Tras la hibernación de ElBicho, la banda de flamenco fusión que hizo de Miguel Campello una voz familiar, el ilicitano asumió la música con artes de 'chatarrero', dando vida nueva a lo que estaba en desuso; ahora se metamorfosea en panadero y retorna con otro disco y la receta de la felicidad. «Muy poco a veces es mucho», considera el artista, que ha titulado su cuarto álbum en solitario como Agua, pan, vino y amor (Chatarrero Records/Hook Management), «una mesa perfecta para compartir con amigos». El cantante firmará ejemplares y ofrecerá un pequeño show en la Fnac de Murcia (19.00 horas).

Como resultado, sus letras saben intensamente a ansias de libertad. «Seguimos sin ser libres y creo que me va a dar para los restos escribir sobre ello. Hay gente que es presa y no se da cuenta; no creo que haya nadie que se escape», afirma.

Nuestras ligaduras, comenta a continuación, son ambiciones materiales, pero también una noción de «entretenimiento constante». «Hoy es complicado ponerse a dialogar o encontrar a alguien que no sepa de algo, porque todo se puede consultar inmediatamente en internet. Antes las conversaciones podían durar horas. Así estamos perdiendo una parte de espontaneidad e imaginación», lamenta el músico, que abre su disco con un tema titulado Siéntate.

Ni él, que reside junto a la playa de Águilas en una casa alimentada por energía solar, escapa a veces al influjo de una conexión de datos. «Todo se puede utilizar bien o mal, incluso una guitarra», opina Campello, para quien «es imposible apartarse de todo».

En sus textos habla por ejemplo de desamor, pero no del de pareja, aunque así puedan interpretarse, sino «de la relación con uno mismo, de salir a la calle y ver las cosas de colores», explica quien intenta ponerle un «punto de alegría» a «cosas muy jodidas».