Cambiar tantas veces de voz, ¿es natural o nace del esfuerzo?

Esfuerzo es el 80%. Hay una facilidad a la hora de imitar y unos ciertos recursos, y a partir de ahí todo es trabajo, horas, horas, horas. Hago interpretación, baile, canto, y todas las disciplinas que te puedas imaginar para completar cada uno de los personajes. Me tomo muy en serio la profesión y la disfruto muchísimo: no hay ningún lugar del mundo en el que sea más feliz que encima de un escenario.

¿A qué personajes les ha cogido más cariño?

Funcionan muy bien Andrés Iniesta y Boris Izaguirre. De las novedades me gusta mucho hacer a Shakira y Tom Jones.

¿Cómo reaccionan los imitados cuando habla con ellos?

Bien, nunca he tenido ningún problema con ninguno. No hace falta hacer daño a nadie para hacer reír a los demás. Es cuestión de hacerlo lo mejor posible y la gente no tiene por qué ofenderse, en absoluto.

¿No busca ser mordaz?

No. Yo hago un reflejo de la realidad desde mi prisma, mi filtro, y con la excusa del humor. Creo que se puede hablar de todo y de todos con buen humor y buen gusto.

Sus quince años, ya dieciséis, como showman, empiezan con un encuentro con Sardá en 1999.

Me presenté ante él en una rueda de prensa y le empecé a hacer voces de personajes de su programa para pedirle una entrevista. Ahí me fichó. Al cabo de un mes estaba trabajando en el programa de televisión más famoso de España.

Tenía veinte años. ¿No le daba vergüenza poner voces ante desconocidos, de aquellas?

La verdad es que no. Siempre es lo que me hizo feliz. No sé si por inconsciencia o por valentía, me lo pasaba muy bien haciendo mis voces y veía que la reacción de la gente era maravillosa. Con lo cual lo potencié al máximo.

¿Cuándo se dio cuenta de que podría vivir de ello?

Cuando llegué a la radio a Barcelona y vi que no era un hobby, sino que podía ser una profesión seria, ahí vi que era realmente a lo que me gustaría dedicarme. En Crónicas Marcianas, lo que en un principio fue como una locura se convirtió en una responsabilidad enorme: tener que hacerlo bien y poder vivir de mi profesión.

¿Le queda la espina clavada de algún proyecto sin hacer?

Proyectos que me gustaría hacer hay muchos y hay tiempo para hacerlos, no hay ningún problema. Espinita, supongo que aquellos que no han ido bien. Aquella serie de Cuatro me hubiera gustado que fuera bien. Me imagino que los éxitos están muy bien pero que los fracasos son de lo que más aprendes.

¿Y qué ha aprendido?

Que es un mundo en el que nadie regala nada, en el que hay que trabajar muchísimo. En el que hay muy pocas personas que realmente llegan a ser muy importantes para ti, personalmente. Y profesionalmente, que es una carrera de fondo. He tenido la suerte de empezar muy joven y me queda todo por hacer. Por eso digo eso de quince años no es nada.

¿Qué proyectos tiene?

Muchos. Uno de los que más me gustaría es internacionalizar las imitaciones. Con personajes conocidos que puedan ser conocidos en cualquier parte del mundo, mucho más relacionados con el mundo de la música, en el que según qué personajes son universales. Mis espectáculos han ido evolucionado hacia algo mucho más musical.

¿Por qué?

He ido hacia un show con una concepción de espectáculo total, en el que puedes cantar, bailar, interpretar, hacer prácticamente de todo. Son disciplinas completamente diferentes que hay que estudiar. La interpretación la sigo practicando y estuve haciendo un Shakespeare en Londres, teatro clásico, tuve clases de coreografía en Nueva York, clases de ballet... Absolutamente de todo, para prepararme y hacer un espectáculo mucho más completo y técnicamente preparado.

¿Qué le pide al público?

Solo que disfrute. Les doy las gracias siempre y creo que nos lo vamos a pasar muy bien.