Ha adaptado la obra al español a partir de un original del inglés Ray Cooney, una historia que contaba las desventuras de un taxista con dos parejas y sus intentos porque no se conocieran. ¿Repite el esquema?

La columna vertebral es la misma, pero hay dos diferencias muy importantes. La primera es la esencia de lo que quiere transmitir la obra. Tenía una connotación un tanto machista y se la he quitado absolutamente. Este es un señor que está enamorado de dos personas y que no sabe vivir sin las dos. En el fondo es un egoísta, pero las ama de verdad. La otra diferencia son los chistes, que no tienen que ver con los del original. Los he trasladado a nuestra idiosincrasia y a las cosas que pasan hoy en día en España. A nuestra forma de entender el humor, que es quizás un poco más gruesa y menos sutil que el anglosajón, aunque no deje de ser inteligente.

¿Cree que el público español no entendía el humor inglés?

La comedia del humor sutil, muy elegante, puede funcionar, pero se admite mejor en el cine. En teatro creo que no llegas tanto al público, y tienes que acentuar más el humor. Y jugar con lo visual, más que en el cine. Siempre me apoyo mucho en la gesticulación, en ese humor visual de mimo o de payaso.

Hablaba de traer la actualidad a la obra. ¿Habla de política?

Más que de política, de lo que pasa en el corazón, en el mundo popular que la gente conoce más. Hay referencias a personajes que todos conocemos dentro de la obra, no encajados con calzador, sino que vienen a cuento del guión.

¿La obra tiene moraleja?

Es una comedia ligera, liviana, sin un trasfondo ni un mensaje profundo. Pero sí que deja un pequeño poso: ¿por qué el amor no puede ser más libre que lo establecido, por qué tenemos que vivir únicamente en pareja y alguien no puede querer a más de una persona? Tenía un poco de miedo, porque a esta comedia le he dado un final y una moraleja arriesgada, pero la gente la admite perfectamente.

Esta es la primera obra que conduce en teatro profesional, pero ya había sido director teatral durante el servicio militar.

Sí, dirigí una obra aficionada, durante el servicio militar en Ceuta. Y me dieron un premio por ello, así que me siento muy contento.

¿Es difícil actuar y dirigir?

Siendo uno de los personajes, no puedes dirigir solo. Es imposible, es una locura absoluta. Yo tengo la última palabra pero otra persona me ha ayudado a hacer la versión y dirigir la obra.

¿Le gusta la experiencia?

Dirigir es apasionante. Quería hacerlo desde hace tiempo, pero no me sentía capaz del todo. No quería correr riesgos, quería estar muy seguro y quizás he esperado un poquito más de lo necesario. Pero creo que ha llegado la hora de hacerlo. Llevo once años haciendo teatro con mi productora y ya había hecho otras obras antes. Creo que ya tengo experiencia para dirigir mi propio proyecto.

Antes de esta obra actuó en La cena de los idiotas, que estuvo representándose cinco años. ¿Cuál es la clave para que el espectador vuelva varias veces a una comedia?

No lo sé, pero cuando he ido a ver más de una vez una obra es porque me ha dejado un grandísimo sabor de boca y me he reído tanto que no me importa verla de nuevo, sé que me voy a volver a reír en algún momento. Intuyo que van por ahí los tiros.

¿Una comedia se quema más rápido que una obra dramática?

Me da la sensación de que se queman por igual. Lo que se quema pronto es lo que no tiene calidad.

Taxi tiene mucho movimiento. ¿Se nota en el apartado físico?

Sí, es muy importante. Pero de entrada ni fumo ni bebo, soy un hombre de rutinas, madrugo, hago deporte, y la puedo hacer. El otro día fui seis horas y media en coche de Murcia a Algeciras, y según llegué allí hice dos funciones de teatro.

¿Ha pasado a interpretar personajes más comedidos, menos exagerados que antes?

Sí, me gustan más. Lo tremendamente exagerado está más en la parodia, en la farsa, y ahora me muevo más en personajes que son de comedia pero que pueden tener un momento tierno, de corazón. El coprotagonista de esta obra, el vecino de mi personaje, es más cómico que yo, pero no me importa porque ahora prefiero estos papeles de los que estoy hablando.

¿Fue una evolución natural?

Al hacer estas obras me di cuenta de que el personaje cómico de la obra no estaba hecho para mí. No me veía físicamente para hacer del idiota de La cena de los idiotas. Aquí podría haber elegido al vecino pero pensé que no era para mí. Tienes que tener un físico especial para este tipo de personajes.

¿Le cansa que siempre le pregunten si volverá Martes y 13?

Con toda sinceridad, no, en absoluto, me siento muy orgulloso de que me recuerden por Martes y 13. Es bueno que cada actor tenga una tarjeta de visita para que la gente te ubique enseguida, te recuerden por algo. Afortunadamente he sabido reinventarme. Pero no he llegado a las cotas de éxito de Martes y 13, ni lo pretendo. Me satisface a lo que he llegado ahora, a tener mi propia productora, hacer lo que quiero en el teatro y salir de vez en cuando en la televisión.

¿Cuáles son sus referencias en cuanto a interpretación?

Nunca he idolatrado a nadie, nunca he tenido póster en casa de nadie. Lo que no significa que admire a actores y humoristas: Meryl Streep, Dustin Hoffman, Al Pacino, Robert de Niro. Y en humoristas, Tip y Coll siempre ha sido un gran referente.