Es uno de los escritores jóvenes con mayor proyección de la Región. Su obra publicada, aunque escasa, demuestra que detrás de este escritor se encuentra un gran lector que ha sabido comprender la belleza de todo cuanto le rodea y tiene la capacidad de contarlo en forma de versos. Cauto, prudente y dueño de una voz muy personal que le valió, en 2013, hacerse con el Premio de Poesía Joven de Radio Nacional de España. Serviría esa pequeña definición para presentar a José Alcaraz (Cartagena, 1983). Serviría, pero no es solo eso, no solo eso: el poeta es también un editor -a los mandos de la cartagenera Balduque junto a María del Pilar García- que conoce la realidad de lo que se hace en Murcia y fuera de sus fronteras.

Como director de Balduque, otra editorial de la Región, ¿cree que tiene sentido aglutinar la poesía murciana en un volumen?

Es útil para acercar nuestra poesía a lectores que no la conozcan bien y reflexionar sobre su estado. No es fácil llevar a cabo un proyecto así y La Fea Burguesía lo ha hecho muy bien poniendo como antólogo a Luis Bagué Quílez, cuya profesionalidad y neutralidad están fuera de toda duda. Dicho esto, ni como editor ni como lector o autor me ha seducido nunca la idea de una antología regional. Quizás por verla desde dentro y conocer prácticamente a todos los poetas seleccionados.

¿Cómo valora el panorama literario de la Región?

Siempre ha sido bueno y, ahora, con más revistas, editoriales e iniciativas que nunca, solo puede ir a mejor. Tenemos un microclima especial que nos está dando difusión. Pienso, por ejemplo, en las revistas La Galla Ciencia y El coloquio de los perros; dan mucha visibilidad a todo esto, su labor es impagable. Lo mismo pienso de editoriales como La Fea Burguesía, Newcastle, Raspabook, Balduque, de los ciclos del Colectivo Iletrados y Los Lunes Literarios del Zalacaín, etc. Además, la Región de Murcia estaba poco explotada en ese sentido y todos estos proyectos independientes -muy importante esto- tienen a su vez bastante acogida en los medios, cosa que no sería tan fácil en otras comunidades autónomas más grandes o bregadas en esto. Ejemplo de ello es el suplemento Libros de LA OPINIÓN.

El poeta más joven de la antología es Manuel Pujante (Bullas, 1990). Aunque es un escritor joven ya supera el cuarto de siglo. ¿Qué futuro deparan las nuevas generaciones a la poesía que se hará desde Murcia?

En los últimos dos años he tenido bastante contacto con poetas jovencísimos de aquí y puedo decir que el futuro es próspero y bastante diverso. Por poner un ejemplo de los que mejor conozco por ser editor de ellos: el mismo Manuel Pujante, Francisco Vicente y Hugo Cano. Los tres muy diferentes entre sí y cerca de encontrar una voz personal ya. Y como ellos, un buen número. Los proyectos editoriales de la Región van a favorecer bastante a estas hornadas. En esa línea, tengo la suerte de estar embarcado en Libreta Mandarache, un seminario de escritura para jóvenes que impartiré dentro del conocido Premio Mandarache y que empieza este año. La idea es no limitarse a ser un taller literario, sino aportarles herramientas que les sirvan como autores durante su formación y en el futuro.

No hay noticias de obra suya desde la Edición anotada de la tristeza (Pre-textos, 2013), tras lo que publicó una plaquette en Ad Minimum. ¿En qué momento se encuentra ahora?

Recientemente me junté con bastantes poemas y creo que he podido cerrar un libro (los descartes dan casi para otro volumen). Pero no es tan fácil cuando no trabajas sobre una idea cerrada. Al final, los poemas son los que mandan y dicen dónde quieren estar. Te obligan a bajarte de muchos burros. Eso es bueno si sabes llevarlo; si no, el desastre. Me encuentro satisfecho y con las cosas, por suerte, cada vez más confusamente claras.

¿Y ahora toca que esos versos reposen en el cajón?

Mi primer libro exento vio la luz cuando yo tenía treinta años. Por el camino publiqué lo que pude. No me van a entrar prisas ahora. Pero tampoco creo mucho en el reposo de las obras antes de su publicación. Se supone que uno trabaja lo suficiente su obra antes de exponerla, eso sí. Después siempre viene aprender de los errores y para eso hay que cometerlos. Le tengo respeto a la publicación, pero no la sacralizo. A mí me gusta darle salida a lo que voy haciendo. Y si no se puede, pues al cajón, claro. Pero el lápiz, el bolígrafo, el teclado no te los va a quitar nadie; nada puede impedir que sigas escribiendo, salvo tú mismo.

¿Qué cosas le inspiran a la hora de escribir? ¿Cuáles son sus temas, sus imágenes recurrentes?

Definitivamente el temperamento humano, sus filias y sus fobias, sus contradicciones, sus defectos, sus virtudes... Soy más de lo interno que de lo externo.

¿Qué armas debe tener alguien para ser un buen poeta?

La mayoría de poetas prefiere los puñales pero sin duda los mejores optan por un revólver para disparar a bocajarro. Tanto en sentido casi literal como figurado.

Permítame el tópico: ¿qué es poesía?

Cuenta Adam Zagajweski en su libro En la belleza ajena la anécdota de un poeta que, siempre que alguien daba una definición de poesía, apostillaba algo así como «sí, pero no es eso, no es eso». Hasta que un día le tocó a este poeta dar una definición. Y la dio, pero a continuación él mismo apostilló un «pero no es eso, no es eso». Así que me apodero de esta anécdota para decir que la poesía puede ser cualquiera de las definiciones que se dan de ella más o menos cabales, típicas o ingeniosas, pero que no eso, nunca es eso del todo.

¿Quiénes son los grandes maestros, los imprescindibles que deben aparecer en toda antología?

Para bien o para mal, no soy nada mitómano, así que no me gusta ponderar en exceso. Pero nadie puede discutir las figuras de Eloy Sánchez Rosillo y José María Álvarez, o el magisterio de Soren Peñalver. Mi amiga María Teresa Cervantes también es una gran maestra y toda una referencia. Mis compañeros de la generación justo anterior a mí, nacidos en torno al año 75, también los he sentido una guía; pienso en Juan de Dios García, José Daniel Espejo, Diego Sánchez Aguilar, Vicente Velasco, José Óscar López, Alberto Chessa? Son muchos. Y, de algún modo, cualquiera de los antologados podría ser maestro mío, siempre se está aprendiendo.