Los que gustamos del flamenco hablamos de duende para aludir a esa inspiración que te lleva a los Cielos y 'provoca' el alma y el talento del artista. No es, por lo tanto, un duende travieso y/o malo. En todo caso, puede que sea caprichoso, porque no siempre cae donde queremos, ni se expresa como dicen los cánones más racionalistas.

Sea como fuere, cuando el duende aparece, algo cambia en el entorno, que se ciñe a la persona agraciada y le regala sensaciones y aspiraciones que ya quisiéramos los meros mortales. Un caso de persona tocada y agraciada por la voluntad y la inteligencia de ese tipo de seres inefables es el de la pintora Perla Fuertes, que refleja como pocos el realismo, la dulzura y la sensibilidad en un sano y perfecto equilibrio entre la técnica, su ejecución y la plasmación de los colores.

Cuando uno observa la figura humana, preferentemente, pero también cuando se va a otro tipo de detalles, como los que entrañan la Naturaleza en particular y la flora en particular, se halla ante una especie de éxtasis con el que converge y consigue, en paralelo, una paz interior que surge de contemplar el ecosistema con sencillez y simetría. El espejo de las obras de Perla es casi de cuento.

Un amigo me enseñó que, cuando estudias un cuadro hiperrealista, como es el caso de muchos de los de nuestra artista, si adviertes en un trozo, en un tramo, en una porción, que es como la presencia misma, entonces, me subrayaba, es excepcional. Cumplen este requisito las obras que disfrutamos de esta alhameña única.

Además, si me lo permiten, los cuadros de Perla Fuertes expresan, igualmente, su personalidad, que es sosegada, óptima, plena, con una visión sin extrañezas ni desasosiegos gratuitos. La aceptación de las circunstancias es una condición básica para plasmarlas positivamente. Esto lo sabemos todos, pero no lo ponemos en práctica tantas veces como deberíamos. La cohesión, la coherencia, es un baluarte de la comunicación.

La pintura es, asimismo, un exponente de los procesos históricos de intercambio de pareceres, de datos y de sentimientos. Cuando se da una complementación entre el quehacer y el deseo, entre el oficio y la existencia cotidiana, conseguimos una verdad agradable, que es la que se expande por los cuadros de Perla, que hace honor en sus menesteres a su nombre. Insistamos: hay simbiosis entre los aspectos externos y los internos, y hasta el propio vocativo personal alude a la joya de sus lienzos.

Naturalidad.

Numerosos son los reconocimientos de Perla dentro y fuera de la Región, en España y en Europa. En París, la cuna del arte, tiene un hueco especial: es ensalzada y avalada por expertos y hasta por el propio Museo del Louvre. Recurrentemente he afirmado que la generosidad cosecha una enorme riqueza, a menudo gestada en lo imponderable.

Me deleitan, especialmente, los tonos de las pieles de sus figuras humanas, como también me atraen sus gestos, sus posturas, sus llamadas, sus reflexiones e interioridades, así como sus verdes, y esos matices que se pierden en el eje de su pintura, auténtica prosa poética.

Es de agradecer su esfuerzo, su empeño en salir adelante, de manera particular por la naturalidad que nos transmite, que es genuinamente interpretada en estos tiempos de crisis de valores. Dar con una maravillosa artista que es, sobre todo, una buena persona es un lujo que, como quiera que lo hemos de conservar como una suerte de tesoro colectivo, lo quiero resaltar aquí. Gracias, Perla, de todo corazón.