Tras Perros de verano, Premio de la Fundación Arena en 2014, Josa Fructuoso publica El color de los peces azules, también con la editorial Egales. A partir de una historia de amor y las relaciones entre los personajes secundarios, la escritora y columnista de este diario retrata una época, en plena Transición española, en la que los movimientos feministas y artísticos tuvieron un gran protagonismo, al tiempo que plantea reflexiones al lector acerca de la identidad sexual y la construcción de las identidades a partir de lo que marca la sociedad. Y lo hace, como describe el escritor José Luis Serrano, con «una literatura honesta, madura y elegante».

Publica su segunda novela, ¿le animó el haber ganado el premio de la Fundación Arena?

El premio siempre es un estímulo y sirve para confirmar que lo que se hace merece la pena, pero yo siempre he escrito, nunca me había lanzado a la publicación y me buscaba excusas, como la falta de tiempo. Pero tras la jubilación pensé que era ahora o nunca. Y aquí estoy con la segunda.

Enumera y describe a los personajes al inicio de la novela, algo inusual, ¿cree que puede ayudar a centrar al lector sobre lo que se va a encontrar?

Yo creo que sí, es una manera de presentar a los personajes con los que se va a encontrar a lo largo de la historia y, como hay muchos, puede servirles de guía.

El color de los peces azules se ambienta en la Transición española y Ari, la protagonista, es artista. ¿Sirvió el arte para romper con la dictadura, fue importante?

El arte siempre es importante. Al romper con el Franquismo se abrieron las puertas y las fronteras y entraron a España nuevos movimientos artísticos. Yo creo que sí influyó en la sociedad, no tengo un estudio pormenorizado, pero estoy segura de que nos ayudó a despojarnos de ciertas ideas y a descubrir nuevos horizontes.

Entre otras cuestiones, en la novela plantea el problema de la aceptación de nuestra identidad...

La identidad es una atribución que aceptamos o no. Para mí es una ficción. Tenemos muchas identidades y son variables, por lo que definirse por una sola es un error que solemos cometer.

Otra reflexión es si «somos construidas» o 'nos construye' la sociedad, ¿estamos 'marcados'?

Claro, ya desde que nacemos nos cae desde fuera una atribución. Nacemos y se nos sitúa como hombre o mujer y luego vamos adquiriendo otras etiquetas que nos ponen y aceptamos, quizá para no sentirnos solos. Puede ser un refuerzo contra la soledad. Yo nunca me he sentido cómoda con esas etiquetas. Tengo un claro rechazo hacia la atribución de identidades, que se supone además que hay que asumir. En términos políticos, sí la asumo y la defiendo luchando hasta donde haga falta, pero, terminada la lucha, terminada la 'etiqueta'.

Durante la Transición había que seguir luchando contra las secuelas del Franquismo, ¿cree que hoy en día nos quedan muchas secuelas?

Creo que mantenemos todas las secuelas, no hay ningún sentido cívico. Un ejemplo sería la reacción ante corrupción. A la hora de votar, parece que no afecta. La historia del pueblo español es una historia de opresión y en ese medio cada uno hace la trampa como puede y nadie parece decir nada en contra.

Las reflexiones de la novela parten de la relación de amor entre Ari y Myriam, sus dos protagonistas, ¿es una buena base?

En todas las novelas hay una historia de amor, porque el amor, o sea lo que sea y se llame como se llame, es fundamental. Yo escribo una historia de amor entre dos mujeres, como podría hacerlo entre un hombre y una mujer, pero entonces no podría denunciar los prejuicios que existen de tipo sexual. Intento desde la literatura dignificar la novela que narra un amor lésbico, porque considero que puede ser tan universal como el de Madame Bovary.

Sin embargo, en muchas librerías ya aparece encasillada en 'literatura gay', ¿le molesta?

No me ha importado que se me encasillara y soy consciente de que si publicara una historia sobre un amor heterosexual tendría más salida en otra editorial, pero por honestidad o, como decía antes, por elegir esa identidad de combate y de lucha, lo asumo, porque es la manera de darle un carácter universal. Eso sí, yo no escribo literatura para lesbianas ni homosexuales, escribo para todos los lectores, hombres y mujeres, homosexuales y heterosexuales.

¿Por qué escribe? ¿Qué le aporta la literatura?

No sé estar sin escribir... es mi manera de estar, le da sentido a mi existencia.

Ari busca su lugar en el mundo, ¿cree que es fácil encontrarlo?

Yo no lo he encontrado; he ocupado lugares que hasta cierto punto vamos encontrando en nuestra vida. Emprendemos un camino sin pensar, sin una elección claramente definida. Antes, de joven, era más existencial, pensaba que sí elegíamos, pero ahora creo que elegimos menos de lo que pensamos, creo que hay cosas que nos vienen dadas, luego puedes aceptarlas o no... Vivir es muy difícil.

Escritora, columnista, política, profesora... Huye de etiquetas, pero ¿cómo se definiría Josa Fructuoso?

Yo no sé quién soy. No soy capaz ni quiero definirme. Que lo digan los demás. Puedo decir que soy escritora, profesora, que viví la política de forma activa, ¿qué más? No sé... que existo.