Cuando a Paloma San Basilio (Madrid, 1950) le sugirieron actuar junto a Los Chicos del Coro de Saint Marc, enseguida se dio cuenta de que era una de esas ocasiones en las que debía volver a subir al escenario. Así, tras la exitosa experiencia de una primera gira juntos, esta singular 'pareja' publicó el disco Voces para el alma, con un repertorio cuidadosamente seleccionado de grandes clásicos y algunas sorpresas que presentan el próximo jueves en el Teatro Romea de Murcia.

¿Qué le hizo decidirse a trabajar junto a las voces de estos niños?

Nunca había cantado junto a voces blancas, tan solo en alguna ocasión en Navidad, pero era algo que se salía de lo habitual y que me obligaba a trabajar con registros de voz diferentes a los que estoy acostumbrada y eso me atraía. Me parecía un tipo de conciertos muy limpio, a cara descubierta y muy bonito desde el punto de vista vocal, por eso acepté. Además, me dejaron elegir buena parte del repertorio y he disfrutado recuperando por ejemplo I Say a Little Prayer, que grabé al principio de mi carrera, o Amazing Grace, otra joya que siempre he querido interpretar.

¿Es bonita la convivencia con los niños?

En realidad casi no coincidimos más que en los ensayos y en los conciertos. Estos niños llevan una vida muy disciplinada, aunque es muy curioso ver cómo la música transforma sus vidas. Además, tenemos el problema del idioma. Yo estudié con monjas francesas pero tengo muy olvidado el francés, aunque gracias a ellos lo he recuperado un poco.

¿De qué forma quiere seguir sobre los escenarios?

Creo que es por fin hora de hacer solo cosas puntuales y disfrutar del momento, sin tensiones ni presiones y sin sentir que tengo que demostrar nada. Me apetece hacer este tipo de cosas que me aporten algo nuevo y giras muy reposadas. A veces pienso o comento con mi hija cómo había podido aguantar esas giras de seis meses, las muchísimas funciones de Evita... Me da vértigo pensarlo. Ahora sería incapaz de entrar en un musical, por mucho que me gusten, y tampoco querría asumir esas responsabilidades brutales.

¿Prefiere este tipo de retiro dejando la puerta abierta a excepciones o cree que llegará el momento en que no quiera tampoco eso?

Es mi voz la que manda. Cuando ella no me responda al nivel que yo considero aceptable, dejaré de cantar; eso lo tengo muy claro.

En estos tiempos en los que cuesta tanto vender discos, ¿los conciertos son lo que realmente importa?

Yo he basado toda mi carrera en el directo; nunca aposté todo a la discográfica y muchas veces los discos eran una simple excusa para actuar. Tuve épocas buenas de venta de discos pero ya entrados los 90 la cosa se puso muy complicada. Ahí es donde he rentabilizado mi vocación de directo. Es en los conciertos donde ves de qué está hecho realmente un artista.

En los últimos años ha dedicado bastante tiempo a la escritura, ¿qué lugar ocupa en su vida?

Escribir es apasionante; lo veo como un diálogo interno en el que estoy sola ante el ordenador. Publiqué mi biografía y este año, una novela sobre la historia de una familia en el 36, El océano de la memoria.