Se intuía una de las mejores galas flamencas de esta edición en el Festival Internacional del Cante de las Minas, y se cumplió. Llegaban dos insignias flamencas de herencia, sangre y tradición para darle una vuelta al compás.

El primero en hacer los honores fue Alonso Núñez 'Rancapino Chico', que se quitó el compromiso al comenzar por levante con la guitarra de Antonio Higuero. El pequeño chiclanero acuñó con su impronta taranto y levantica para seguir por cante libre, en este caso, malagueña en la que imprime su matiz susurrante y con el micro en la mano. Alonso está nervioso pero aguanta el tipo llamando al escenario a Rubichi y Chicharito para el compás por tangos, con los que coge aliento despacio y mece a su sino en las letras. Controla el aire y dosifica su rajo por fandangos y se atreve a asomarse al pie del escenario sin micrófono y estrujar su expresividad.

Qué flamenco es Alonso, qué buena casa lo guarda. Se va soltando por bulerías con la cabeza bien alta y el sabor gaditano que acoge su metal, el ángel del chiclanero se marca para terminar una zambra de zalamería pura rebozada de transmisión. Salió airoso de este escenario que tanto respeto le implantaba y se ganó al público con la verdad de su cante.

Farruquito llegaba sombrío por martinetes con el cante de Pepe de Pura y Antonio Villar. El rey del baile flamenco se marcó una seguiriya sorteando pellizcos y pasando de cero a cien en menos de uno; palillos y elegancia. Pura presencia farruca en el silencio que quiebra el metal de María Vizárraga, una auténtica matriarca del cante sevillano que hace que a Farruquito se le salten los lunares del pañuelo.

Descanso para el bailaor por bulerías con Román Vicenti y Juan Requena en las guitarras y el 'Polito' en la percusión, pero poco tarda en regresar por cantiñas el mejor bailaor del mundo, que releva los paseíllos por la bahía con los desplantes salineros. Farruquito está a gusto, sonríe risueño y aún no hemos nombrado sus botas que apenas de mueven; sonido limpio y conciso que suena eléctrico. Se duele con el cante de su cantaora que lo inspira en el remate por bulerías creando como siempre un diálogo con su elenco.

Otro descanso, esta vez la guitarra de Román Vicenti antes del corte final. Sereno y quieto Farruquito brotaba por soleá, soberbia estática que ahoga la tragedia; tan difícil es bailar ligero como hacerlo con ese sosiego. Aquí se le ve más el legado familiar, la marca que lo engrandece con los cambios de intensidad, la bravura de un artista que se revuelca en su propia autonomía y crea dibujos imposibles por bulerías con un público embriagado de magia esta noche inolvidable en el Antiguo Mercado de La Unión.

Para el fin de fiesta quiso contar con la presencia en el escenario de sus compañeros de la noche, así, el cante de Rancapino Chico cerró la penúltima gala tal y como comenzó, pero con el baile de Farruquito y Polito por bulerías. Gitanería de cante y baile unida, cimientos fundamentales de arte por derecho que llaman al pórtico de las sagradas escrituras del flamenco. Al primer lugar donde se llega con la verdad es al corazón y quien ocupó una silla en La Unión lo sabe.