El director de la Compañía Nacional de Danza (CND), el cartagenero José Carlos Martínez, está convencido de que llegarán a bailar El lago de los cisnes, pero para su primera pieza clásica en más de 25 años que tiene la compañía ha preferido Don Quijote, porque, dice, «pone en escena a gente del pueblo y es menos estricto».

Martínez estrenará con la CND el próximo día 16, en el Teatro de la Zarzuela, la mítica pieza de 1869 de Petipá, con música de Minkus, una versión que él ha reescrito para darle coherencia y atender a las nuevos códigos de comprensión del público, y será el primer ballet completo que baile tras La fille mal gardée, en 1990.

«La compañía está lista para bailar clásico, de eso no nos cabe duda, aunque es verdad que aún falta un tiempo para que todos bailen con la misma altura exacta de brazo o la misma mirada, algo que requiere un título como El lago de los cisnes», detalla.

Después de un duro trabajo técnico de cuatro años, los que él lleva al frente de la formación, cree llegado el momento de «tirarse a la piscina del clásico», y Don Quijote, un ballet que rompe la convención de protagonistas ideales para poner a «gente del pueblo» en escena, es la pieza ideal, ya que es «menos exigente» en el movimiento grupal. Está siendo, dice, «un trabajo enorme para todos los miembros de la compañía porque no están acostumbrados a este tipo de producciones», aunque hayan estrenado en este tiempo varias piezas contemporáneas y neoclásicas. Su inspiración para este Quijote es el original de Petipá pero también versiones posteriores como la de Alexander Gorski, que le dio «más libertad a los movimientos», y las de Nureyev y Barishnikov, que él ha bailado en tantos ocasiones «que, sin pretenderlo, se quedan en el cuerpo y salen al preparar la coreografía».

Sigue la trama de Petipá, es decir, una obra que rompe con el universo de criaturas ideales y etéreas para centrarse en las desdichas de Quiteria y Basilio, dos personajes del pueblo. Sin embargo, Martínez se centra en esos personajes, más que en don Quijote y Sancho, y profundiza en un episodio del segundo volumen de El Quijote (capítulo XXI, Donde se prosiguen las bodas de Camacho y otros gustosos sucesos). «He querido acercarme más a lo que cuenta ese episodio, porque había demasiadas cosas que se habían folclorizado. Por ejemplo, en el ballet original don Quijote está en Barcelona y luego se va corriendo a un campamento de gitanos de Castilla. Eso no me parecía lógico. He cambiado la acción del primer acto de forma que todo se desarrolla en un pueblo de Castilla», precisa. También ha querido darle más profundidad al papel de don Quijote, «que no sea una pantomima», y al de Dulcinea, creando «una verdadera relación entre ellos», sin olvidar que tiene otra mujer, la terrenal, que es Quiteria. «Son pequeños toques pero que le dan un poco más de coherencia y profundidad».

En vez de cambiar los decorados, han creado una especie de corral de comedias, y eso no solo da dentro del código clásico un guiño actual sino que reduce su volumen y les permite girar por todos los teatros y no solo por los grandes.Ha hecho verdadero encaje de bolillos para contar en las representaciones con bailarines invitados como Joaquín de Luz, que bailará en el estreno y los días 19 y 20, Maria Kochetkova, Elisa Badenes, Cristina Casa o los «jovencísimos» Aitor Arrieta y Haruhi Otani, «que van preparando el futuro».