Jorge Drexler ha acostumbrado a su público a la metamorfosis que sufren sus canciones desde la grabación hasta la puesta en escena, de una gira a otra, y no le ha ido mal, porque, entre sus muchos premios y galardones, destaca el Oscar; lo consiguió en 2005 por la canción Al otro lado del río, compuesta para la película Diarios de motocicleta. Bailar en la cueva, su último disco, es una búsqueda en el tiempo. Drexler lo demuestra tanto en los sonidos como en las palabras de cada una de las canciones. El autor de Todo se transforma llega a Murcia libre, guitarra en mano.

¿Qué vas a presentar en este nuevo concierto?

Guitarra y vos hace referencia a una canción mía, pero también es un juego de palabras con el vos y con el tú del Río de la Plata. Y es un concierto a guitarra y voz, esta vez con 'z', donde las canciones están en el formato más desnudo y donde hay un recorrido ya independiente del lanzamiento del último disco, de Bailar en la cueva; un recorrido más libre por el repertorio, con un grado mayor de libertad.

¿De metamorfosis?

Sí, la verdad es que no me gusta repetirme en las ciudades a las que voy. Cuando he presentado el otro formato, el de la banda, en una ciudad, trato de ir con algo nuevo al siguiente show, como para dar una muestra de la voluntad de tomarme en serio el concierto y de tomarme en serio el público.

¿Qué centra tu interés ahora compositivamente hablando?

Quizá cada vez más el formato puro de la canción. Estoy pensando en hacer un disco solo con guitarra y voz; centrarme específicamente en la combinación de texto y música, sin ningún aditivo.

¿Se lo has propuesto ya a alguna compañía discográfica?

Lo estoy pensando. En realidad tengo una relación muy buena con mi discográfica actual, y ellos básicamente respetan mi decisión artística. Si lo quiero hacer yo solo con guitarra, lo haré. Nunca nadie me ha dicho qué es lo que tenía que hacer. A veces, lamentablemente, me hubiera gustado pensar que existe el príncipe azul que viene y le indica a uno el camino que tiene que seguir, pero no. Uno carga en este trabajo con la pesada cruz de ser libre, como dice una canción de mi hermano, que también escribe canciones. La libertad es responsabilidad, es hacerse cargo de las propias decisiones. Es genial tener libertad, pero eso implica que el responsable de los aciertos y los errores es uno. Siempre he sido el responsable de mis aciertos y mis errores artísticos.

En todo caso, parece que hubiera un cierto divorcio, por lo menos económico, entre el artista y las compañías discográficas.

A mí me apena. Creo que el trabajo discográfico es importante. Creo mucho en el trabajo en equipo, no soy un buen empresario, no he querido hacerme cargo de los aspectos discográficos, que son muy complejos. Los músicos tendemos a pensar que como uno aprende a tocar la guitarra, lo puede hacer todo, pero hacer un trabajo discográfico implica distribución, marketing, ideas de mercado, relación con los medios, con las redes sociales, un departamento económico que se haga cargo de las cuentas? Son cosas muy complejas que yo realmente valoro y respeto mucho como parte de este tipo de trabajo, y es una pena que la música no genere más dinero como para tener este tipo de estructura de trabajo; perdón, esto es una corrección: la música sigue generando la misma cantidad de dinero, inclusive más del que generaba en los 90 y a principios de los 2000. El problema es que ese dinero no retorna a los generadores del contenido, sino que queda en los intermediarios muchísimo más de lo que quedaba antes en la intermediación de la discográfica.

¿Sientes que la cultura está siendo maltratada por sus afinidades políticas? ¿Se acabaron los buenos tiempos para la lírica?

Yo me crié en un entorno hiperpolitizado; el Uruguay previo a la dictadura, el Uruguay de la dictadura y el de la salida de la dictadura. La mitad de mi familia estuvo exiliada fuera del país. He tenido una existencia muy relacionada con la política. Siempre he tenido claro que la política y la cultura deben tratarse con cierta distancia. Creo que hay un tipo de finalidad que tiene la gestión política, y hay un tipo de finalidad que tiene el quehacer artístico, y que deben complementarse. Uno puede tener sus opiniones políticas, debe tenerlas, pero yo creo que es malo que dependa, en uno o en otro sentido, de la política. Cuando hay una identificación muy grande en una dirección, luego cambia el gobierno y la anti identificación es exactamente igual de poderosa. Sinceramente, el Gobierno está maltratando la cultura. Además nos han subido el IVA cultural del 8 al 21% y la crisis ha disminuido las ayudas a la cultura, los actores son, del espectro social, la profesión con mayor grado de desempleo? Son malos tiempos para la lírica.

Tus canciones se inspiran en los problemas sociales, el amor y, de modo especial, en los conflictos internacionales. ¿Hacia dónde crees que va el mundo?

La pregunta es muy buena y es muy difícil de prever. Yo no lo sé, lo único que espero es que esta oleada de retroceso a la caverna, tanto por el lado del terrorismo islámico como por el lado de Trump o del Brexit, estos brotes de egocentrismo y de nacionalismo exacerbado, de xenofobia, espero que pierdan fuerza, pero no estoy seguro de que esto vaya a pasar. Es una esperanza más que una previsión.

Este año hemos sufrido unas perdidas terribles en la música (Bowie, Prince). ¿El mundo se está desmoronando, como decían en Casablanca y nosotros nos enamoramos?

El mundo se vive desmoronando. La vida es cambio y desmoronamiento y construcción a la vez; la vida construye destructivamente, y las cosas mueren para que otras nazcan. El mundo siempre se está reconstruyendo; eso no implica que algunas veces la sensación de duelo que uno tiene sea muy grande. Hemos perdido dos figuras muy importantes en la música. A Prince lo llegué a conocer porque me entregó el Oscar en 2005, y soy muy fan; me dio mucha pena, porque además estaba retomando como un sendero muy interesante de creatividad, y me dio pena esa muerte accidental, completamente innecesaria, porque Bowie tuvo una enfermedad que nos puede pasar a todos, pero lo de Prince no tiene ningún sentido.