Disciplinada, amante de los libros y de los viajes, Julia Navarro (Madrid, 1953) siempre invita al lector a reflexionar sobre aspectos de la condición humana. No tiene duda de que Historia de un canalla es su mejor novela; «es una obra dura y despiadada, un espejo al que los lectores se asoman y, evidentemente, no les gusta lo que ven». La escritora lo presenta mañana en el centro cultural Las Claras de la Fundación Cajamurcia, acompañada por el jefe de Opinión de LA OPINIÓN, Ángel Montiel.

Historia de un canalla nos transporta a Nueva York. ¿Por qué la ciudad de los rascacielos?

La novela tiene dos escenarios, Londres y Nueva York, y esta última es casi como un personaje más de la obra. Historia de un canalla trata sobre el poder y los grandes centros del poder del mundo siguen estando en la Wall Street de Nueva York y la City de Londres. Ese es el tema principal de la novela, por lo que no podría transcurrir en otro escenario.

¿Qué es lo que trata de contar a través de Thomas Spencer, un publicista y asesor de imagen?

Esta novela es un viaje a lo más recóndito del ser humano. Existen tres reflexiones: la parte más oscura del hombre, las nuevas tecnologías de comunicación y cómo está cambiado nuestra sociedad; y la otra es una reflexión sobre el poder. Mi libro invita al lector a pensar sobre esos aspectos.

¿Cuál es ese cambio de registro que aporta en esta novela?

Está contada de forma diferente porque está escrita en primera persona y, además, es muy actual. Esto exigía un nuevo lenguaje pero, como siempre, los lectores encontrarán una historia de personajes. A través de ellos, les invito a reflexionar sobre aspectos de la condición humana y de la sociedad, temas que a mí me preocupan y que son motivo para pesar.

Y en base a la vida de este 'canalla' habla de la ambición, de la codicia y, sobre todo, de la mujer.

Las mujeres todavía hoy en día tenemos que abrirnos paso con dificultad. En Occidente, en el plano legal, la igualdad es un hecho, pero esa igualdad hay que llevarla a la práctica. Todavía nos quedan muchas batallas por dar, todavía hay una mirada patriarcal sobre el papel de la mujer en la sociedad. Las mujeres que salen en mi novela reflejan esa situación, pero además planteo el tema de la violencia contra las mujeres, una violencia que antes quedaba en el ámbito doméstico y ahora, afortunadamente, es un problema social. El maltrato a las mujeres debe tener una respuesta por parte de la sociedad.

Se considera «una viajera incansable», como sus personajes, que a lo largo de sus tramas conocen diversas ciudades. ¿Qué le aportan sus viajes a su trabajo como escritora?

Mis dos grandes aficiones son la lectura y viajar. Me encanta porque siempre tengo un ansia de saber y de conocer que no se me pasa con los años. Al revés, según cumplo años más cuenta me doy de todo lo que me queda por aprender. Para mí los libros y los viajes son una fuente constante de conocimiento, y es con lo que más disfruto.

¿Cómo es su proceso creativo? ¿Toma notas de las ideas que se le ocurren?

Yo siempre escribo de cosas que a mí me preocupan o sobre lo que merece la pena reflexionar. Primero hay una idea; empiezo a pensar en ella, cómo plasmarla y cómo contarla. Me puedo pasar meses pensando. No suelo tomar notas, sino que voy construyendo la historia en la cabeza y cuando ya sé el principio y el final me siento a escribir. Soy muy disciplinada. Cuando estoy escribiendo una novela, todos los días trabajo en ella. Aunque esté viajando por la promoción, cuando llego por la noche a los hoteles me siento a escribir. Me enfrento a mi trabajo de la misma manera que lo hace cualquier persona. No me siento a esperar a que me venga la inspiración.

Siempre, o casi siempre, relaciona sus tramas con España. ¿Existe una vinculación también en Historia de un canalla?

Mis novelas suceden en muchos escenarios, no soy nada localista. Siempre intento contar historias universales que puedan transcurrir en cualquier lugar. En esta ocasión, la acción ocurre entre Nueva York y Londres; hay una parada en España, pero no soy nada localista. Siempre intento plantear problemas globales que afectan a los ciudadanos, no importa el lugar del mundo. Los personajes son prototipos de personas que te los puedes encontrar en Murcia, en Londres o en Pakistán. Huyo mucho de los localismos, me interesan las historias universales.

Sus novelas suceden con un trasfondo político y social. ¿Le ha inspirado algo la situación actual de España?

Intento contar historias que tienen que ver con la realidad. Cuando hago un repaso del siglo XX, esos personajes son hijos de su tiempo y la política es parte de ese tiempo. Nada de lo que hacen los protagonistas se puede entender si no es dentro de un contexto económico, político, social... es el escenario donde uno coloca los personajes. Lo que yo cuento en Historia de un canalla es algo que también podría pasar aquí. Sin la experiencia que tengo, de cuatro décadas dedicadas al ejercicio del periodismo, esta novela seguramente no la podría haber escrito. Los periodistas contamos lo que pasa pero también sabemos lo que hay detrás del escenario. Esta obra es una novela sobre la comunicación, sobre el poder y de eso los periodistas sabemos algo. Esa experiencia me ha servido para construir los personajes de esta novela y para contar la historia.

Muchos lectores dicen que es su mejor novela. ¿Usted también lo piensa?

Es mi mejor novela, sin duda. Es una obra despiadada, que le produce sacudidas al lector. Creo que es la mejor por la profundidad de los personajes y por los retos que encierra. Hablar de la oscuridad del ser humano, del siglo de la comunicación y de los entresijos del poder es una propuesta que hago a los lectores a través de Historia de un canalla. Es una invitación incómoda, un espejo al que los lectores se asoman y, evidentemente, no les gusta lo que ven reflejado. Es una novela dura.

¿Cómo lleva lo de ser una de las autoras más leídas?

Siempre tengo la impresión de que con cada novela parto de cero. No doy nada por hecho y los lectores son los que tienen la última palabra; cuando uno escribe un libro nunca sabe lo que va a pasar.

¿Echa de menos el periodismo?

Generalmente no, pero en ocasiones sí. Hay momentos en los que sí me gustaría estar cubriendo algunos acontecimientos, como los campos de refugiados que hay repartidos por toda Europa. Me gustaría relatar el dolor y hacer una llamada de atención a los gobiernos, por lo mal que se está portando Europa con esas personas que están huyendo de la guerra y están viviendo en la miseria. Pero si me pregunta si me gustaría estar en el Parlamento, pues la respuesta sería no.