Con la finalidad de animar a sus participantes a realizar películas documentales de cortometraje o largometraje utilizando sus móviles o cualquier otro tipo de cámara, Juan Vicente Córdoba será uno de los profesores del taller de Cine documental social, en el que se impartirán lecciones teóricas y prácticas y en la que se realizarán, por grupos, producciones documentales que se proyectarán dentro del propio festival Mucho Mas Mayo de Cartagena.

¿Realmente, como dicen en la presentación del curso, el documental es como un virus?

Llevo bastantes años haciendo documentales y películas de ficción. En su momento, experimentaba con películas documentales y con ellas sientes una gran independencia. Hoy en día para hacer ficción necesitas la base de las productoras, de las televisiones y de las distribuidoras y en el fondo sabes que estás haciendo la película para un productor, con su dinero, por lo que sientes esa presión enorme de que tiene que funcionar. En el documental, tú pones en marcha tu idea, puedes partir de un equipo mínimo, hasta con la cámara de un teléfono basta, y el coste es mínimo. Y, aunque siempre va dirigida a un público, sabes que no se hará una comercialización del producto, pero que podrá tener una gran visibilidad gracias a festivales, por ejemplo, y estás abierto a que se hagan proyecciones gratuitas en asociaciones o pequeñas comunidades. Por eso te liberas de la presión y tienes absoluta libertad de contar la historia como tú quieras. Y eso al final es un virus, expresarte con la máxima libertad y hacerlo llegar al espectador.

En el taller se pueden utilizar también cámaras de teléfonos móviles. La forma ha cambiado mucho, ¿pero el fondo debería ser el mismo?

La tecnología cada vez es más puntera y ha hecho que se democratice y que la realización de documentales llegue al terreno amateur. Pero, más allá de la tecnología, las películas tienen que albergar algo que dentro de cien años siga siendo importante, y eso tiene que ver con el contenido, con que lo que se cuente sea importante para la sociedad. Lo bueno de un taller como este es que es abierto a profesionales y aficionados y puedes darles esas reglas necesarias para poder expresarse.

Con algunas de sus películas, como Entrevías o Yo soy de mi barrio, demuestra que se puede mostrar la sociedad desde una mirada cercana...

Cada cineasta tiene una necesidad diferente. Yo he visto magníficas historias de compañeros españoles narradas en cualquier lugar del mundo y me han transmitido emoción o me han contado a la perfección el hecho que narraban, que es lo que intenta el documental. Es verdad que mi cercanía con el barrio de Vallecas, donde he vivido desde niño y donde han sucedido tantos acontecimientos, me ha marcado. No he necesitado cambiar de frontera, sino que me he centrado en historias cercanas. Es mi idiosincrasia; se pueden hacer historias familiares y que lo que cuentes tenga eco en cualquier lugar, porque al final estás transmitiendo emociones del ser humano que suceden en cualquier parte del mundo.

«Todo lo que he querido y conseguido ha sido sufriendo», ha comentado en alguna ocasión. ¿No hay que rendirse?

Mis películas tienen una gran parte de sufrimiento, sí, pero también de alegría. Poner en marcha cada proyecto es cada vez más difícil en este país. Desde que tienes la idea hasta que se materializa pueden pasar hasta tres años y, en ficción, muchos más, y eso conlleva mucho sufrimiento. Pero cuando lo logras es tanta la alegría... Ver que lo que estaba en tu mente toma forma en imágenes y que transmites una emoción mostrando tu parte artística compensa; compensa ganar poco dinero y estar siempre con la incertidumbre de saber si saldrá adelante. Siempre compensa, si no, me sería imposible dedicarme a esto.

Otra frase suya. «No concibo otra forma de hacer cine que haciendo una mirada personal para mostrar la condición humana...».

No sabría hacer otro tipo de cine. A mí me gusta todo tipo de cine, pero me dirimo hacia las historias que hablan de los seres humanos, desde el drama o la comedia. Estoy más cerca de hacer historias de este tipo que tienen menos que ver con el cine comercial o más olvidadizo, que sirve al espectador para pasar el rato y al productor para ganar dinero. Y hay películas que están muy bien y son muy necesarias, pero yo no soy capaz de hacerlas. Prefiero un presupuesto más pequeño pero un contenido más alto, contar historias por las que no pase el tiempo, porque hablan de la condición humana y, cuando las rescatas, ves que siguen teniendo tanta vigencia como las escuelas de filosofía de la antigua Grecia, porque trataban de acercar la esencia del ser humano.