En el día del 'Festival de homenaje al circo', una función benéfica en la que van pasando números circenses en un teatro, un payaso espera su turno en el foso. Van a hacer que salga al escenario por una trampilla. En la soledad de esta espera repasa y evoca momentos de su pasado donde confiesa la relación con su familia así como los hechos y personas que le marcaron en el circo donde nació. Además ha venido un productor de la tele que le va a proponer que vaya a la televisión a hacer su número, todos los días el mismo, a la una de la mañana, en un late show. Un minuto.

Este es el punto de partida de El minuto del payaso, protagonizada por Luis Bermejo, con texto de José Ramón Fernández (Premio de Literatura Dramática) y dirigida por Fernando Soto y que llega hoy al ciclo A solas del Teatro Circo de Murcia. Llega a la ciudad con el aval de haber triunfado en la sala pequeña del Teatro Español, pero también en otros escenarios del circuito alternativo de teatro, que es donde últimamente se produce todo lo bueno.

El minuto del payaso recuerda a La sombra del actor, una película con un planteamiento similar. Sin embargo, como explica Soto, «este trabajo que presentamos es un monólogo con otras pretensiones; se trata de un homenaje al circo, a los payasos. Uno viejo, mientras aguarda su turno en una gala, habla de sus miedos, de sus frustraciones, se ríe, nos hace reír. Y todo, claro, huyendo de lo endogámico, que es algo poco interesante».

Se trata de un homenaje al circo, una disciplina que seduce, a juicio de Soto, «por esa sensación de fracaso que destila». «Eso y también por la nostalgia y la magia de lo efímero -añade-. Todo esto tiene, creo, un efecto catártico de primer orden, pero, a la vez, de pura celebración. Estoy muy enamorado del circo, de la mítica felliniana o de Cielo sobre Berlín [de Wim Wenders]. Además, los payasos me parecen fascinantes: ser payaso ahora es muy bueno para la salud, estoy seguro».

La obra partió de una reunión de dramaturgo, actor y director, a quien dentro de la compañía Teatro del Zurdo le toca a veces estar en escena y, otras, como es este caso, detrás. «Tengo claro -afirma Soto- que este espectáculo sólo lo podía hacer con Luis Bermejo como actor».

Y, en esta época de crisis en la que «hay que producir espectáculos medios y pequeños para que salgan los números», el director tiene claro que este montaje hubiera sido igual «en época de vacas gordas o de vacas flacas: lo que nos movía era la necesidad de crear la historia de este personaje, entiendo que apostar por la creación y por la cultura».

Más «esperpéntico» le parece a Soto, que regresará a la Región en agosto, al frente de La estupidez en el Festival de Teatro de San Javier, que este país lleve más de cien días sin gobierno. «Si Valle-Inclán levantara la cabeza -reflexiona-, se sentaría a contar cómo un país está pendiente de reuniones que no se producen. Me da la sensación de que tenemos que pedir perdón a los políticos por haber votado como lo hemos hecho, porque ellos no son capaces de ponerse de acuerdo. Es triste, desde luego, que nos encontremos en la situación en la que estamos, además, sin saber muy bien qué se nos viene encima», concluye.