Con casi treinta años dedicados al jazz y una discografía de más de veinte títulos, Ignasi Terraza es uno de los músicos de jazz más valorados actualmente en España y cuenta con un creciente reconocimiento internacional. Justo resultó pues que el Jazz San Javier le concediera el premio del festival, que a su vez era un reconocimiento al jazz español, al que siempre ha prestado especial atención, como señaló el propio Terraza al recoger el premio.

A San Javier ya había venido en anteriores ocasiones, pero esta vez se presentó en formación de trío -Esteve Pí en la batería y Horacio Fumero en el contrabajo-, al que se sumó el formidable saxo tenor de Gabriel Amargant, y, además, un invitado especial: el trompetista y cantante norteamericano Ronald Baker.

Gabriel Amargant al saxo y Ronald Baker, en segundo plano, con la trompeta. (R.Mellado)

El jazz de Ignasi Terraza ha sido calificado de accesible, melódico y seguidor de la tradición. Utiliza mucho la melodía para conectar con el público, algo que está presente en algunos de los grandes, como Art Tatum o Erroll Garner. Mantenerse cerca de la melodía y, al mismo tiempo, improvisar hace posible que la gente reconozca el tema y perciba y aprecie la improvisación. Eso es parte de su impronta, que le certifica como uno de los mejores pianistas españoles; un músico que contribuye hoy a mantener viva la tradición jazzística más pura.

El rigor y la libertad, la recreación del lenguaje del jazz y la búsqueda de nuevas formas de expresión, el frescor y la profundidad en el sentimiento, la sencillez y la complejidad en la forma, y la complicidad de sus integrantes, conforman el universo sonoro de Ignasi Terraza, bañado en swing. Su fuerza rítmica, claridad de ideas y economía con las notas dan a su música un sonido muy personal, elegante y fresco, que va del swing al bebop con incursiones en el blues.

Terraza arrancó su recital del más puro jazz con Imaginant Miró, de la Suite Miró, una serie de piezas inspiradas en obras del artista catalán, compuestas por el pianista barcelonés e interpretadas por su Trío, que estrenó en la National Gallery de Washington; también hubo homenaje para Clark Terry (Terrific), el trompetista fallecido el año pasado.

Ronald Baker mantuvo el listón alto desde el principio (también mostró sus credenciales Amargant, que tendría un papel destacado a lo largo de la noche), dentro de los límites del lenguaje del swing, el bebop y el hardbop. En cuanto a la interpretación estuvo cálido, fino, comedido, contextual, sin incurrir en los excesos de sobreagudos a los que son propensos algunos trompetistas, primando en todo momento el sentido melódico.

Baker canta y sopla con una exquisita sensibilidad, aunque le quedó mejor lo segundo, y, como suele ocurrir en este tipo de actuaciones en las que el artista invitado se asocia a una sección rítmica local, el repertorio se basó en un puñado de standards: Misty de Erroll Garner, en la que insistió para que «los enamorados» presentes se animaran a bailar; recordaron a Duke Ellington con Take The A Train, en la que Baker sacó a relucir su scat, aunque resultó un poco cargante como showman cuando puso al público a imitar una y otra vez el pitido de un viejo tren; a Dizzy Gillespie con una versión desenfadada de Cripple Crapple Crutch, que sirvió para que Baker se luciera en su dominio del blues con fraseos que alternaron voz y trompeta.

Ignasi Terraza volvería a sentarse al piano tras recoger el premio para despedirse con un único bis, dejando un buen sabor de boca, en especial para quienes gustan del encanto antiguo del jazz rico en optimismo y melodía, de cuidada factura y pulcramente ejecutado.

Una caricia para los sentidos.

Más de cien años se han cumplido desde el nacimiento del blues, si se toma como referencia la partitura registrada en 1903 por W.C. Handy, que realizó inspirado en una música que escuchó mientras esperaba un tren en un pueblo de Misisipí. Aunque la raíz hay que buscarla mucho antes en el continente africano, o quizá el día que el primer esclavo negro puso un pie en América.

Pero la fecha da igual. El centenario fue una buena excusa para reivindicar el género, que en las últimas décadas ha estado algo silenciado. ¿Y dónde está el futuro del blues? ¿En jóvenes revisionistas como Robert Cray, Corey Harris, Keb´ Mo´ y Guy Davis? ¿En los afilados cantantes de rap? Dentro de 100 años no se sabrá si el blues habrá desaparecido o sigue vivo. Al fin y al cabo los pactos con el diablo siempre estarán a la orden del día.

Casey Wasner puso la fuerza y la firma a la batería de Keb´ Mo´. (R. Mellado)

La voz del blues

La velada empezó tranquila, con Keb' Mo' cantando suavemente, y sus músicos le brindaron el apoyo necesario para que luciera su voz fuerte y clara. Empuñó un dobro y el slide, y parecía que cantara debajo de un porche. Alternó entre la euforia funky de Rita una canción teñida de jazz y soul en la onda de Leiber & Stoller, y el R&B arrastrado de More Than One Way Home. El set resultó casi más folkie que bluesy, lo cual no constituyó ninguna sorpresa. Los músicos, menos que en la anterior visita de Keb´, aportan ese feeling necesario para que su voz juegue entre los pliegues instrumentales; había pasión, tensión, sentimiento: todo eso que exige el blues y que ellos hacen parecer fácil.

Lo que convierte a Kevin Roosevelt Moore en una voz essential del blues contemporáneo es precisamente su concisa mezcla de blues. Así, Somebody Hurt You es un medio tiempo arrastrado donde el órgano de Hicks añade el acompañamiento que necesita Mo´ para, con el mejor de los ánimos, recrearse unos minutos en su estilo ´claptonesco´. En City Boy entró en juego el órgano mientras Mo' se acompañaba con guitarra y armónica.

La misma fórmula tradicional tiene Rita, pero el arma secreta de Mo sigue siendo su versatilidad. El blues es el vicio que eligió, y, sin duda, a sus 64 años sigue en forma. Government Cheese, una canción que habla sobre el paro, es puro Steely Dan; se completa con teclados y un tono cálido de guitarra que añade consistencia.

El héroe aquí es Stan Sargeant con su alegre golpeteo de bajo, más aún que Hicks con su enloquecido solo. El cambio de la desolación al funk suena muy fácil con estos tipos, pero cuando Keb´ Mo´despliega su habilidad en solos vintage, no hay duda de a quién escuchas.

Los ánimos se relajaron con la emocionante Life is Beautiful donde manda la guitarra acústica (¡menuda colección de guitarras bonitas!), y la magia de Keb´ Mo´ volvió a funcionar (encerraba una sorpresa inesperada con su Western swing), con una voz que todavía suena como la seda (el control de voz del que hace gala es apabullante, sobre todo en los vibratos); The Old Me Better mira al sur, y cuando entran los kazús suena entrañable y reclama la participación del público; el medio tiempo de More Than One Way Home refrescó a ritmo de blues del delta con acompañamiento del sintetizador, pero es Dangerous Mood la que se lleva la palma en intensidad.

Bienvenido al blues. Aunque Keb se caracteriza precisamente por los temas lentos con esa voz clara como el agua, pero cuando se escucha aquello de ´one, two, three´ la cosa se desmadra. Tímidamente, el foso se fue llenando. Ya en la recta final, los joviales coros de The Door reflejaron las raíces gospel de Keb, y She Wants to Dance mostró un impresionante solo de slide.

Todo termina en una ardiente jam que además sirve para recordar que este tipo es uno de los mejores músicos del género. Él y su guitarra.

La suavidad que casi siempre destila Keb´ Mo´ le ha aportado ya tres Grammys y un buen número de aficionados. Y esta es su propuesta: un blues fresco, agradable al oído y sencillo. Realmente exquisito.