Mediterráneo, cuando permitimos la pobreza que asola este país o que se haga daño a los demás sin que tenga consecuencias, y de ello habla El vendedor; lo hace desde el teatro del absurdo, pero partiendo de una realidad que existe en un espacio político y social».

El vendedor es así una dura crítica social presentada a través de una tragicomedia. «A todos nos gusta reírnos de lo que estamos viendo y tener a la vez el estómago encogido; el humor es muy necesario en ocasiones; salir del teatro diciendo 'me he reído', pero a la vez reflexionando sobre cómo es la vida». Porque, al igual que con sus anteriores montajes -La perrera, aún de gira, En la soledad de los campos de algodón, El precio o Lo más profundo, entre otras-, la compañía procura llevar a escena montajes «que lancen un mensaje». «Necesito que las obras que dirijo tengan que ver con la realidad en la que vivo; que el espectador se entretenga, que ría o que llore, pero al que le llegue algo más profundo», afirma Castillo, quien añade que es lo que sucede en El vendedor: «Es una exposición social, política y humana», dice, a partir de una historia «en la que sus personajes viven aferrados a una condición y situación que marcan sus vidas», como matiza en el dossier.

En el montaje también ha participado Luisma Soriano para el diseño de la iluminación y de la escenografía, «muy contemporánea, con pocos elementos porque la obra roza tanto el absurdo que no eran necesarias las cosas reales», adelanta Pepa Castillo.

«Con nervios» espera la directora el estreno de mañana, lamentando por otro lado el estado de la escena en nuestro país, con un 21% de IVA cultural que hace difícil poner en marcha proyectos, pero feliz de sacar un montaje adelante. «El teatro es mi vida, me gustaría que fueran más espectadores porque es una cultura cercana, es algo que sólo pasa en el momento en el que lo están viendo; es arte en directo», concluye.