Es de honor pagar una deuda. Por eso, la escritora molinense Lola López Mondéjar ha escrito Cada noche, cada noche (Siruela, 2016), una novela con la que cumple su propósito de desmontar la historia de amor en la que se ha convertido Lolita, de Nabokov. López Mondéjar solo quiere servir a los lectores un momento de reflexión: ¿era Lolita una niña que deseaba acostarse con su padrastro, o más bien una niña vulnerable y asustada que sufrió continuas violaciones por Humbert Humbert?

¿Por qué arriesgarse a 'reescribir' Lolita de Nabokov?

Porque es un mito vigente. No es una novela que se haya quedado obsoleta. Además, yo no creo que se puedan elegir los temas sobre los que escribir. Me parece que te vienen impuestos por tu propia biografía. Lolita forma parte de mi biografía afectiva y literaria y Nabokov el autor que siempre nombro cuando me piden que elija un único escritor admirado: yo quería ser Nabokov cuando era joven.

Y ahora que el libro está en la calle, ¿está pagada la deuda que tenía con la historia y con el autor?

Yo no voy a volver a trabajar el tema, pero la deuda no está pagada. Creo que, de alguna manera, la invención de una sexualidad ajena a la experiencia de la niña que es Lolita va a ser una lucha que yo voy a tener toda mi vida. Quiero recuperar la voz de los que no tienen voz, que en este caso es la niña, que no puede hablar en la novela.

¿Es su gran tema?

Creo que siempre va a ser importante en cualquier novela que se me imponga. La voz de las madres que no aman a sus hijos como dice el mito de la maternidad, que es Mi amor desgraciado (una novela anterior), las de las mujeres de la transición... Son temas que me interesan mucho y a los que les dedico gran parte de mi tiempo como escritora y también como ciudadana.

¿No es Lolita una novela que ya se ha quedado vieja? Muchos jóvenes no la conocen...

Me sorprendió que una periodista joven, Luna Miguel, quedara encantada con la novela. Por ella me di cuenta de que Cada noche, cada noche puede llegar a la gente joven. ¡Eso me alegró muchísimo!

¿Su libro no lleva inevitablemente a una relectura de Lolita?

Son textos independientes, pero a mí me parece que leer los dos libros juntos es una experiencia única; es como si entre los dos surgiera una nueva novela. Escribí Cada noche, cada noche precisamente para eso. La literatura es intertexualidad, y todo es una corriente donde los escritores vertemos nuestros textos. ¡Ojalá logre que se revisite la novela con unos nuevos ojos!

Permita la pregunta tópica: ¿qué hay de Lolita en usted?

Ha marcado mi historia. Cuando la leí por primera vez no lo hice de la manera adecuada. Eso ha marcado mi vida con un sentimiento de vergüenza. ¿Cómo es posible que yo haya pasado por alto la verdadera historia y me haya acogido a la interpretación mayoritaria?

¿Se refiere a pensar en la novela como una historia de amor en vez de un abuso continuado a una menor, como manifesta en Cada noche, cada noche?

En un artículo dije que esa interpretación errónea tiene que ver con el privilegio epistémico de la masculinidad. Yo asumí la mirada de Humbert Humbert y no vi otra. En cuanto a qué hay de la niña en mí, yo no me parezco en absoluto a Lolita. No he sido una niña abusada, ni me parezco a Dolores Schiller, su hija.

Usted insiste en desmontar esa interpretación mayoritaria. ¿Dónde queda entonces la libertad del lector para sacar sus propias conclusiones?

El lector lee Lolita y se hace una opinión. Y si lee mi novela se hace otra. Una persona me decía, por ejemplo, que no estaba del todo de acuerdo con que no fuese una historia de amor por parte de Humbert. Creo que el lector tienen que dialogar con mi libro y con el de Nabokov. Y hacerlo desde un punto de vista crítico y desde la perspectiva que le da toda su cultura lectora. Y tiene libertad para hacer un tercer libro donde replique el mío y vuelva a convertir a Lolita en una niña demoníaca, seductora y que se entregue con placer a las violaciones. Es un tema que no se va a agotar.

¿Cree que su novela deja un sabor amargo?

Nadie me lo ha dicho. Lo que sí me dicen es que hace pensar. Y eso es justo lo que yo pretendía. No me interesa una literatura que no lleve reflexión. Es un género en construcción permanente donde cabe todo. ¡En eso Cervantes es un genio!

Sí que es un texto más intelectual que afectivo.

Es una novela cervantina. Es de ese tipo de textos que vienen de la tradición de las novelas de Cervantes y se alarga hasta la novela realista del siglo XIX. Son obras más libres, híbridas, mestizas... Y en ellas hay narración, reflexión, ensayo... Esa es la novela que a mí me interesa.

¿Por qué es momento de militancia?

¡Qué va! Porque la novela exclusivamente narrativa me aburre. Es como siguiéramos haciendo pintura figurativa. En un libro de ensayo mío, La escritura calva, hablo de que ya no volveré a escribir nunca más así. Y lo creo. Aunque tengo la tentación de desdecirme.

En la novela hablan 3 voces: Lolita, la niña abusada, y su hija en dos etapas de su vida, con 25 años y luego más madura y a punto de morir. ¿Cómo construye esas tres personalidades?

La estructura me costó mucho. Lo primero que tenía escrito eran los diarios de Lolita. ¡Me encantaron! Yo misma quedé fascinada con esa niña de ocho años que va creciendo. Después no sabía cómo seguir, aunque sí lo que quería hacer: reivindicar una nueva lectura de Lolita. Pero si la protagonista era la Dolores Schiller de los 25 años, cuando descubre los diarios de su madre, nos íbamos a encontrar con que muchas cosas que yo sé como mujer madura de 58 años no podía verterlas en la novela. Por eso, la estructura de las dos voces no me satisfizo. Ahí descubrí la voz de Dolores Schiller adulta, que además sabe que va a morir. Hasta ese momento la novela estuvo paralizada, no cristalizaba.

La sombra de la muerte, de esa enfermedad que la va agotando, convierte la voz de Dolores Schiller en la más interesante de todas.

Creo que la muerte va a ser un tema que se va a visitar mucho ahora porque nos vamos a encontrar con una sociedad que envejece mucho. Es un tema extraño el de la muerte. Primero nos dieron la esperanza de que hasta los ochenta años no íbamos a morir y, de repente, nuestra generación comenzó a verse cercenada por el cáncer. Es una presencia que se ha hecho muy viva.

¿Usted teme a la muerte?

Nunca la he temido. No sé por qué. Es más, para mí la muerte es una excelente puerta de salida. Me da una sensación de autonomía enorme pensar que yo me puedo suicidar. Es algo común en muchos escritores, por otro lado. Un suicidio meditado es un adiós fantástico. Yo lo que no voy a dejar es el deterioro físico y la dependencia. Yo no lo voy a permitir.

¿Qué se enciende en el cerebro para crear?

Desde Aristóteles hasta hoy, eso sigue siendo un misterio. Que alguien insista en crear tiene que ver con una herida. Chantal Maillard lo dice: la herida nos precede. Y crear es una forma de salir de la herida, de buscar suturarla.

¿Y si Lolita estuviese aquí sentada?

Ella estaba prisionera. Era una niña huérfana, desamparada. Yo se la quitaría a Humbert Humbert. Me la llevaría a casa. Ella hoy lo habría tenido más fácil para huir.