¿Podríamos trabajar de otra manera? Esta es la pregunta que lanza al espectador el director cartagenero David Macián, que el próximo sábado estrena en el Festival de Cine Europeo de Sevilla La mano invisible, su primer largometraje, inspirado en la novela homónima del escritor Isaac Rosa.

Han sido dos años de «intenso» y «duro» trabajo desde que Macián iniciara una campaña de crowdfunding para financiar este proyecto, que tenía en mente desde que leyó las primeras páginas de la novela de Rosa. «Ha sido bonito llevar a cabo lo que imaginabas en tu cabeza, sumarle la aportación de los actores y del equipo técnico y ver que todo cogía color e incluso con más riqueza de lo que imaginabas», apunta el director, que reconoce sin embargo la dureza de trabajar con pocos recursos y de «remar a contracorriente para finalizar el proceso de postproducción, cuando apenas quedaban ya fondos».

Ahora está feliz de que La mano invisible haya sido seleccionada para la sección Las Nuevas Olas del festival de Sevilla, donde la película se proyectará desde el sábado hasta el lunes, 7 de noviembre. «Encaja muy bien en un festival de cine independiente, más reivindicativo, porque es una película transgresora, que hace que te cuestiones cosas en las que no piensas porque te vienen dadas desde pequeño», explica Macián (Cartagena, 1980).

La mano invisible sitúa al espectador en una nave industrial en la que once trabajadores realizan diferentes tareas. Un albañil construye una pared que más tarde derriba, una joven coloca piezas en una cadena de montaje sin saber para qué sirven, un carnicero despieza animales en descomposición o una teleoperadora realiza encuestas sobre la consideración del trabajo. Frente a ellos, varias decenas de personas observan desde la oscuridad este 'espectáculo', mientras los trabajadores se preguntan si forman parte de una obra de arte, de un experimento, de un reality...

«Cuanto 'más virgen' acuda el espectador a verla, mejor, pero la película habla de las relaciones laborales desde una manera profunda, porque hay cosas que das por hecho desde pequeño, desde que te preguntan 'qué quieres ser de mayor', sin plantearte por qué trabajas, si no hay una manera más digna de vivir sin tener que dar tu vida por una empresa; también va un poco más allá para abordar la deshumanización, porque todos barren para su terreno y se aprovechan de la persona mas débil», reflexiona Macián. Bajo estas premisas 'azuza' el largometraje al espectador, aunque, como se pregunta el director en el dossier de la película, ¿realmente queremos saber para qué trabajamos?

«En ocasiones 'la mano invisible' somos nosotros mismos -explica a esta Redacción-; nos dejamos llevar más de la cuenta y echamos la culpa 'al de arriba'; al igual que los políticos españoles miran a las directrices de Europa, que a su vez habla de una esfera mayor que es la económica, pero más allá de eso, de esa mano invisible global, deberíamos ser conscientes de que tenemos más poder del que pensamos, aunque parezca más fácil quejarse que actuar».

Josean Bengoetxea, Bárbara Santa-Cruz, Daniel Pérez Prada, José Luis Torrijo, Esther Ortega, Marina Salas, Elisabet Gelabert, Edu Ferrés, Bruto Pomeroy, Christen Joulin, Alberto Velasco, Anahí Beholi, Marta Larralde y Luis Callejo conforman el equipo artístico de La mano invisible, que ha contado en el equipo técnico con Irene Navares (producción), Daniel Cortázar (coguionista y montaje) y Paco Alcázar (música), entre otros.

«Hemos trabajado como una cooperativa, aportando cada uno lo que podía -cuenta Macián de la producción, que ha contado con más de cien 'mecenas' gracias al crowdfunding- y, si en el futuro es rentable, se repartirán los beneficios; ha sido duro porque he tenido que trabajar en otros muchos sitios para sacar el proyecto, pero, si lo hubiera hecho pensando en el dinero, nunca hubiera salido adelante», explica el director, quien tiene claro que una de las ventajas es la independencia a la hora de trabajar.

«Estoy contento con el resultado y espero que tanto esfuerzo haya merecido la pena, y la tendrá si La mano invisible tiene un largo recorrido por festivales y salas de cine, que es mi deseo», concluye el director, quien no duda de que a pesar de este duro camino que ha supuesto su primer largometraje sigue amando el cine: «Increíblemente, así es», dice entre risas.