Las películas de Pere Portabella (Barcelona, 1929) forman parte de colecciones de museos de todo el mundo, como el MoMA de Nueva York, y las retrospectivas de su trabajo se suceden en festivales de todo el mundo. Senador en las primeras elecciones democráticas y diputado en el parlamento catalán en los ochenta, muestra además un firme compromiso con la realidad no sólo a través del cine y el arte, sino a través de la Fundación Alternativas. A sus 87 años, su apretada agenda le impide recoger esta noche el Premio Honorífico del Ibn Arabí Film Festival, que suma a sus incontables galardones y que agradece con sinceridad.

¿Qué supone para usted recibir este reconocimiento?

Me hace mucha ilusión por varias razones; primero, por el esfuerzo de este tipo de festivales, que crean un lugar de reflexión con una convocatoria muy internacional y que, más allá del propio cine, realizan actividades de literatura o performance, lo que ofrece un abanico abierto para reflexionar con todas las formas posibles de expresión sobre la realidad, por lo que es muy importante. Pero también por el nombre del festival, Ibn Arabí, que era místico, filósofo y poeta. Yo soy cineasta porque es lo que sé hacer, pero me considero también creador multidisciplinar; es importante saber coger la distancia suficiente para mirar la realidad. En muchos de nosotros está la influencia de este personaje.

Dice que hace cine porque es lo que sabe hacer, ¿cuándo o cómo descubrió esta pasión?

Comencé como productor; ya participaba en las vanguardias artísticas junto a Chillida, Tàpies o Miró cuando Antonio Saura me habló de su hermano Carlos, que quería hacer una película. Todos estábamos convencidos en que debíamos romper con lo establecido, sobre todo en mi caso, por mi relación con las políticas clandestinas. Tras estrenar Los golfos con Saura [nominada a la Palma de Oro en Cannes], conocí a Buñuel y produje Viridiana, una película que fue un éxito porque fue un escándalo monumental. Creo que soy el único productor español con Palma de Oro en Cannes. Y, a partir de ahí, y gracias al escándalo, me acogieron muy bien en Italia, donde llegué como productor para trabajar en una película de Francesco Rosi. Pero durante el rodaje sólo pensaba en cómo lo haría yo y creo que ahí fue donde verdaderamente me di cuenta de que lo mío era esto, hasta que estrené mi primera película como director, y hasta hoy.

Pero decidió no hacer cine 'convencional', sino experimental...

Cuando llegué cambié los códigos clásicos. Hollywood había creado el patrón de 'planteamiento, nudo y desenlace' para que te fueras a casa tranquilo y yo me lo cargué inspirado en las vanguardias anteriores.

Y hasta hoy, como dice, ¿no ha dejado de hacer cine?

Nunca, solo lo he dejado en periodos muy concretos, como cuando en el 77 salimos elegidos diputados en las cortes. Yo estuve en la comisión constitutiva del Senado, lo que me ocupó varios años haciendo leyes orgánicas. Era algo apasionante, ¡ríete tú de un guión!

Hoy en día también tendría un guión interesante, ¿no?

Claro, hemos pasado del enroque de las mayorías absolutas, del bipartidismo y de no tener en cuenta la propia realidad a dar voz a otros movimientos, a los grupos emergentes, a la cultura popular. Los partidos 'clásicos' hablan de desbarajuste, cuando es ahora cuando empieza la democracia, y en democracia tienen que aflorar los conflictos para poder dialogar sobre ellos y obligarnos a pensar... Estamos viviendo un momento espléndido, con todos los riesgos que ello supone y todos los retos... Porque el panorama mundial y global, que no es lo mismo, es también brutal; personajes como Donald Trump son la cúspide de la irracionalidad o, con los refugiados de Siria, nos estamos saltando todas las normas sobre los derechos básicos. Se está demostrando la incapacidad de la Unión Europea; estamos al borde de un abismo y la gente ha demostrado que ya no es pasiva y ha pasado a hacer política; esto es un gran éxito.

Entonces, si no vivimos una crisis política, ¿es más económica o cultural?

La más grave es la cultural, aunque por supuesto también la económica, porque se ha destrozado la base para mantener un estado, no ya del bienestar, sino de ética y moral. Ahora hemos de saber imaginar que con menos serás más feliz para que no ganen los sectores más desarrollados, que han creado esa patología del consumo en la que la acumulación era la finalidad, y no es esto.

Durante el Ibaff se ha programado una retrospectiva de su obra. ¿Tiene alguna película de la que se sienta más orgulloso?

Para mí las primeras son básicas, como Nocturn 29 o Cuadecuc, Vampir; utilizaba códigos en el que entraban muchos factores, mucha metáfora, pero sin dejar de tener un pie en la realidad. En todas ellas siempre he intentado transgredir los cánones de la industria sin dejar de avanzar hacia un canon más abierto.

¿Le daría algún consejo a los jóvenes cineastas?

Es complicado dar consejos... Quizá que no fueran a una escuela de cine y que practicaran lecturas, sobre todo de humanidades... que ampliaran sus miras más allá del cine con otros medios de expresión y, sobre todo, que tuvieran confianza en sí mismos, pero con una mirada amplia, que no se miren el ombligo.

¿Rodará la tercera parte de Informe general?

¡No sé si tendré tiempo! Hace poco decía en una masterclass que lo que me ha ocurrido no lo podría haber mejorado; lo importante es que hagas lo que hagas, lo hagas por los otros, que tengas un ego abierto y sepas jugártela. El primer 'informe' [rodado tras la muerte de Franco, giraba sobre la cuestión del paso de la dictadura al estado de derecho] se fue viendo cada vez más, acaban de proyectarlo en un festival de Rotterdam y lo ven muchos jóvenes. Le puse ese título en la clandestinidad porque entonces en España no se informaba de nada. Pero no era sólo un relato, siempre hay que dejar un resquicio abierto sin sentenciar para que el público pueda hacer su propio viaje. El Informe general sirve para las generaciones que vienen detrás, muchos jóvenes me paran y me dicen que la han visto y eso me crea un sentimiento de saber que has sido útil y de saber que has estado implicado hasta las cejas. También de que, como cineasta, has estado pendiente de las pulsiones. El ser humano está lleno de pequeños rincones en los que están los sentimientos, las emociones, la intuición y hay que saber llegar a ellos.