La fuerza, la emoción, la garra y algunas escalas melódicas hacen del fado una música similar al flamenco, de ahí que los españoles se sientan identificados con el género musical portugués por excelencia, cuya proyección internacional se encarna con especial elegancia en Ana Moura, convertida en su embajadora más acreditada.

Ana Moura es la más pop de todas las cantantes de fado. En unos pocos años se ha impuesto con toda su singularidad sobre una escena muy conservadora y se ha convertido en una referencia incontrovertible de una escena lusa en plena renovación. Ana Moura ha sido reconocida más allá de la estricta esfera de la música portuguesa y ha colaborado con grandes nombres del rock internacional como los Rolling Stones o Prince.

Los Rolling Stones la invitaron a subir al escenario a cantar No Expectations tras su paso por Lisboa en 2007; Caetano Veloso contó con ella para su álbum de 70 aniversario y Prince viajó a París para verla en directo, encandilado por su voz. Desde entonces, se forjaron estrechas relaciones, que les ha llevado a colaborar varias veces.

Su anterior disco, Desfado, es el más vendido de los últimos años en Portugal. Al igual que para Desfado, en su último disco, Moura (Universal, 2016) ha contado con el productor Larry Klein (Joni Mitchell, Melody Gardot, Madeleine Peyroux?). Se grabó en California con músicos como el guitarrista Dean Parks o el baterista Vinnie Colaiuta. El fado, que también se baila, es tristeza y nostalgia. Este es el mensaje que Ana Moura quiere transmitir. Con una imagen que se mueve entre la timidez y lo moderno, Moura ha revolucionado la música tradicional de Portugal a base de coqueteos electrónicos y jazzeros.

Ana Moura, que ha cantado en el Town Hall y en el Carnegie Hall de Nueva York, cuenta con dos discos de platino y el premio Amalia a la mejor intérprete 2007. Además, recibió el Globo de Oro a la mejor artista en el 2010, compitiendo con Carminho, David Fonseca y Rodrigo Leao.

No hay otra voz en el fado como la suya, que se pasea libremente por la tradición, pero flirtea con otros géneros, ampliando el espectro del fado, tan típico de Lisboa, de una manera muy personal. Pero lo que la sitúa aparte no es sólo el timbre grave y sensual, tan único. Ana Moura transforma instantáneamente cualquier melodía a la que presta su voz y la convierte en fado. Es una chispa inmediata, una explosión emocional, dirigida implacablemente al corazón del oyente.