Cuando a principio de los años sesenta conocimos a don Antonio Piñana, embargados por la curiosidad e interesados por el tema, le preguntamos al cantaor cómo fueron los inicios del Festival del Cante de las Minas, pues sabíamos que él fue el primer ganador, en 1961; y lo primero que hizo fue referirse a una anécdota que, según el cantaor, ocurrió precisamente ese mismo año, por primavera, en La Unión; la cual se produjo durante una actuación de su amigo Juanito Valderrama, y que se celebró en la desaparecida Terraza Argüelles. Pasados unos años, dado que no habíamos olvidando la anécdota que nos contó Piñana, aprovechando una conversación con Juan Valderrama el cantaor jienense no tuvo inconveniente en recordar lo sucedido aquella noche; acabado el relato, ya apuntado por Piñana, le solicitamos a Valderrama que transcribiera a un documento lo acaecido en La Unión en el sesenta y uno, y, tras acceder a nuestra petición, aunque unas fechas después, el escrito solicitado y rubricado, obra en nuestro poder; el cual dado su interés ya fue publicado, quedando para la posteridad. En él, como fiel testimonio, Valderrama, entre otras cosas, manifiesta lo desolado que se sintió en el escenario de la Terraza Argüelles, y con cierto enfado decía que «quise cantar una taranta, y el público no me dejó; pidiéndome que le cantara El Inclusero y la Primera Comunión. Por lo cual, muy enfadado, le dije a Piñana 'que había que hacer algo para que el cante de esta tierra no se perdiera'». Hoy, cincuenta y cinco años después, conocida la trayectoria del Festival de La Unión, bien podemos asegurar que la petición se cumplió, aunque, al final, lo de «que el cante de esta tierra no se perdiera», es, sin anacronismo, otro cantar.

Unos años después de la puesta en marcha del festival unionense, en 1975, Francisco Celdrán (Ícaro), quien fue jefe de prensa del Festival de La Unión, publicó en la revista 'Flamenco' un artículo bajo el título de Breve Historia del Festival Nacional del Cante de las Minas, donde venía a decir que «El pintor y poeta unionense Asensio Sáez descubrió entre las recónditas y destruidas historias de La Unión la primera esperanzadora piedra sobre la que más tarde se construiría el fabuloso edificio del Festival Nacional del Cante de las Minas». En el artículo referenciado nuestro malogrado amigo, resaltando algo fundamental, escribe: «Dicen las viejas crónicas que el éxito fue extraordinario y La Unión volvió a sentir la fuerza de su cante minero. Don Antonio Piñana, el actual maestro indiscutible de estos cantes, fue el máximo galardonado. El ilustre conferenciante don José Orihuela Águila diría más tarde en un artículo titulado Cara y cruz del I Festival del Cante de las Minas: 'Desgraciadamente este Festival tuvo también su cruz, esta fue el desconocimiento absoluto por parte de casi todos los concursantes de lo que es el verdadero cante por mineras'».

Paco Ícaro en su artículo manifiesta con cierto énfasis los pasos tan firmes que, año tras año, va dando el novísimo evento, el cual, a pesar de su bisoñez, comienza a alcanzar altas cotas, y escribe que «el Festival prosigue y nuevos nombres vuelven a encabezar al año siguiente los titulares de la prensa regional. En esta ocasión, Enrique Orozco de Madrid, fue el ganador». En esta ocasión, a partir del año tercero de su inicio, 1963, tras un cambio de fecha en lo que se refiere a su celebración, el festival comienza a trascender al ámbito nacional, y Francisco Celdrán, a tenor del éxito conseguido por Canalejas de Puerto Real, airea la importancia que el evento va adquiriendo en el territorio español, y dice que «palmo a palmo, en cada rincón de España el nombre de La Unión unido a su cante se cruza fugaz por la senda del flamenco». Y para dar mayor realce al festival que se puso en marcha en la ciudad minera de La Unión, y la trascendencia que tal evento iba adquiriendo, coincidiendo con la quinta edición, mencionando a personajes de la vida pública que se interesaban por tan singular espectáculo, Ícaro escribe: «Don José Camilo Cela encontró sin duda en el quinto Festival nuevos motivos que debieron enriquecer su admirable acervo literario, otro tanto podemos afirmar de Jesús Álvarez entonces presentador de Televisión Española». Edición tras edición Ícaro va desgranados las sucesivas crónicas, concluyendo su artículo diciendo: «Mientras tanto, cuando todavía resuenan las últimas guitarras de la catorce edición, La Unión ya ha colocado la primera piedra de su quince Festival del que todo sabemos esperar, porque todo se lo merece».