Ramoncín fue pieza clave, por mucho que algunos quieran olvidarse, para renovar el rock español en la segunda mitad de los años setenta y contribuyó decisivamente a dotarlo de identidad, con discos rotundos y éxitos superlativos. Se podrá o no estar de acuerdo con él, pero es indudable que en más de un aspecto ha sido víctima de la sociedad maniquea en la que vivimos.

¿Qué te inspiraba en los años setenta y ochenta?

Cuando grabé mi primer disco no tenía conocimientos respecto de meterte en un estudio y hacer esa cosa que parece tan común y es tan difícil como grabar un disco. Cuando haces el primero encuentras errores que luego tienes que ir resolviendo. Cuando llegué a Arañando la ciudad en el 80 ya tenía una idea muy próxima de lo que era estar en un estudio, meterse ahí, saber cómo controlar el tiempo, dominar a los músicos, sus impulsos, tratar de encontrar la manera. Todo eso está precedido de lo que tú quieres hacer con las canciones. Para mí el lenguaje es importantísimo, soy un filólogo y creo que el lenguaje es lo que confecciona nuestra lengua, el idioma. El lenguaje es fundamental y sin él es imposible que nos comuniquemos, y no me refiero simplemente a esta comunicación verbal, sino a la comunicación más emocional. Y la inspiración, pues, como siempre, escuchar aquí y allá, intentar entender lo que está pasando a tu alrededor, y 'venga, ahí vamos'.

Lo malo para Ramoncín es que se hizo famoso demasiado pronto. ¿No tienes la sensación de que en este país siempre estás empezando y siempre tienes que demostrar tu valía?

Pero lo malo o lo bueno, no lo sé. Yo salía en la tele en el año 78 en un programa que se llamaba 2 por 2 con un rombo en un ojo cantando Marica de terciopelo, y dedicándosela a la gente que tenían metidos aún en la cárcel. No es que te hagas famoso, es que se convierte en una explosión, y además en esa época sólo había una televisión. Te veían 18 millones y medio de personas. Ahora mismo no hay nada que siente delante de una televisión? Nada, ni una final? Fue una cosa de locos. Yo después de aquel programa me fui a Francia actuar a un sitio que se llamaba Gibus Club, y estuve ahí una semana actuando, y, cuando volví, en los kioskos, en todas las revistas tenían una foto mía. A partir de ahí, la fama es lo que tiene, es el cubo de la basura de la popularidad, y lo que tienes que hacer en este país cada día es un reto nuevo. Es así, hay un examen diario.

Tu personaje se construye de muchos retales, de estilos e influencias musicales distintos. ¿Esa disparidad te ha permitido estar en primera línea durante tantos años?

Pues no sé si en primera fila o en qué fila, pero desde luego he estado donde he pretendido estar, y creo que tener un punto renacentista en el arte no es una cosa nueva ni rara ni distinta, aunque en este país se valora como se valora. Ahora hay mucho ruido porque Springsteen ha escrito un libro. Pues yo he escrito 8 ó 9. Y entre ellos un diccionario que, según uno de los escritores más importantes del siglo XX, Francisco Umbral, es un diccionario que tendrían que haber escrito varios académicos aplicados. Lo hice yo solo. No quiero ni pensar si a uno de esos músicos anglosajones, cualquiera de los buenos, le hubiera dado por escribir un diccionario que se convirtiera en el más extenso, profuso e importante de su lengua. Imagínatelo. Aquí hay que explicar por qué te paras y escribes un libro, lo cual es una cosa rarísima. Hacer cine, teatro, televisión o escribir forma parte de mi manera de entender esto, y eso siempre desemboca en la música de alguna manera, y te hace estar ahí en una línea, ¿no?

¿Qué fue de la España de los ochenta? ¿La reconoces? ¿Y del Ramoncín de entonces?

La España de los 80 era una especie de desperezarse. Había aparecido gente muy interesante en tosas partes, y la gente tenía muchas ganas de contar y de decir, y aquellos años 80 parecía que iban a ser? Lo que parecía que iba a ser España, una ciudad como Madrid, la cultura en este país, se paró ahí. Luego pasaron cosas, siguen pasando cosas, en los 90, en los dos miles, yo creo que más aburridas, pero también dependerá del que lo cuente. Aquello fue un algo que parecía. En cuanto a mí, tenía 30 y pico años menos, y eso se nos nota a todos, jaja.

¿Mantienes unos principios de izquierdas?

Pues es muy complicado. Yo, que me siento una persona de izquierdas, con la moderación que dan los años, a veces no entiendo cosas. Como persona de izquierdas, como republicano, me cuesta muchísimo entender que hay un rey y una reina -bueno, ahora tenemos 4-, y que en el futuro esté ya esperando una reina para coronarse, sin haber dado muestras de nada, simplemente por la cuestión de sangre y semen. Como tal, me parece imposible de entender. Pues hay gente que son como yo, que piensan como yo, que dicen que son de izquierdas, que son revolucionarios, pero en cambio no les importa que en Cuba Raúl Castro haya heredado el poder de su hermano, o que exista un Maduro. Es decir, soy una persona de izquierdas pero que entiende que Mao Tse Tung era un hijo de la gran puta, y Hitler también, y Mussolini también, y Pinochet también, pero Stalin también, o Castro. Es que lo que no puede uno es cegarse con las cosas, y tener esas mitologías. Cómo uno va diciendo por ahí, siendo un líder importante de un partido, que esto de la monarquía es un desastre, pero que le parece de puta madre lo que ocurre en Cuba, ¿no? Es una cosa muy difícil de entender, pero sí, me considero una persona de izquierdas, por muchas razones, porque soy republicano, soy laico, creo en la justicia, social, en la justicia de ser justos ?

Loquillo y tú estáis entre los personajes más controvertidos del rock español. ¿Haríais un buen tándem? Una vez comenté con él una frase que le atribuyen a Bogart: « Sé que no le caigo bien a todo el mundo, pero tampoco todo el mundo me cae bien a mí». A Loquillo le gustó mucho.

Sí, claro, está muy bien, jaja. Yo tengo otra de Pitigrilli: «Si los que hablan mal de mí supieran qué pienso de ellos, aún hablarían peor». Uno puede pasar por la vida dándole gusto a todo el mundo, y otros, pues no. Y alguien como el Loco o yo somos así. Somos amigos, nos entendemos. Tampoco nos vemos todos los días ni nos hacemos la pelota ni nada de eso. Yo le tengo mucho respeto; él me lo tiene a mí; él participa en el documental que se está haciendo sobre mi vida musical y dice cosas que a mí me estremecen, y eso nos convierte en dos personas que se entienden, como con tantas otras, pero cuando uno dice lo que piensa? Este es un país que es de mamá y de papá.

¿Nunca has querido participar en los revivals ochenteros?

No, no, yo no quiero hacer revival ni nada de eso, y espero que no se le ocurra a nadie hacer una banda-tributo porque les demandaré por el derecho moral. Cuando me muera, que hagan lo que quieran, pero mientras yo esté entero, mis canciones las canto yo. He hecho discos en los 70, los 80, los 90 y los dos miles, por lo tanto yo le doy la misma importancia a interpretar la canción Miedo a soñar o más que la que le doy a interpretar una canción de los 80. No quiero saber nada de ese rollo. Es un rollo completamente comercial, y, para mi gusto y entender, hay gente que lo hace porque no le queda más remedio, lo cual no es hablar mal de ellos, es poner cómo está la escena rock en la actualidad en nuestro país: está como está; no hay, no existe.

En mayo anunciaste que no volverías a tocar hasta que no pudieras subirte a un escenario con un cartel en la espalda que dijera «inocente». ¿Por qué te decidiste a dar el concierto del 19 de septiembre? El 'concierto del honor y la amistad', ¿qué fue exactamente?

Cuando te pasa una cosa como esta en la que alguien, que solo está en su mente, pretende convertirte en un delincuente, y te señala, y hay un eco mediático vergonzoso y completamente delictivo saltándose todos los derechos que uno tiene, como los de la presunción de inocencia, el honor y esas cosas, pues se te quitan las ganas de todo, y dije que no me iba a subir a un escenario por no decir y cojo un avión y me voy. Te tienes que quedar aquí y demostrar las cosas. Al final ese concierto estaba listo, y sobre todo con una cosa muy alucinante, y fue la gente; yo no he tenido ningún encontronazo con la gente. Algún hijo de la gran puta ha escrito algo en el facebook y ha habido que contestarle; gentuza, gente que no tiene nombre, y que no sabes quiénes son, y que se dedican nada más que a odiar, y que se llaman 'odiadores', y por lo tanto alguien que se llama a sí mismo un odiador y que vierte su odio escondido en un nick es un hijo de la gran puta y un indeseable, pero la gente fue extraordinaria conmigo, fue increíble, así que al final lo que había que hacer era dar esos conciertos del honor y la amistad. Ese ya fue cuando teníamos nuestra sentencia absolutoria y la claridad absoluta de que yo no había hecho nada. Nada menos que tres magistrados de la audiencia nacional habían dicho que yo no había hecho absolutamente nada. Y cuando ocurre eso, no hace tanto ruido como todo lo demás: la pena del paseíllo, el banquillo, tanta basura que tanto gusta en este país y que tanto llena las ínfulas de gente que no está muy bien de la cabeza por otro lado. Tuve que hacerlo por la gente.

¿Alguien te ha pedido disculpas? ¿De lo sucedido durante este tiempo sacas alguna conclusión? Te despachaste a gusto con aquello que pusiste en tu facebook.

La fe de amigos, familiares y seguidores, fue demoledora. Las conclusiones te las estoy contando: es un país enfermo. Los medios de comunicación tienen la culpa en el 90% de lo que ocurre con estas cosas, porque les mola lo del 'imputao'. Ahora dicen 'está investigao, antes imputao', para que nadie se olvide de lo que es? Da igual, como el lenguaje es el lenguaje, y se usa como se usa, ya lo decía Georges Orwell, pues vamos a seguir con el lenguaje este que nos conviene. ¿Cómo te van a desclavar los clavos los mismos que te los han clavado? ¿Cómo va a venir alguien a pedir disculpas? Eso es algo imposible. Ya me ocupo yo de eso, y ya me ocupé. Que me despaché a gusto, por supuesto, ¡y me voy a seguir despachando toda mi vida!

Tu último disco de estudio es de 2011. ¿Qué preparas ahora?

Estoy preparando un disco nuevo que se va a llamar Descalzo entre ascuas. Lo voy a grabar el año que viene, pero antes va a salir una caja (Ramoncín 6.0) donde hay un documental; estamos viendo si sacamos un libro o no, que estaba preparado, de gente escribiendo a propósito de mí, y en el documental sale mucha gente de la música, de la cultura, del deporte, del periodismo, dando sus opiniones, está muy bien, tiene una factura preciosa lo que he visto hasta ahora. Falta darle el visto bueno. Además sacamos un disco de grandes éxitos.

La muerte de Manolo Tena te habrá dejado un vacío...

Manolo era muy amigo mío. Últimamente no nos veíamos mucho, pero tuvimos mucha relación, mucha. Nos conocimos siendo unos niños, ensayábamos en el mismo local, y desde entonces hemos tenido muy buena relación. Hablamos mucho, nos encontramos mucho, compartimos amigos, momentos, conozco a sus padres, y fue muy triste, la verdad. Esos son los agujeros que te va haciendo el corazón según van pasando los años.

Recordando Putney Bridge: «Si muere el rock, ¿cómo vas a disfrutar? Si muere el punk, ¿con quién vas a pelear? Si vuelve el pop, es que algo anda mal...» ¿Algo va mal, Ramón?

Jaja, yo cambio muchas veces esa frase de «si vuelve el pop es que algo anda mal», y digo «si mandan los de siempre es que algo anda mal», y solo hay que asomarse a los medios para ver si algo anda mal, porque mandan los de siempre, pero es que los que quieren mandar son como los de siempre. Así que sí, algo anda mal.