Toca en Jazz San Javier una de las mejores formaciones de jazz europeo, el Lars Danielsson New Quintet, y no se llena. Claro que la competencia era feroz, y además coincidía con el éxodo vacacional, pero si su música hubiera sonado en alguna película de éxito habrían hecho falta tres auditorios por lo menos. El caso es que bordaron tan bien su faena en esta perfecta caja acústica (una vez más quedó demostrado que no existe otro lugar donde se escuche mejor la música), que lo demás carece de importancia. Pureza de líneas melódicas, belleza calmada...; un concierto memorable.

Para los que gozan del descubrimiento, esta fue una ocasión como aquella que en este mismo auditorio protagonizaran los suecos E. S. T.; hasta uno de sus miembros, el baterista Magnus O?stro?m, formaba parte de este equipo ganador.

Es Danielsson un contrabajista magistral, gran músico y compositor para públicos adultos; alguien que no se contenta con lo obvio ni sigue nunca el camino más corto. Un instante de los suyos esconde un mundo, y es tal el número de esencias que concentra en cada uno de sus gestos que no siempre es capaz el oyente de asimilar lo que se le viene encima. La solución consiste en dejarse arrastrar por el devenir y disfrutar con cuanto el músico sueco te pone al alcance. El jazz en su más alta expresión.

Instrumentista, compositor, productor, líder y sideman, Lars Danielsson es uno de los principales músicos europeos de las últimas décadas, y cada movimiento suyo ayuda a definir este jazz.

El contrabajista construye un universo que trasciende el género, y lo hace mediante una belleza intensa y un culto a la melodía que nada tienen que ver con la identidad incierta de la que se sirven otros para caracterizar propuestas vacías. La perfecta comunión entre los músicos hizo posible este pequeño milagro lleno de aires líricos y bellas y románticas melodías. Una suma de jazz de cámara e influencias clásicas, folk y pop que se fusionan perfectamente, y en su ejecución pueden pasar del lirismo de una pieza armoniosa a una improvisación experimental, otorgando el matiz musical propicio para una expresividad íntima conjugada con la improvisación: la impronta del jazz europeo, en definitiva.

La melancolía (reflexiva en Song for E) dio el tono general a buena parte del recital. La otra ladera se cubre de saltos rítmicos llevados por el contrapunto entre piano, trompeta y contrabajo, que a veces rozan la aventura experimental; pequeños y grandes rasgos que definen una sensibilidad concreta y una forma muy especial de acercarse a la música improvisada, pero sin alejarse nunca mucho de la orilla de la improvisación jazzera clásica.

Cuando escuchas el cello de Danielsson interpretando Traveller's Wife, a poca sensibilidad musical que tengas abandonas lo que estás haciendo y te quedas totalmente pillado; no hablamos ya de jazz, clásica o vanguardia, solo de arte. Cuando todo el quinteto se centra en esta maravillosa composición, Danielsson coge el contrabajo, su instrumento habitual; desde el piano se marca la melodía, Öström remarca el ritmo desde la batería con un inagotable repertorio de recursos estilísticos, mientras la trompeta de Sebastian Studnitzky y la guitarra del británico John Parricelli, maravillosamente sutil con su estilo, aportan pequeñas pinceladas de color. Cambio de registro: unas percusiones casi latinas para introducir 1000 ways, el piano de Gregory Privat (en algún momento recordó a Wim Mertens) jugando a armonizar desde la dificultad y la trompeta gruñendo como un animal encerrado, con un detalle del cello del maestro Danielsson. Delicatessen.

La filosofía obligatoria de su música puede ser descrita como 'la riqueza por la reducción', el desafío de purgar la música y forjar su corazón. Danielsson es un explorador de sonido, aficionado a los detalles, con un oído para melodías pegadizas y abierto a diferentes géneros. El resultado es tan apasionante como onírico, y encarna la fuerza tranquila del jazz europeo (que en algún momento puede sonar a las experiencias new age del Paul Winter Consort). Finalizaron con una pieza cargada de groove, entre crescendos y 'wah-wahs', y volvieron para un reclamado bis: Swedish song, recogida e íntima, pura poesía. Jazz tranquilo y relajado que, tal y como están los tiempos, necesitamos.

Una leyenda del rock

Éxito, grandes giras, excesos, estadios repletos, groupies... Todo eso acabó hace tiempo para Ken Hensley, exguitarrista, teclista y cantante de Uriah Heep, una banda de rock progresivo que reventó las listas especializadas en los 70 con canciones como Lady in Black o Easy Linvin. Volvió a recuperarlas en su presentación junto a Our Propaganda, convincente banda de hard rock melódico.

Autor de la mayoría de las canciones de Uriah Heep, Hensley componía sumando los talentos del resto de la banda. Cuarenta años después todavía compone canciones pensando en David Byron como cantante; alejadas de la oscuridad, te transportan hasta universos psicodélicos que en ocasiones desembocan en batallas rítmicas y apocalipsis instrumentales.

Se comprobó que Hensley conserva su aura. Sigue plantando cara al paso del tiempo y, evidentemente, su voz es la única que da sentido a las estudiadas letras. Alterna títulos rockeros con una perspectiva hard y baladas con el regusto personal de un maestro en la materia. ¿Quién no recuerda July Morning?

Our Propaganda se han unido a Hensley, que dirige el cotarro desde su órgano Hammond. Empezaron metiendo la directa en sendos temas de corte hard: Brown Eyed Boy y Out Of My Control , cuyo impacto fue inmediato. Ken Hensley tocó solo la reconocible intro de Stealin, uno de los muchos clásicos de Uriah Heep, que él compuso. Incluso el vocalista Jack Denton se parece a un joven David Bryon. Pelos largos y todos los tópicos del género, guitarras en alto, falsetes, cabezas arriba y abajo soltando la melena... El concierto fue ganando enteros conforme la noche avanzaba y el sonido iba entrando en un cauce algo menos escabroso que en los primeros compases. Los mejores momentos del concierto se hallaron en interpretaciones como The Last dance. Ya en el tramo final, y con el público entregado, Hensley echó mano de la acústica para cantar Lady in black.

Sin dejar de admitir que el concierto fue creciendo en intensidad, también es cierto que, respecto a aquellos gloriosos años de Uriah Heep, el conjunto no llega a la altura y empuja a echar de menos anteriores etapas de la banda? Una leyenda demasiado manoseada.