Va uno con sus expectativas, esperando pasar un buen rato en el Jazz San Javier con Jon Cleary and The Absolute Monster Gentlemen, y la sorpresa es mayúscula, supera con creces lo previsto, le llena de alborozo y le arrebata del asiento, y todo el auditorio comparte el mismo entusiasmo. Incluso Bill Evans, que vino luego. Dijo que había descubierto a su nuevo músico preferido. Siguiendo los pasos de excelentes pianistas de Nueva Orleans como Professor Longhair, Dr. John y Allen Toussaint, Cleary ofrece su versión del r&b de New Orleans: funk de Nueva Orleans, a donde llegó desde su lejana Inglaterra. Practicó y absorbió los sonidos de la ciudad, y cuando finalmente pudo subirse a un escenario, el chico británico pasó el único examen que había: les demostró que sabía tocar.

Aunque lleva años tocando con muchos músicos conocidos, Cleary también ha sido durante 20 años miembro de los Absolute Monster Gentlemen; los otros monstruos son Cornell Williams al bajo, Alex Joseph 'A.J.' Hall, que solo lleva en la banda unos meses, y Derwin 'Big D' Perkins a la guitarra, que no pudo venir porque no le dejaron salir de los Estados Unidos (al parecer tenía unos problemillas con la justicia).

Abrieron con una versión de Sam Cooke: Soothe Me Baby. Luego repasaron canciones de álbumes anteriores, como So Damn Good y Port Street Blues. También se salieron de la 'lista' y tocaron su versión de la versión de Professor Longhair de Tipitina de Junkers Blues. Procedieron seguidamente con el funk de Nueva Orleans. No hicieron esperar mucho al público para escuchar sus temas más populares: una versión genial de The Meters (Just Kissed My Baby) y un tema propio, When You Get Back.

El público se puso en pie y bailó las canciones del nuevo álbum, GoGo Juice, ganador de un Grammy; una colección de canciones originales, compuestas totalmente a partir de frases escuchadas a la gente en Nueva Orleans, incluida Bringing Back The Home. A propósito de esta, Cleary recordó por qué el rhythm and blues fue el mejor regalo que su país le hizo al mundo.

No quedaba nadie sentado a esas alturas. Con una 'extended version' de Pump It Up, animado y original puré de guiños a Ray Charles aderezado con un poco de Toots and the Maytalls se acercó a la recta final del concierto. Con todo el mundo aún de pie, estos Absolute Monster Gentlemen hicieron un salvaje Mo Hippa para lo que ya era un público salvaje. Nadie quería que se fueran. Al parecer había prisa por parte de la organización para que terminaran antes y dejar más tiempo a la banda de Bill Evans.

Todos los caballeros tuvieron ocasión de lucirse con maravillosas aportaciones. Cornell C. Williams estuvo siempre al quite con el bajo de cinco cuerdas y las voces, A.J. Hall brutal en la batería y Big D... si hubiera podido estar, habría sido la bomba. Jon Cleary y los Caballeros nos aconsejaron que antes de enfilar para el 'boneyard' (cementerio) deberíamos intentar divertirnos, y eso hicimos esa noche. Un concierto de primer orden estilo Nueva Orleans, que quedará en la memoria de todos.

La Bill Evans Band es algo así como la selección del jazz mundial. Desafortunadamente, Mike Stern está de baja por una lesión en el hombro. Lo sustituyó Dean Brown. Contar la historia de los músicos que componen la Bill Evans Band significa contar parte de la historia de la música. Evans figura entre los saxofonistas de jazz estadounidenses más solicitados de la escena contemporánea, capaz de dar a conocer sus notas más allá del profundo blues; al bajo está Darryl Jones (histórico bajista de Sting, Madonna, Eric Clapton y los Rolling Stones); a la batteria Dennis Chambers (acompaña a Carlos Santana). En resumen, figuras de referencia en el ámbito de sus instrumentos, con excelentes colaboraciones a sus espaldas. Y Evans, que ha sabido abrir caminos al jazz, es un músico sin complejos y con la 'escuela' de haber pasado por el grupo de Miles Davis.

La noche prometía música grande merced al talentoso Dean Brown, sustituto a la altura del talento de Stern, apreciado en el sector por su virtuosismo y su sentido de la melodía.

Volviendo a Evans no es preciso señalar que es un músico ecléctico, 'fusionista', y su técnica es perfecta. Evans, que tocó tenor y soprano, teclados e incluso cantó alguna pieza (mucho registro vocal, la verdad, no tiene), equilibra como instrumentista ambas habilidades, y sabe en qué proporción administrarlas. Lo demuestra fantásticamente en el solo de Soulbop, donde llena los compases de elegancia reafirmándolos por la ruta del jazz y los funde luego con un estilo más orientado al blues.

Entraron fuerte, sin complejos, sabiendo muy bien a lo que venían. Son músicos de muy alto nivel que se deleitan en el ir y venir de las notas entre los dedos y sus instrumentos. Difícilmente esto es susceptible de ser razonado; es mejor dejarse llevar. Evans dirige y ordena, marca los tiempos y los compases. Chambers marca el ritmo con la batería, ya sea con improvisaciones psicodélicas con los platos o volviendo a la melodía en un abrir y cerrar de ojos con la sencilla ayuda de 4 golpes al bombo. Un monstruo del calibre de Darryl Jones estaba al bajo; sin moverse del taburete donde estaba sentado, comenzaría sacando sonidos de su bajo a modo de calentamiento para llevarnos a un viaje espectacular por toda una gama de estilos que demuestran su versatilidad y su talento. Un bajista de ésos que parece que no está y que, sin embargo, dirige como nadie desde un rincón del escenario. Con él, y con el guitarrista Dean Brown, el concierto cogió ritmo desde el primer momento. La guitarra de Brown sonó por momentos lírica e intensa. Es un personaje histriónico a más no poder: se baila todo sobre el escenario y transmite con todo su cuerpo la emoción que le va generando cada nota. El repertorio, a excepción de un resultón Solid autoría de Brown, era de Evans, y se despidieron con un homenaje a Miles Davis (Jean Pierre).

El público, que ocupó en parte el foso para ver de cerca estos músicos de calibre, se lo pasó en grande con el cuarteto y sí, lo sabemos, Evans, que transita con mucha soltura por los caminos de la fusión, no es un intérprete de culto, ni pasará a la historia del jazz como un innovador, pero se le recordará por ser un tipo honesto que busca aquí y allá los elementos que necesita para elaborar una oferta que se distingue por ser directa, sencilla y popular.