Mario Vargas Llosa, que hoy cumple ochenta años, escribió cuando solo tenía 15 La huida del Inca, una pieza que no se ha estrenado ni publicado aunque en aquella misma época logró dedicar su primer artículo periodístico a la escena, Esfuerzo a favor del teatro en el Perú (La Crónica de Lima, 16 de febrero de 1952). De ser el ´marginal´ que barruntaba a convertirse en un ´personaje´ con y en la literatura no transcurrió demasiado tiempo, pero sí mucho desde que escribió aquella pieza teatral hasta hoy. «Cuando yo empecé -explicaba en 2013-, ser un escritor peruano era elegir una vocación que le condenaba a uno a lo marginal porque, en aquel entonces, en mi país no había editoriales».

Vargas Llosa comenzó a redactar su primera gran obra, La ciudad y los perros, cuando tenía 22 años. Antes de triunfar en las librerías, sin embargo, estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en Lima, y fue redactor en los diarios La Crónica y La Industria. En 1959 obtuvo una beca para hacer el doctorado en la Universidad Complutense de Madrid, y sería en España donde ganaría uno de sus primeros premios, el Leopoldo Alas, por su colección de cuentos Los jefes.

Su deslumbrante carrera comenzó en los años sesenta con obras como la ya citada La ciudad y los perros, La casa verde o Conversación en La Catedral. Luego vendrían numerosas novelas, entre ellas La guerra del fin del mundo, El hablador, La fiesta del Chivo, El paraíso en la otra esquina o Travesuras de la niña mala, que lo consagrarían como uno de los grandes escritores latinoamericanos, pero también del resto del mundo, y que lo harían merecedor de numerosos premios. El de Vargas Llosa ya es un nombre que se escribe con mayúscula en la Historia de la Literatura. Lo confirma una vez más con Cinco esquinas, su última novela, publicada hace unas semanas.

El teatro, una pasión insatisfecha

El escritor peruano siempre albergó el deseo de convertirse, como soñaba de adolescente, en dramaturgo. Su pasión por las tablas y su posición de escritor de éxito han permitido que no solo cumpla el sueño de firmar obras, sino que también se ha puesto frente al público para interpretarlas. España ha sido el primer país que se ha propuesto montar todo su teatro, una tarea emprendida en 2013 por el Teatro Español y su director de entonces, Natalio Grueso.

Desde entonces se han llevado a sus tablas El loco de los balcones, La chunga, Kathie y el hipopótamo y la que escribió expresamente para estrenarla en ese teatro, Los cuentos de la peste, protagonizada por su «musa teatral», Aitana Sánchez-Gijón, y él mismo.

En cada presentación, Vargas Llosa ha ido devanando el hilo de su producción dramatúrgica y ha revelado que está persuadido de que si se hubiera iniciado con el teatro, su «gran amor» y «príncipe de los géneros», se habría «condenado» a no ver nunca «una obrita» suya representada, dijo a EFE.

Le gusta el teatro, dice, porque hace vivir la ficción con una «autenticidad» y una «profundidad» que no consigue ningún otro género pero sus experiencias con él habían sido siempre «modestas» hasta que le llegó «el reconocimiento» de la iniciativa de Grueso.

La política, un sueño frustrado

La política es la otra gran pasión del escritor Mario Vargas Llosa, quien llegó a ser candidato a la presidencia de Perú en 1990 y, pese a aquel fracaso, nunca ha abandonado su compromiso con el devenir de Perú y América Latina.

Aunque en su juventud llegó a simpatizar con la revolución cubana y también con la rebelión de los militares del 68 en Perú, después tuvo un desencanto con el marxismo y el socialismo, y evolucionó hacia posiciones neoliberales.

Vargas Llosa inició su carrera política en el movimiento Libertad, que lo fraguó en el estudio del pintor peruano Fernando de Szyslo al integrar a los dos partidos de la derecha tradicional peruana: Acción Popular y el Partido Popular Cristiano. Fue con esa coalición electoral, Frente Democrático, con la que emprendió en 1988 su carrera hacia la Presidencia de Perú.

Tras ser sorpresivamente derrotado por Alberto Fujimori en los comicios de 1990, Vargas Llosa regresó a la literatura pero sin abandonar nunca su interés por la política, que ha plasmado, además de en su obra literaria, en cientos de artículos.