Pasados los 80, Kirk Lightsey, el pianista flaco de manos gigantes equidista de todo y de todos. No necesita adscribirse a tendencias concretas, se mantiene a distancia con la mirada serena, pero su gran talento para imbuir energía permanece, y sus improvisaciones (que durante años han demostrado su respeto a Nat King Cole, Thelonious Monk o Chopin) retienen la contundencia, el color y la elegancia.

Lightsey estuvo co-liderando un cuarteto con el armonicista Antonio Serrano, y aunque honró a su antiguo jefe y estrella del saxo Dexter Gordon con algunos clásicos del jazz, la banda pronto se revolucionó y empezó a improvisar eufórica y a toda pastilla. Un concierto de puro jazz impulsado sobre todo por la ignición de Kirk Lightsey, que comenzó con un largo solo al piano mostrando sus indudables habilidades. Cambió de tercio enseguida con In Your Own Sweet Way, un standard de Dave Brubeck, que comenzó de forma similar, en un discreto murmullo melódico. Corresponde destacar el prodigioso trabajo de Lightsey con su mano izquierda. Lightsey descorchó el primero de una serie de solos soberbios: empezaban con tanteos exploratorios que explotaban en múltiples citas; un bebop rápido que provocaba continuamente al batería Jo Krause. Esos piques e invitaciones a que participaran los demás eran irresistibles.

Lightsey sonreía encantado mientras el grupo encontraba espacio. A la tercera pieza ya entró Antonio Serrano -armonicista de reconocido prestigio internacional, es asiduo del Jazz San Javier, y esta era una producción propia del Festival que ha propiciado el encuentro entre dos grandes del jazz para deleite de los aficionados-, a quien no ha cambiado el éxito; sigue siendo el mismo tipo llano, próximo, afable, con el que se puede hablar de tú a tú como si fuera tu compadre, sin imposturas. Cheese cake fue el primero de los homenajes a Dexter Gordon.

Así como hay pianistas de jazz con una discografía muy prolífica y abundante repercusión en los medios especializados, hay otros que, a pesar de su innegable talento, no gozan de un reconocimiento genuino. Uno de estos casos es el de Kirk Lightsey, considerado uno de los pianistas más carismáticos de la generación bopper. Ilustre 'tapado' del último medio siglo de jazz, ha ido de fino: ha tocado con Chet Baker, Woody Shaw y Dexter Gordon; en esa onda. Instrumentista de notable virtuosismo aunque alejado de los efectismos fáciles, es un gran improvisador, pletórico de ideas. Se puede apreciar tanto su prodigiosa técnica como el nivel emocional que suelen alcanzar sus interpretaciones, donde pasajes melódicos se alternan con otros en los que el pianista provoca una auténtica deconstrucción del tema. Un vigoroso swing se hizo presente en Pee Wee, de Tony Williams, de la que el pianista ofreció una lírica y poética versión. Otra de las notables interpretaciones fue Blue in the corner de McCoy Tyner, donde Serrano dejaba evidencia de ser un músico todoterreno. Decía el inserto de un disco de Toots Thielemans, el gran maestro de la armónica en el jazz, que era como un hombre sin instrumento haciendo música, como si se tratara de magia, pues el pequeño instrumento casi ni se veía. Sirve para describir a Serrano, porque lo que hace está cercano a la magia; es dueño de una delicadeza única. A Antonio Serrano ya se le conoce sobradamente por su maestría técnica en el manejo de la armónica, así como por su capacidad para crear solos que alcanzan muy altos niveles de intensidad. Suyos fueron algunos de los mejores momentos del concierto. Con estos mimbres se presentó junto al gran pianista Kirk Lightsey y una sección de ritmo que estuvo correcta, que ya es mucho, porque acompañar a estos dos fenómenos no debe ser nada fácil. La conjunción de los elementos armónicos en manos del pianista de Detroit, con los apoyos de Ignasi González al contrabajo y el toque atento y discreto del baterista, Jo Krause, le aseguraba un firme colchón sonoro a Serrano, por donde poder navegar a sus anchas. Terminaron con un bis, Scrapple from the apple, un bop con el que rindieron tributo a Gordon.

Fue un concierto de los que hacen afición, plagado de sutilidades musicales y de espacios sonoros entre los instrumentos, necesarios para el tratamiento que estos músicos quieren dar a sus interpretaciones. Lightsey llegó a sacar su flauta y protagonizó un sofisticado duelo con la armónica de Serrano; una de esas veladas que se hacen cortas, que no necesitan ninguna explicación, ni ningún complemento, como las auténticas obras de arte.

La joven bajista afroamericana Nik West fue bajista de Prince, Dave Stewart y Glee. Inspirada e influida por artistas como Larry Graham (Sly & the Family Stone), Louis Johnson (Michael Jackson) o Marcus Miller (Miles Davis), llegó precedida por una fama que le acredita como uno de los fenómenos del funk de los últimos años (Prince meets Eryka Badhu).

Llegaron con retraso a causa de los vuelos. Un chequeo y, sin solución de continuidad, ya estaban metidos en faena (¿o siguieron probando todo el rato?). Durante la prueba de sonido cara al público hicieron una pequeña exhibición de músculo: las dos guitarras mostraron que les iba tanto el funk como el rock o el pop con guiños a Chic, ACDC y Michael Jackson, en una especie de duelo de guitarras. Salió Nik West luciendo una cresta azul mohicana (dominaban los pelos de colores, y, para que no faltara nada, la corista llevaba un collar del que salían unas cadenas hacia sus muñecas). Los músicos presentaron a Nik con una coreografía muy high school.

Nik West es una artista new generation con un talento que desborda en el escenario. Toca el bajo con un sentimiento funk total, con energía y con un ritmo que te rompe la pelvis, y, por si fuera poco, se acompaña de una voz potente y que se acopla a las mil maravillas con el estilo. Se presentó al frente de un conjunto tan joven como funcional, que es otra forma de decir 'extremadamente soso'. Ella posee encanto personal y remata sus gorgoritos con simpáticos aleteos de manos y brazos. En realidad, su primera cosecha de canciones no da para rellenar dignamente un concierto, y más cuando va alternando entre temas suaves y piezas con cierto nervio; así que recurrió a algunas versiones sencillas: Proud Mary, Thank You For Lettin Me Be Myself o Kiss, para rematar una faena que supo a poco, y sin bis. Simplemente, lo que escuchamos y vimos en directo no justifica los superlativos.