Gemma Cuervo nació al mundo de la interpretación a finales de los años 50, de la mano de Adolfo Marsillach. En 1969 formó compañía propia junto a su marido, Fernando Guillén. Los clásicos se convirtieron en sus eternos compañeros de viaje y los platós televisivos la llamaron durante este tiempo con la misma intensidad. Últimamente, su papel como Vicenta Benito en Aquí no hay quien viva, y su labor como Mari Tere en La que se avecina han vuelto a convertirla en un ser entrañable y familiar para millones de españoles. Tras debutar en el cine con El escándalo, de Javier Setó, y participar en El mundo sigue, de Fernán-Gómez, entre finales de los años 60 y comienzos de los 70, Gemma Cuervo trabajaría en el cine con directores como Pedro Masó, Jorge Grau, Angelino Fons, León Klimovsky, Ramón Fernández, Rafael Gil o Javier Elorrieta, que saben de su buen hacer. Cuervo se ha sentido siempre muy querida en nuestra Región. Hoy vuelve a ella, a Mula, donde la Semana de Cine Español, en la que participa la Universidad de Murcia, le tributa un merecido homenaje.

Está usted al pie del cañón cuando no falta mucho para que cumpla los 80 años, una edad en la que poca gente continúa trabajando. ¿Sigue con ganas de continuar trabajando en los papeles que le puedan venir?

Desde luego, aunque no son grandes cosas lo que me ofrecen y puedo hacer, se trata de papeles de poco tiempo, que requieren poco esfuerzo.

Y llegan los reconocimientos. Hace unos meses le dieron un homenaje por su carrera en Canarias, y ahora Mula, que cuenta, con una Semana de Cine Español con 28 ediciones. Creo que usted no conoce la localidad, ¿no es así?

No, pero ya me ha dicho usted que es muy bonita y tengo ganas de conocerla. Lo que sí quiero decir es que siempre he recibido un cariño y un respeto grande en Murcia. Me lo han demostrado en cada ocasión en la que he estado en ella.

Usted es sin duda una actriz de raza, con casi 60 años de trabajo a sus espaldas, aunque ha cultivado sobre todo el teatro, trabajando mucho con una compañía de teatro que fundó con su marido y que le permitió desarrollar muchos papeles por toda España, sobre todo de clásicos.

Mi carrera ha estado basada en el teatro, luego televisión y por último, cine. No me llamaron del cine con tanta asiduidad como en los otros medios, aunque tengo la impresión de que ahora se están arrepintiendo, porque han visto El mundo sigue y han comprendido que era un obra extraordinaria.

Una de las obras cumbre del cine español, sin duda. Al franquismo le vino muy mal esta película, se vio sobrepasado por su manera de exponer esta historia. Es de un realismo extraordinario, descarnado, casi un documental de la vida del Madrid de comienzos de los 60.

Ese juicio de que era un documental de la vida en España en esos momentos es absolutamente verdad. Allí se expone cómo era la vida en España en esa época terrible, una vida llena de dificultades, con poca libertad, mucho machismo, imposibilidad de acceder a una vida normal? todo era muy duro en esa época.

Cuando estaba rodando aquella película, ¿usted tenía la sensación de que estaba ante algo especial, una película fuera de lo corriente?

Yo sabía que estaba ante una magnífica película. No tenía nada que ver con el entorno de lo que se hacía entonces. Y desgraciadamente tampoco tuvo que ver con mi carrera posterior. Yo diría que es la única película que amo de las mías. En mi filmografía hay títulos muy débiles, de los que no me puedo sentir excesivamente orgullosa. El cine me fue dejando envejecer sin llamarme para otro gran papel. Ahora que ha pasado tanto tiempo, he oído que me decían tras ver El mundo sigue, que yo era una actriz muy moderna en mi fisonomía y en mi forma de hacer.

¿Qué prefiere, cine, teatro o televisión?

Son disciplinas muy distintas pero todas se complementan para conseguir ofrecer un conocimiento completo de en qué consiste la interpretación. Son todos aspectos de nuestra cultura, y nosotros, los actores, estamos haciendo cultura desde hace muchísimos años. Somos más dúctiles los actores de teatro, pero las tres parcelas son necesarias.

Usted es una de las pioneras de la televisión, comenzó con aquellos Estudios 1 o la Novela de la tarde?

En aquella televisión del franquismo, sin apenas recursos, se hacían cosas muy bien hechas. Y se hacía casi todo seguido, como en el teatro. En televisión he sido inmensamente feliz, recuerdo la televisión con un amor sin límites porque he hecho grandes personajes, pero no me siento orgullosa de mis papeles en el cine, no puedo, no me han ofrecido las oportunidades.

Háblenos del teatro.

Ahora ha cambiado todo mucho. Antes representábamos las obras más tiempo en cada ciudad, pero ahora se hace un fin de semana en un sitio y luego hay que marchar a otro. Eso es un esfuerzo económico enorme, y un esfuerzo actoral igual de grande, porque cuando se deja reposar el personaje, luego hay que retomarlo para un día en otra ciudad, y eso representa un esfuerzo brutal. Las pausas para la respiración, los movimientos para que haya visibilidad de los personajes en el escenario? todo eso hay que retomarlo de nuevo, es como volver a empezar.

Ahora, al cabo de una carrera tan dilatada, con tantas obras y títulos a sus espaldas, es conocida sobre todo como la protagonista de Aquí no hay quien viva y La que se avecina.

Aquí no hay quien viva fue una experiencia preciosa porque las tres señoras mayores nos hicimos muy amigas: Mariví Bilbao, Emma Pennella y yo. Estuvimos muchos años trabajando juntas.

Una persona que ha vivido tan intensamente la interpretación del cine, del teatro, de la televisión? ¿Cómo definiría esa necesidad de meterse en el papel de otra persona para interpretar personajes que despierten los sentimientos de los demás?

El actor necesita mucho amor, y lo encuentra en otros personajes, en otra forma de vivir, en otra forma de ser. Pone su alma en ser otro, y eso nos libera de muchas cargas. La interpretación es un bálsamo para el ser humano. Y también para el actor: si la gente hiciera teatro, se le quitarían muchos problemas, le desaparecerían muchas neuras de la cabeza, porque ser otro es algo que provoca mucha paz.