El Palacio de los Deportes de Murcia es desde este miércoles un bosque mágico. En él se dan cita desde hadas fantásticas a personajes de la mitología que, contrariamente a lo que reza su historia oficial, sobrevivieron. La propuesta de la organización del Circo del Sol, a su llegada a la capital de la Región, fue brindar un paseo por los entresijos de la historia, por los recovecos que el gran público no ve, y donde los trajes y las máscaras de purpurina no brillan sobre el escenario, sino que son ´parcheados´ sobre la mesa para que, horas después, brillen como nunca.

Entre bambalinas, cinco horas antes de que comience el espectáculo, los artistas llevan a cabo los ensayos, entre arneses y saltos. Columpios para dos que se asemejan a la jaula del barco vikingo de la Feria de Septiembre. Focos naranjas iluminan el escenario, sobre el que se despliega una estructura de metal perfecta, esqueleto de lo que será el show. Se tarda doce horas en montar el engranaje, aseguran los responsables de que todo salga a la perfección. Y encima de las tablas, una docena de hombres continúa con las piruetas. En el pase de prensa, lo más repetido: «No flash». Es malo para los intérpretes que habitan las tablas.

El show se llama Varekai (algo así como «en cualquier lugar», en romaní) y narra la historia del malogrado Ícaro en el bosque mágico. Un Ícaro que no pierde la vida en su famosa caída (provocada al derretirse las alas de cera ideadas por su padre, Dédalo, ante la ambición del joven de volar cerca del Sol), sino que la fermenta y recupera en el vergel sanador que supone ese jardín. Da igual, a la hora de perpetrar este montaje, lo que digan los libros de mitología. Sobre todo si la alternativa es que gane la esperanza.

Entre bambalinas recibe a los periodistas Isabelle Corradi, artista y cantante en el espectáculo, una mujer que lleva más de veinte años en la brecha. «Yo canto la música de Varekai, mi hermana es la compositora. Mi ´mamma´ era cantante de ópera internacional, mi padre era compositor y nosotros somos la tercera generación», indica la intérprete italiana. «La música hace toda la emoción, da color, la música toca el corazón, da énfasis al movimiento», subraya Corradi, al tiempo que gesticula con pasión.

Recordó que lleva doce años girando con este show por todo el mundo. «¿Ustedes van a ver el espectáculo? ¡Bien! Porque tiene el sentimiento de esta primera vez que estamos en Murcia. Hacemos esto para tocar los corazones de todos. Nuestra misión es ayudar a la gente a estar feliz», dice.

Cientos de personas, «una gran familia», hacen posible este montaje. Más de 300 ´árboles´ forman el bosque encantado. Árboles que son tubos dorados. Para montar y desmontar todo el show, se contratan a unas sesenta personas en cada localidad que visita el afamadísimo circo.

Más datos: hay 2.000 piezas de ropa en Varekai. En el enorme taller de costura instalado en una de las salas del Palacio de Deportes conviven bovinas de hilo y trajes de purpurina y lunares. Algunas jóvenes cosen unos atuendos rojos, amarillos y naranjas que parecen de fuego. Ameniza la estancia Andrey Kislitsin, uno de los actores. Cerca, un chico asiático ensaya pasos frente a un espejo.

Sólo hay dos españoles en el equipo. Un chico (músico) y una chica. Ella es Jessica Heredia, acróbata y bailarina, y va a hacer tres años con este espectáculo. La joven sale en el primer acto de la segunda parte, en el número llamado Superficie resbaladiza. «Como soy bailarina de break dance, la superficie, que resbala, me viene como anillo al dedo», cuenta.

«Somos la parte divertida, no importa lo que pase, con una sonrisa y buena energía las cosas salen bien. Somos la parte happy que le hace ver al protagonista que puede salir adelante», comenta sobre su papel la joven, catalana de padre malagueño. Confiesa que en su día fue al casting «sin ninguna expectativa». Hoy forma parte de un elenco en el que hay personas de 19 nacionalidades distintas. «No lo cambio por nada en la vida», asevera la artista.